"La filosofía no es el arte de consolar a los tontos ... su única tarea es la búsqueda de la verdad y destruir prejuicios."

Schiller y la educación estética

Jairo Rojas

Introducción

Schiller se percata que el hombre a pesar de tener uso (y en ocasiones vanagloriarse) de la razón anda desfragmentado, incompleto y actuando de una forma que se aleja de lo humano. Es decir, la decadencia de la sociedad tiene su raíz en esa suma de individuos truncados que, por esta condición, crea caos y ciertamente un ambiente donde se tolera reacciones cercanas a lo bestial.

Ahora bien, Friedrich Schiller conocido como poeta y dramaturgo también es filósofo inclinando, sus reflexiones al mundo de la estética donde, la obra de arte tiene un valor elevado. Quizá sea por el hecho de su oficio como creador artístico pero, lo cierto es que sólo por medio del arte -nos plantea éste autor- que se encontrara la verdadera esencia de nosotros.

Estas reflexiones se encuentran señaladas en un libro titulado Cartas sobre la educación estética del hombre. Ya el título nos avisa del contenido y las observaciones aquí apuntadas nos refiere al proceso de cómo el sujeto se vuelve receptivo a la obra de arte, sensible a las emociones estéticas.Todo basado desde el punto de vista del juego.

Nuestro autor nos adentrará al punto en que la sociedad moderna tiende a considerar al hombre más que bajo su aspecto profesional, y, por tanto, a limitarlo y hacer de él un ser fragmentario y especializado. Será necesario, pues, reestablecer la armonía del ser humano global, capaz de dignidad y libertad. Éste es el papel del arte.

“...tenemos que dejarnos invadir por ese arte que nos une; ya sea a través de la música, de la plástica, de la literatura, del cine y comenzar a reconocernos a nosotros mismos en nuestra esencia, en nuestra identidad, a través del arte que es el único mundo en el que podemos encontrar la revelación autentica de nuestro ser. El ser autentico lo revela el arte como portador de la belleza, que es ser, es bien y que es verdad”

Antesala

¿El arte hace humano al hombre? Algo que también se pregunto el poeta, dramaturgo y filosofo alemán Friedrich Schiller. Para este autor así parece ser. De hecho Schiller escribió, entre sus tantas obras, una en especial titulada “Cartas sobre las educación estética del hombre” -con la cual basamos esta breve investigación- El hombre llega a ser humano, se convierte en hombre porque el arte lo hace hombre.

Es una de las ideas que se desarrolla en éste texto donde encontramos que la belleza es el eje, el centro de las páginas. De allí que haya continuado una penetrante búsqueda del significado de lo bello, de la libertad, de la creación artística pero esta vez penda como el "instinto" del juego.

Siempre se dice que es importante educar la mente, esto obviamente implica los estudios en cualquier área, lo que genera que la persona sepa cosas, se cultive para él mismo y la sociedad. Esto como reconocemos se desarrolla en un estadio por lo general netamente racional.

Un rasgo que encontramos en las ideas de Schiller es que propone además de educación mental una que se dirigiera a las emociones, que las limpiara de tal modo que se volviesen más sensibles. Esto último porque es una cualidad inherente al ser humano que, al parecer, anda dormida. Si esto se logra (educar la emoción) parafraseando al autor resultaría que “la capacidad del hombre para lo bello aumenta”. Vemos entonces un punto que forma parte de aquellas diferencias que lo separaba de otro pensador importante como Immanuel Kant, porque Schiller señala que la razón no debe hacerse enemiga de la sensibilidad, más bien su aliada. “El enemigo que no cambia puede aun revelarse: pero el enemigo que se reconcilia es verdaderamente vencido” (Schiller, 1990, carta V p. 141)

Esa fragmentación o separación razón-sensibilidad hace que el hombre camine incompleto. Y es en este punto donde el arte juega el papel decisivo, pues, es sólo por este medio que el hombre vence esa desfragmentación, se reúne y funda el verdadero hombre.

Este fenómeno de la llegada del arte a la vida de las personas sucede —usando la misma imagen del autor- como el niño cuando aún tiene cierta ingenuidad, pero una tremenda capacidad para el entusiasmo, por la alegría del descubrimiento, el hombre —de igual forma- reacciona a la belleza en la naturaleza, y la recrea en el arte. Crea en él, el potencial de la razón. Como poeta nos dice el valor que le colocaba a la belleza “Lo que recibimos aquí como belleza/Se nos presentara un día como verdad” (Schiller, 1994, p.49)

Lo que percibimos es que esta idea surge como una solución al estado decadente que él percibía. Si nos atrevemos hacer un paralelismo con nuestros días para dar una imagen clara, sería el observar la “civilización” caótica donde la violencia así como el egoísmo y la llamada inconsciencia es el móvil de muchos eventos.

Es decir, falta humanidad, sobra bestialidad. En sus cartas agrego que el arte debe instruir y transmitir obligación moral. El arte acrecienta todas las áreas del conocimiento humano, y a su vez, se enriquece mediante los nuevos descubrimientos en el campo científico.

Schiller

Friedrich Von Schiller (Marbach 10-11-1759 - Weimar 09-05-1805) es conocido por ser el “poeta de la libertad y de los ideales nobles y abstractos” una etiqueta que nos presenta a un hombre de altos principios de humanidad. Durante su infancia recibe una educación de profunda religiosidad, basada en el pietismo, lo que en principio le inclina a realizar la carrera eclesiástica. Más tarde se orienta hacia el Derecho y posteriormente la Medicina, si bien va realizando sus primeras composiciones literarias. Así, en 1779 publica “Los bandidos”, en el que plasma su espíritu rebelde y contestatario.

Le siguen “La conjuración de Fiesco” e “Intriga y amor”, de 1784, y sobre todo, su drama “Don Carlos”, del periodo 1782-87, en el que, centrado en las relaciones entre el rey español Felipe II y su hijo, analiza con gran tensión dramática la contraposición entre el idealismo rebelde juvenil y el peso agobiante de la estructura política y de pensamiento.

Junto a Goethe, se inscribe en el movimiento literario “Sturm und Drang”, defensor del romanticismo, la Naturaleza y las ideas de libertad y rebeldía ante lo establecido. En 1799 publica “Wallenstein”, iniciando una serie de obras en las que adjudica a un personaje histórico virtudes que Schiller quiere resaltar. Más tarde realiza “María Estuardo”, drama intenso, a la que siguen “La doncella de Orleáns” y “Guillermo Tell”, de 1803.

La tendencia en este momento es a matizar el apasionamiento inicial y a realizar composiciones de mayor hondura y matización ideológica, en especial respecto a otros exponentes del movimiento literario romántico. Gran poeta, escribe versos dotados a la vez de sencillez estilística y grandeza lírica como “Los dioses de Gracia” de 1788, “Los artistas” de 1789”, o sus “Odas” de propósito moralizador.

Una de ellas, la “Oda a la alegría”, sirve a Beethoven para componer su famosa sinfonía. Schiller escribe además ensayos filosóficos, especialmente referidos al pensamiento de Kant, como “Sobre la gracia y la dignidad” (1793) y “Cartas sobre la educación estética del hombre” (1795). Complementa su orientación filosófica con poemas como “El ideal y la vida” o “Las palabras de la fe”.

El tema que predomina en el trabajo de Schiller es libertad y dignidad para todos, y la habilidad de su retórica -su vigor y potencia de inspirar a una audiencia con estos altos ideales, sobrepasado raramente en la literatura dramática. El Idealismo profundo también se expresa en mucha de la Poesía que Schiller escribió en este tiempo, notablemente en La División de la Tierra (1796) y Palabras de Fe, 1798.

Conocedor del pensamiento Kantiano y crítico a su vez, será él quien descubra que existen ciertas actividades que se pueden considerar inútiles para la conservación del individuo, como es el caso del juego, en realidad se podrìa encuentrar con el juego la esencia de la libertad. Es decir, que apunta a desentrañar que debe hacer el hombre para realizarse como individuo, como hombre total, unitario y armonioso. Como todo filosofo quería la instauración de un estado de la razón y, como muchos otros, deseaba la aparición de una nueva humanidad que no estuviese dividida. Reacción que brotaba ante el ocaso de una sociedad y ante las posturas de Kant (pues Schiller consideraba que esas posturas de la ilustración y las kantianas aún no habían llegado a dar cumplimiento al ideal de un estado verdaderamente racional).

Si un individuo se encuentra en su totalidad armoniosamente y se une con otros tantos en la misma condición, la sociedad como productos de todas estas individualidades, será más equilibrada y sensata.

Era el modelo que servía de norte y encontro que en la Grecia antigua, como señala Schiller y también algunos del movimiento romántico, el individuo vivía en total unidad y armonía consigo mismo y con la naturaleza. “La civilización moderna que sólo había entronado a la razón había destruido la vieja unidad y armonía” (Rodríguez, 1997, p.28)

Para nuestro autor la esencia de la enfermedad en la sociedad era el hombre fraccionado. Como ya se menciono antes, crítica a la razón ilustrada por separar razón-sensibilidad. Si bien parte de los principios que ésta daba, los rechaza posteriormente en su reflexión al ver que fracasan en la práctica.

El núcleo del error en el proceso de la Ilustración reside en que lleva a la enajenación del ser humano respecto de su esencia, esto es, se funda en el antagonismo kantiano entre individuo y sociedad (o Estado). Por el contrario, la reflexión de Schiller se rige por “el principio de la doble naturaleza inseparable sensible-racional, del carácter humano” (Schiller, 1990, Carta LX p. 175); a cada uno de estos elementos básicos le otorga un “impulso sensible y un impulso formal” respectivamente. (Schiller, 1990, Carta XII p. 207).

¿Cómo volverse humano?

En la obra titulada: Cartas sobre la educación estética del hombre aparece un reflexión histórico-filosófica sobra la belleza: su génesis, su función en cuanto al contexto de la cultura y sociedad. Aparece a su vez con estos estudios el ideal de una libertad superior a la autonomía de la ley moral.

Todo esto nos lleva a pensar que la idea central de la obra es el ennoblecimiento del carácter humano, planteado en el seno de una educación del hombre y de la humanidad, para un Estado o una sociedad verdaderamente racionales.

En estas cartas Schiller remarca el hecho de que el edificio corrompido del Estado fundado sobre la fuerza y la opresión, se tambaleaba, pero aunque el momento histórico fuera favorable para el cambio, el no encuentra una generación capaz de hacerlo.

Él constata que “los instintos brutales y anárquico” caracterizan “las clases ignorantes” mientras que “las clases civilizadas” presentan el aspecto aún más repugnante, de la debilidad, que es lo que más subleva, causado por la cultura. Se pregunta entonces: ¿De dónde debe venir este cambio, si el Estado es corrupto y las masas degeneradas? Y da con esta respuesta tremenda: “Sólo puede venir mediante el gran arte” (Schiller, 1990, Carta IX, p.169)

De allí que Schiller desarrollara una teoría según la cual la condición para la madurez moral de la humanidad era su educación estética. Un tratado ético-estético que salvaguardaban la obligatoriedad de una guía humanística para la sociedad con un ideal fundado en una orientación estética impregnada de autocríticas.

Nada puede progresar si no reconoce, si no se responsabilizan los errores. El ser humano puede gloriarse de lo que quiera, de lo que le dé la gana; pero eso no sirve sin una responsabilidad.

Los cultos a los principios como la bondad, la justicia y la libertad son improductivas sin una autocrítica, sin una base real o comprometida. Schiller elige, para ello, un héroe concebido en la realidad (el arte), aunque viera indispensable luego una idealización, con ellol espera que la sociedad le responda, se conmueva. Otro rasgo que nos hace ver el autor es la de reconocer la injusticia que conlleva los intereses sólo de la razón. Debido a esas reflexiones Schiller nombra a esa distinción Kantiana: sensibilidad y entendimiento, que es lo mismo: “impulso sensual e impulso material” (Rodríguez, 1994, p. 49)

Siendo el sensual el que proviene de la existencia física del hombre como devenir puramente temporal, mientras que el Formal es el que le da al hombre su unidad, su ser, su si mismo. Ahora bien, ¿Cómo unir estos dos estadios? Lo que nos propone el autor es que por el impulso del juego se empalman ambas partes. Allí está nuestra humanidad y su versión más elevada o noble es la obra de arte. El impulso del juego actúa de mediador entre el puro placer sensual y la regla meramente racional.

“El impulso de juego (...) en la misma medida en que arrebate a las sensaciones y a las emociones su influencia dinámica, las harà armonizar con las ideas de la razón, y en la misma medida en que prive a las leyes de la razón de su coacción moral, las reconciliará con los intereses de los sentidos.” (Schiller, 1990, Carta XIV p.228)

"La belleza que es cualidad de la obra de arte que deviene como principio de libertad o autonomía en la apariencia sensible y se relaciona íntimamente con la “esencia moral del ser humano que es ser para la libertad” (Schiller, E 990, Carta XI p. l18).

De allí que la educación del hombre con miras a resolver el problema político de una sociedad racional y libre debe ser estética De aquí que la cultura pueda considerarse como estética en tanto “fundamenta y asegura la acción recíproca de los dos impulsos” (Schiller, 1990, Carta XIII, p. 216).

Este intermediario lúdico nos hace ver que en una obra de arte, ni las partes como tales ni sólo la forma constituyen el todo y si el impulso del juego hace su trabajo cabalmente, los detalles individuales desaparecen en la armonía del todo. Ahora bien, nos encontramos con un punto al que se le ha otorgado un valor inusitado, el juego. “Todo juego es, antes que nada, una actividad libre” (Schiller, 1990, Carta XV p. 234)

Esa cualidad de libertad lo hace ver con ventaja. La acción lúdica por sí misma también forma parte de la naturaleza humana. Sin embargo, el concepto de juego varía de acuerdo con la especificidad de la actividad, o del momento en la historia, pero tal es la presencia que el juego tiene en las actividades creativas, desde las cotidianas a las artísticas, que se escinden como algo aparte/diferente que se destaca del mundo habitual. Esta actividad respeta algunas reglas; pero éstas representan una creación libre. Ellas no están fijadas ni por la necesidad natural ni por la ley moral.

El juego es la puesta en práctica de la libertad:

“Todo predominio exclusivo de uno de sus dos impulsos fundamentales es para el hombre un estado de coacción y de violencia; y la libertad se encuentra únicamente en la acción conjunta de sus dos naturalezas”. (Schiller, 1990, Carta XVII p. 259)

Con el ánimo de entrar al juego el hombre entra en el mundo de las ideas, sin abandonar por ello el mundo sensible; en cuanto reconciliación o armonía de necesidad y libertad, hace posible experimentar la plenitud sensible del mundo y constituye, a la vez, un triunfo moral sobre el mundo: “el juego es el símbolo del cumplimiento de la determinación humana” (Schiller, 1990, Carta XVII p. 260). Por esto, insiste, sólo la “educación estética” es el medio para llegar al estado moral último: la libertad que es también, el estado plenamente humano. “el hombre sólo debe jugar con la belleza, y debe jugar sólo con la belleza” Lo que nos dice Schiller es que la única actividad que ha de hacer el hombre con la belleza es el juego para ver cumplida su humanidad. “El hombre sólo juega cuando es hombre en el pleno sentido de la palabra, y sólo es enteramente hombre cuando juega” (Schiller, 1990, Carta XVI, p. 252).

Es un espacio que nos aleja de las metas instintivas. El juego y por extensión, el mundo de la cultura, sólo es posible cuando el hombre funciona libremente en un margen de seguridad proporcionado por la satisfacción de sus necesidades. El hombre es apto para la belleza porque es apto para el juego y porque este es capaz de satisfacer su aspiración a la plenitud.

Siendo Schiller un artista, tampoco es extraño que coloque a la obra de arte en un lugar tan privilegiado y que defienda la base de la misma: el mundo sensible. Negar la sensibilidad es negar al artista y lo más grave: el hombre. Recordemos que busca reconciliar lo sensible e inteligible. Nada se puede sacrificar porque ambos aspectos vienen con el hombre. Como poeta sabe que puede ordenar las pasiones, las acciones, y los destinos, de los que en la vida real no siempre puede seguir ni tener una visión global.

El hombre aprende a través del arte, a proyectar estas relaciones artísticas a la situación real: su sentido de armonía. De este modo, se educa con el arte, de tal modo que ya no se contenta con fragmentos incompletos ni con reacciones meramente animales.

En una de sus cartas le escribe a Kómer (el príncipe de Augustenburg a las que van dedicadas y dirigidas en su totalidad):

“Toda belleza se resuelve a la larga en la verdad general. Estoy convencido de que, si no se demanda de una obra de arte más que la belleza, automáticamente satisface todas las demás exigencias, por su intercesión” (Schiller, 1990, p.5)

El sentido de la belleza conduce al hombre, por una parte, del mundo de los sentidos al de las ideas, del material al ideal y por otra, del mundo ideal al material, de la razón a los sentidos. Es decir, confiere la misma posibilidad de desarrollo para ambos.

La educación. La música, el maestro Abreu

Este tipo de idea nos muestra que no vale ningún tipo de sacrificio, ni tampoco señal alguna donde se muestre subestimación ya sea por la razón o por la sensibilidad y el cambio social autentico arriba por la educación y sobretodo la educación estética. El cambio social real no será, pues, producido por el dinamismo de las luchas sociales, pero sí por una autorreflexión de la humanidad. Schiller afirma: “en una palabra, no hay otro medio de hacer razonable al hombre sensitivo mas que hacerle primero estético” (Schiller, 1990, Carta IV, p.129)

La educación estética anticipa al hombre entero, ella no concierne únicamente el lado racional, comprende los dos, ella reemplaza la discordia entre la naturaleza, la razón por la armonía. Lo esencial es encontrar el equilibrio entre sus dos determinaciones fundamentales: entre sentir y pensar, entre la sensibilidad, la diversidad de la receptividad y la estabilidad de la forma intelectual.

Ahora bien, la importancia del arte es obvia tanto, que desde las escuelas se intenta acercarlo las personas, aunque claro, el arte no sólo debería existir en recintos donde se estudien o realicen (si es que esto se hace en un instituto). Al contrario, debería primero estar en las personas como un abecedario aprendido (ya como oficio, ya como historia, ¡como existente!) y luego en cualquier lugar.

Es una rama que le compete sólo al hombre, ni hoy día donde la tecnología posee protagonismo puede sustituir (ni podrá) esa labor artística donde si bien hay razón, también hay sensibilidad y algo más. De allí que se arrastre al sistema educativo. También cabe señalar que el arte, en cierto sentido, refleja la particularidad de cada cultura siendo la esencia de esta el mismo hombre.

De allí que la cultura sea un proceso que nos genere un tipo de conocimientos capaz de acercarnos. Por eso utiliza vías como contar el pasado, ver desde lejos para descubrir y así revelar los orígenes naturales para, una vez vinculado a ellos, proyectar un ideal de civilidad.

Por lo tanto, el humanismo se encuentra más ligado a una responsabilidad del ser humano con respecto a su pasado, esto es, obligado a retomar su forma natural y a situarse como un ser consciente y crítico en lo que ha desarrollado para revelar logros y errores, o por lo menos sería esa la idea en principio del quehacer cultural y del tipo de conocimiento que brinda.

Aquí podemos vislumbrar ideas que los románticos sacaron como sello, es decir la confianza en un ímpetu renovador, la pasión de luchar por nuevos ideales con una fe para encontrarse, naturalizarse con sus verdaderos impulsos interiores o vitales. Ahora bien, es el educador o sería mejor llamarlo facilitador quien debería servir de intermediario.

Un estimulador de nuevas experiencias, que en nuestro caso seria la estética, alguien que en un proceso de mediación y diálogo pretende presentar y discutir nuevos lenguajes; un profesional que educa al informar sobre las posibilidades que aparecen o que se tienen ocultas.

Y esto vale pues creemos que todos en su vida han tenido (aunque sea una vez) experiencias estéticas, y es que este tipo de vivencia no se agota y no está solamente ligada a la sensibilidad, al sentimiento y la emoción, también podemos vincularla al conocimiento, al intelecto, a la razón. Una posición de equilibrio es fundamental para pensar el proceso de educación estética, una idea ya reflexionada por el autor Schiller. La finalidad entonces sería buscar despertar y ampliar en cada individuo el descubrimiento subjetivo del placer, en cuanto principio transformador de la vida.

En Venezuela tenemos un caso que goza de cierta fama y proyección, estamos hablando del maestro Abreu. Nacido en Valera (Trujillo) hace sesenta y dos años, José Antonio Abreu comenzó desde muy temprana edad una carrera musical que lo llevaría a ser director de orquesta y tener la oportunidad de estar al frente de las más importantes orquestas del país.

Es fundador y director del Sistema Nacional de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela, una red que ha logrado incorporar a la música a un gran número de niños y jóvenes de todo el país; además de proporcionarle a los más pequeños una oportunidad para obtener una formación integral.

Colocamos este ejemplo pues quizá se acerque a la teoría propuesta por Friedrich Schiller quien concuerda con Abreu al recalcar “la importancia de la educación musical al comparar las Orquestas con una comunidad en la que los chicos aprenden a establecer lazos de solidaridad” (El Universal, 12-12-2006)

De hecho, su labor humanística lo llevo a recibir el premio (entre otros tantos) UNICEF de los Niños 2005, por haber dedicado su vida a la tutela de los niños y haber contribuido a través de la música, a la integración social y al mejoramiento de la calidad de vida de los jóvenes.

Calidad devenida por una educación brindada por la música. Recordemos lo que apuntaba Schiller la educación estética prefigura al hombre entero, ella no concierne únicamente el lado racional, comprende los dos, ella reemplaza la discordia entre la naturaleza y la razón por la armonía.

Usamos el ejemplo de la música al parecernos el arte más directo -a pesar de su abstracción- que conoce el hombre. También reconocemos como Arte aquello que es capaz de llevarnos a la esencia de las cosas y esa esencia es eterna y no temporal. De allí que también se utilice como herramienta de educación moral. Los sistemas religiosos saben de este poder de transformación que trae la música.

No obstante, este desarrollo o transformación en la personalidad no puede ser exclusivo de aquellos que cultivan la experiencia estética. Todos podemos beneficiamos, en no escasa medida, de las posibilidades que nos ofrece tal experiencia en orden a clarificar por dentro las leyes de nuestro desarrollo personal. Y conocer estas leyes o constantes es decisivo para nuestra formación humana.

De allí la necesidad de este tipo de educación para lograr ese desarrollo. Sólo a través de una visión holística de la vida podemos descubrir el lugar que ocupa el hombre en la Naturaleza, su destino y su mejor manera de actuar para hacer surgir lo más elevado que lleva en su interior.

Conclusión

La estética de Schiller (aunque hay que considerarse que ésta no aparece como un riguroso sistema filosófico sino como una serie de reflexiones que aparecen en cartas y diversos artículos sueltos) tiene lineamientos para expresarse pedagógicamente.

Lo vimos con las Cartas sobre la educación estética donde se quiere conferir una utilidad a las obras estéticas. Todo esto se desarrollo en una sucesión de argumento amparados por el principio criticista (influencia de Kant) que luego Schiller volvió normativo, ideal, educacional en explicaciones ingeniosas tales como: el arte como juego.

Ahora bien, lo que nos hace ver el filósofo es que no se trata de hacer opción entre la razón y la emoción, sino de trabajar por una razón que abandone la pretensión de ser universal y totalizante, al tiempo de considerar que la sensibilidad también tiene aspectos racionales y generadora de conocimiento. Al intervenir desde esta perspectiva, la educación estética anda lejos de ser dogma, sino de un proceso para estimular oportunamente las experiencias.

Es pertinente comprender la estética no como una disciplina rigurosa y férrea, ni como una teoría inútil: ella es una teoría no-normativa que puede contribuir al esfuerzo de observación y creación. Ella resulta solamente válida al margen de su realidad y de su existencia concreta (incluso cuando las obras son abstractas).

Y aún más, ella debe estar siempre abierta para observar y procurar interpretar lo nuevo. Esto no solamente como exigencia científica, sino como opción ideológica que permite aceptar lo diferente y la diversidad. Recordemos además, que no existe un público (en su totalidad) homogéneo.

De allí que la Estética no puede funcionar como un discurso de pocos para pocos, ya que ella no puede ser represora, restrictiva ni servir para separar la cultura de la vida cotidiana. Todo lo contrario: la estética —como señala Schiller- nos debe unir a la vida y despertar lo humano.

El compromiso de esta educación es con los individuos, en la medida que dicha educación los haga sensibles -que es una forma de mejora- es fundamental para el esbozo de una colectividad más justa. El “compromiso” del arte no es el de determinar la construcción de esas subjetividades, pero incomodar los patrones establecidos al presentar nuevas miradas, representaciones y nuevas formas de obtener placer.

Según Schiller, la experiencia estética de la belleza exhuma un instinto hasta ahora desconocido, no cultivado, que surge de la superación de los dos instintos iníciales que dividen al hombre. Esto último seria la función del arte visto como actividad lúdica (análogamente, no como juego por mera diversión) capaz de unir esos dos estadios.

Referencias bibliográficas:

• Abbagno, N. (1995) Diccionario de filosofía. México, FCE
• Cultura (12-12-2006) Venezuela capital mundial de la música. (Versión electrónica) Diario El Universal. http://www.eluniversal.com/aniversario95/ti1_95a_01A472061.shtml
• Herbert, R. (1982) Educación por el arte. Barcelona, Paidós.
• Rodríguez Moreno, R. (1997) Apuntes sobre la belleza como vía hacía la razón. Trabajo para optar al grado de Magíster en Filosofía. Universidad de los Andes, Mérida.
• Schiller, F. (1 990) Kallias. Cartas sobre la educación estética del hombre (edición bilingüe) Barcelona, Anthropos.
• Schiller, F. (1994) Poesía filosófica (edición bilingüe) Madrid, Hiperión