"La filosofía no es el arte de consolar a los tontos ... su única tarea es la búsqueda de la verdad y destruir prejuicios."

Heráclito - Fragmentos



De su obra solo nos han llegado fragmentos a través de citas y comentarios de otros autores de la Antigüedad. Filósofo del devenir, afirmaba que todo fluye y está en perpetuo movimiento, si bien esta constante mutación no es un proceso arbitrario, sino algo establecido por la Razón universal (logos). El origen de este eterno devenir radica en la lucha de los contrarios (el calor y el frío, el día y la noche, etcétera), simbolizada por el fuego, principio elemental de la naturaleza.

1

Aunque esta Verdad sea eterna, no la comprenden los hombres ni antes de haber sabido de ella ni cuando se enteran por primera vez. Y aunque el universo se desenvuelve según esta Verdad, los hombres parecen no tener experiencia alguna [de ella] cuando se ejercitan en palabras y hechos semejantes a aquéllos cuya naturaleza contraria yo separo y explico aquí. Los demás hombres no se dan cuenta de lo que hacen despiertos, así como olvidan lo que hacen cuando duermen.

Verdad: así traducimos logos. El sentido de esta palabra en Heráclito ha sido objeto de infinitas interpretaciones. Las equivalencias más usuales son las que siguen: palabra; razón, en el sentido de relación, medida, patrón universal; ley lógica del mundo o ley del devenir universal; realidad; verdad. Según Guido Calogero, en un ensayo publicado en el Giornale critico della filosofia italiana (1936), en Heráclito no se han diferenciado todavía las esferas ontológica, lógica y lingüística, de manera que logos significa para él, a un tiempo, palabra, verdad y realidad. Este triple sentido se hallaría confirmado en el fragmento 72. Ahora bien: no siendo posible, como en el caso del fragm. 1, encontrar en castellano un vocablo que exprese la totalidad de los sentidos del logos heraclíteo, hemos elegido la palabra Verdad, señalada por Calogero como una de las tres interpretaciones posibles, valiéndonos de su carácter multívoco, el cual le permite adaptarse al contexto de las diversas expresiones en que aparece empleada por Heráclito, con excepción del fragm. 39, donde hemos traducido por renombre y en los fragms. 97 y 108 donde hemos puesto, sencillamente, palabra. Ver el excelente trabajo de Heidegger: “Logos. Sobre el fragmento 50 de Heráclito”

Las versiones consultadas de este fragmento difieren notablemente. Hemos seguido las interpretaciones más fundadas: El Logos, la Verdad de que habla Heráclito en su libro, existe desde siempre, y el universo (traducimos así el griego todo o todas las cosas) se ajusta, se conforma, en su devenir, a esta Ley, a esta Palabra, a esta Verdad. Pero los hombres no la conocen, no se hacen cargo de ella, y así cuando hablan y obran proceden como inexpertos, a causa de su ignorancia. Heráclito distingue, separa y expone en su libro la naturaleza contraria, contradictoria, de esas palabras y esos hechos, y la explica en él. A causa de no conocer el Logos, que es verdad universal (v. fragm. 2), los hombres —despiertos o dormidos— ignoran lo que hacen.

2

Es necesario entonces seguir lo que es común. Pero aunque esta Verdad sea común, la muchedumbre vive como si tuviese una inteligencia individual.

Común: es decir, universal. Es necesario obrar de acuerdo con la Verdad universal, conforme con la realidad de los hechos. Los hombres ignorantes obran en cambio, arbitrariamente, de acuerdo con su opinión personal, subjetiva, carente de validez (cfr. fragm. 89).

La muchedumbre: los más, el vulgo; en Heráclito tiene siempre un sentido despectivo. "Los fragmentos que atacan a la multitud son muy numerosos. Adviértase la oposición, característica en Heráclito, entre el sabio que medita sobre el Universo y vive armoniosamente con él, y la multitud inconsciente. Pero sería cometer un singular error ver, en este desprecio, el desprecio por el hombre en general. Heráclito solamente manifiesta el orgullo y la exaltación del trasmundo que descubre. Con qué ternura, en cambio, se inclina sobre los hombres que buscan su camino, por ej., en los fragms. 44, 75 y 116".

3

El sol, grande como el pie de un hombre.

Grande como: es decir, del tamaño de.

4

Si la felicidad consistiese en las satisfacciones del cuerpo, entonces diríamos que los bueyes son felices cuando encuentran hierbas para comer.

5

En vano tratan de purificarse lavándose con sangre, como si quien se metió en el barro con barro se limpiara. ¡Insensato parecería aquél que observara tal acción! Y aun dirigen sus plegarias a las imágenes de la divinidad, como si se pudiese hablar con las paredes, sin procurar conocer la naturaleza de los dioses y de los héroes.

6

El sol es nuevo cada día. [No cesa de ser eternamente nuevo.]

El agregado es de Aristóteles.

7

Si todas las cosas se volviesen humo, las conoceríamos por la nariz.

Las conoceríamos: las distinguiríamos.

8

Los contrarios concuerdan, la discordancia crea la más bella armonía, [que todo se produce por la discordia].

9

En verdad, los asnos preferirían la paja antes que el oro.

10

Uniones: completo e incompleto, convergente [y] divergente, consonante [y] discordante, y del todo lo uno y de lo uno, todo.

11

[Los animales, ellos también, salvajes o domésticos, tanto los que vuelan como los que viven sobre la tierra o en el agua, nacen, crecen y mueren según las leyes divinas que los gobiernan.] Así, todo lo que se arrastra sobre la tierra está sujeto a los golpes [del látigo]

Del látigo: agregado propuesto por Gigon para interpretar el fragmento.

12

En los ríos donde aquéllos se sumergen, fluyen nuevas y nuevas aguas. [Y las almas se yerguen de lo húmedo.]

Aguas siempre distintas corren sobre aquéllos que se bañan en los mismos ríos. Y las almas, como vapores, se exhalan, se levantan de la humedad.

13

[No conviene al hombre de excepción] deleitarse en el barro.

El hombre de excepción: es decir, el mejor, el más noble (cfr. fragms. 29, 49, 104).

14

[¿A quiénes profetiza Heráclito?] A aquéllos cuyo polo es la noche, a los magos, a los posesos, a las bacantes, a los iniciados. [Es a ellos a quienes amenaza con el más allá, es a ellos a quienes profetiza el fuego.] Porque se hacen iniciar sin verdadera devoción en los misterios practicados por los hombres.

15

Si no fuese por Dionisos el cortejo y en honor suyo el himno fálico, cometerían gran sacrilegio. Uno son Hades y Dionisos, y por él deliran y por él celebran la vendimia.

La vendimia: la fiesta de Dionisos.

16

[El hombre escapará tal vez al fuego sensible, jamás al fuego inteligible.] ¿Cómo ocultarse de aquello que nunca se pone?

17

La muchedumbre no medita sobre nada de lo que le ocurre, y aun si se le enseña no comprende: imagina comprender.

La muchedumbre: los más, el vulgo, siempre en sentido despectivo. Spengler interpreta: la mayoría no considera los hechos que advierte, ni los comprende, pero procede como si los comprendiera.

18

Si no esperas, no encontrarás lo inesperado, que es inescrutable e inaccesible.

19

Hombres, que oyen y hablan y saben.

20

Una vez que nacieron, quieren vivir y tener su destino mortal, antes de hallar el reposo. Y dejan tras sí hijos para que tengan otros destinos mortales.

21

Muerte es cuanto vemos despiertos, sueño cuanto vemos en sueños [y cuanto vemos muertos, vida].

La frase entre corchetes es un complemento de Diels.

22

Los que buscan oro cavan mucho, poco encuentran.

23

No conocerían el nombre de Diké si no ocurriesen estas injusticias.

Diké: la Justicia.

24

Dioses y hombres honran a los caídos en el combate.

Los muertos por Ares, los caídos en batalla.

25

Las mayores muertes alcanzan las mayores suertes.

Suertes: destinos, recompensas

26

En la noche, el hombre para sí mismo enciende su lámpara y muere. Vivo, toca la muerte cuando duerme, y cuando sus ojos se apagan y despierta, toca su ser que duerme.

Este fragmento oscuro es interpretado así por Gigon: Al dormir en la oscuridad de la noche, el hombre se enciende una luz interior en el ensueño, y aun viviendo, linda con su muerte, así como el despierto con el dormido.

27

A los hombres aguarda después de la muerte algo que no esperan ni imaginan.


28

Aquél cuyo parecer es el más celebrado, no conoce ni observa más que opiniones. Pero Diké, por cierto, alcanzará a los artesanos de mentiras y a sus testigos.

29

Hay un solo favor que los mejores prefieren a los otros: la gloria inmortal en vez de la perecedera. Pero a la muchedumbre le basta con saciarse como animales.

Los mejores: igual que en el fragm. 13, los hombres de excepción, los nobles de espíritu. La gloria inmortal: la gloria que flota siempre, como una nave sobre las aguas. La muchedumbre: los más, el vulgo. Animales: ganado, bestias.

30

Este mundo, el mismo para todos los seres, no lo hizo ninguno de los dioses ni de los hombres, sino que fue siempre, es y será, fuego siempre vivo que con mesura se enciende y con mesura se apaga.

Mundo: cosmos, orden universal. El fuego se enciende y se apaga con mesura, es decir, según medidas, por períodos.

31

Transformaciones del fuego: primera, el mar, del mar una mitad tierra, y la otra niebla ardiente. [Y las transformaciones del mar se miden también de acuerdo con esta Verdad, que existía antes de hacerse tierra.]

Niebla: vapor ardiente, "préster". Traducido también como huracán. Verdad: "Logos". Se ha hecho notar que el aire no es mencionado por Heráclito entre los elementos.

32

Sólo lo Uno, la única Verdad, quiere y no quiere ser llamado con el nombre de Zeus.

Verdad: "Logos", aquí traducido también como sabiduría.

33

También se llama ley seguir la voluntad de aquello que es Uno.

34

[Los que carecen de inteligencia] no comprenden aunque escuchen: son como los sordos. A ellos se aplica el proverbio: "Presentes, están ausentes".

35

Es necesario que los amantes de la sabiduría tengan conocimiento de un vasto dominio.

Los amantes de la sabiduría: los filósofos. Tengan conocimiento: sean entendidos, expertos.

36

Para las almas es muerte volverse agua, para el agua es muerte volverse tierra, pero de la tierra se hace el agua, y del agua, el alma.

37

Los cerdos se limpian en la basura, las aves de corral en el polvo o en la ceniza.

38

[Heráclito afirma que] Tales fue el primer astrónomo.

39

[Alabanza de Heráclito, el exigente:] "En Priene nació Bías, hijo de Teutamos, cuyo renombre supera al de los otros".

Renombre: "Logos", aquí fama y valer

40

Un saber múltiple no enseña la sabiduría. Si no, la hubiera enseñado a Hesíodo y a Pitágoras, a Jenófanes también, y a Hecateo.

41

No hay más que una sola sabiduría: conocer la Razón que timonea el universo a través del universo.

Razón: "gnomen", mente, razón cósmica. Timonea: gobierna, dirige. A través de: penetrando en.

42

Homero merece que se le expulse de los juegos públicos, y aun apaleado, y también Arquíloco.

43

Es necesario apagar la ira con más rapidez que un incendio.

Ira: también insolencia, presunción, envanecimiento.

44

Es necesario que el pueblo defienda su ley tanto como sus murallas.

45

Por mucho que camines, no encontrarás los límites del alma: tan profunda es su Verdad (Logos)

Por mucho que camines: por mucho que recorras los caminos. Verdad: "Logos", aquí vale también por disposición, formación (Teichmüller), organización, medida (v. fragm. 115), esencia de la naturaleza del alma, noción de ella que se expresa por el nombre (Calogero).

46

[Llamo a] la presunción un mal sagrado [y al ver de los ojos una mentira].

47

No conjeturemos acerca de lo más elevado por [el azar de] las apariencias.

48

El nombre del arco es vida, su obra muerte.

Heráclito juega con la acentuación de la palabra "bíos", la cual, según aquélla, significa en griego arco o vida. Los juegos de palabras son frecuentes en Heráclito.

49

Uno, para mí, diez mil, si es un hombre de excepción.

Un hombre de excepción: un hombre noble, óptimo, de los mejores.

49a

Entramos y no entramos en el mismo río, somos y no somos.

Entramos: descendemos, nos sumergimos.

50

Si se atiende a la Verdad (Logos), y no a mí, sabio será reconocer que todo es uno.

51

Ellos no comprenden cómo los contrarios se funden en la unidad: armonía de tensiones opuestas como la del arco y la lira.

52

El tiempo es un niño que se divierte, que juega con los dados: de un niño es el reino.

53

El conflicto (Pólemos) es padre y rey del universo: a unos hizo aparecer como dioses y a los otros como hombres: hizo a los unos libres y esclavos a los otros.

El conflicto: "pólemos", la guerra.

54

La armonía oculta es mejor que la manifiesta. [En ella el dios, mezclando las diferencias y las diversidades, las ocultó y sumergió.]

55

De cuantas cosas hay prefiero aquéllas que pueden ser vistas, oídas, aprendidas.

56

Los hombres se engañan en cuanto al conocimiento [del mundo visible], como Homero, quien fue el más sabio de los griegos pero que se dejó engañar por unos niños que mataban pulgas y le dijeron: lo que encontramos y tomamos no lo tenemos, lo que no encontramos ni tomamos lo tenemos.


57

Maestro de la muchedumbre es Hesíodo: creen que era suyo el saber más grande, cuando ni siquiera conocía el día y la noche, que son uno.

58

Uno son el bien y el mal. Los médicos, por ejemplo, que cortan y queman por todas partes a los enfermos, que los atormentan cruelmente, les reclaman honorarios que no reciben con justicia, ya que la virtud de sus remedios actúa tan dolorosamente como la enfermedad.

59

En el batán, el camino del tornillo es recto y es curvo, y es uno y el mismo.

Este fragmento se refiere probablemente a la bomba en espiral llamada comúnmente "tornillo de Arquímedes". Heráclito advierte que el movimiento de la espiral puede descomponerse en otros dos: uno rectilíneo y otro circular.

60

El camino que sube y el que baja son uno y el mismo.

61

El agua del mar es la más pura y la más impura: para los peces, potable y saludable; para los hombres, impotable y funesta.

62

Inmortales los mortales, mortales los inmortales, cuando viven de la muerte de aquéllos y mueren de la vida de éstos.

63

Desde allí, ellos se elevan y se convierten en los custodios vigilantes de vivos y de muertos.

64

El rayo timonea el universo.

Timonea: gobierna, igual que en el fragm. 41.

65

[El fuego,] necesidad y hartura.

Necesidad: defecto. Hartura: exceso.

66

Sobrevendrá el fuego, [juzgará e] incendiará todas las cosas.

67

Dios es día [y] noche, invierno [y] verano, guerra [y] paz, saciedad [y] hambre. Cambia de forma en forma tal como el fuego mezclado con perfumes toma su nombre según el gusto de cada uno de ellos.

67a

Así como la araña, en el centro de su tela, tan pronto como una mosca rompe uno de los hilos, lo advierte y acude velozmente, como si le doliera ver destruida la perfección de su obra, de manera semejante el alma, cuando una parte del cuerpo ha sido herida, se precipita allí, incapaz de soportar la lesión del cuerpo al que está tan firme y armoniosamente unida.

68

[Los sacrificios son] remedios [eficaces contra los grandes males. Ellos liberan a las almas condenadas, desde su origen, al azar].

69

Dos clases de sacrificios se distinguen: aquéllos de los hombres perfectamente puros, y los otros.

70

[Opiniones humanas:] juegos de niños.

71

Es necesario acordarse también de aquél que olvida adónde lleva el camino.

72

Disienten de la Verdad, si bien están en continuo trato con ella. Y lo que el día les trae, les parece extraño.

Verdad: "Logos". Según Calogero, el empleo de tal palabra en este fragmento confirma su teoría de la confusión de las tres esferas (v. nota al fragm. 1).

73

La ola del sueño no debe refluir sobre nuestros actos ni sobre nuestras palabras.

74

[No vivas] como el niño que recibe la herencia del padre: [según la baldía tradición].

75

Los hombres, en su sueño, trabajan y ayudan al devenir del mundo.

76

Vive el fuego de la muerte de la tierra, y el aire vive de la muerte del fuego; vive el agua de la muerte del aire, y de la muerte del agua vive la tierra.

77

Placer y muerte es la humedad para las almas. De su muerte vivimos, de nuestra muerte viven.

78

La índole humana está privada del conocimiento, pero no la divina.

79

El hombre parece a la divinidad tan pueril como el niño al hombre.

80

Hay que saber que la guerra es común, que la justicia es lucha, y que según lucha y necesidad el universo se produce.

81

Método retórico: arte de conducir a la matanza.

82

El más bello de los monos es feo comparado con el hombre.

83

El más sabio de los hombres, comparado con la divinidad en cuanto a sabiduría, belleza y demás virtudes, parece un mono.

84a

Transformándose, [el fuego] descansa.

84b

Es fatiga y sufrimiento servir a amos que no cambian.

85

Difícil es luchar con el corazón. Y es el alma (psique) la que debe pagar por sus deseos.

Duro es luchar contra el corazón (tymos) . Lo que quiere lo adquiere a expensas del alma (psique).

86

[El conocimiento de la divinidad] se nos escapa casi por entero porque no creemos en ella.

87

El tonto suele dejarse asombrar por cualquier palabra.

Tonto: el hombre necio, vacuo. Asombrar: atolondrar. Palabra: "logos". Aquí vale como palabra (Teichmüller).

88

Uno son en nosotros vida y muerte, vigilia y sueño, juventud y vejez. Porque estas cosas, al cambiar, son aquéllas, e inversamente, aquéllas al cambiar son éstas.

89

Los hombres, cuando están despiertos, tienen un mundo único y común. [En el sueño, cada uno se vuelve a su propio mundo.]

90

El fuego se cambia por todas las cosas y todas las cosas por el fuego, así como el oro por las mercancías y las mercancías por el oro.

91

No es posible bañarse dos veces en el mismo río, ni tocar dos veces una sustancia perecedera en el mismo estado, porque ella, por el ímpetu y la rapidez de sus transformaciones, se dispersa y se reúne de nuevo, se acerca y se aleja del ser.

92

La Sibila, profiriendo con sus delirantes palabras sin gracia, sin adorno y sin perfume, [atraviesa con su voz mil años], a causa del dios que está en ella.

93

El rey al cual pertenece el Oráculo que está en Delfos, no habla ni oculta nada: indica por signos.

El rey: el señor.

94

Helios no rebasará sus medidas. De hacerlo, las Erinias, que sirven a Diké, sabrían descubrirlo.

Helios: el Sol. Rebasará: traspasará. Que sirven a: ministras de. Descubrirlo: encontrarlo. Las Erinias aseguran la regularidad de los movimientos del Sol.

95

Es mejor ocultar nuestra ignorancia [pero es difícil hacerlo en el ocio y junto al vino].

96

Hay que deshacerse de los cadáveres con más razón que del estiércol.

97

Los perros ladran a quienes no conocen.

98

Las almas huelen el reino de Hades.

Huelen: husmean.

99

Si no hubiese Sol sería de noche a pesar de los demás astros.

100

[El Sol suscita las variaciones visibles] y las estaciones, portadoras de dones.

101

Me he buscado a mí mismo.

101a

Los ojos son testigos mejores que las orejas.

102

Para el Dios, todas las cosas son bellas y buenas y justas. Son los hombres quienes tienen a unas por justas y a otras por injustas.

103

En la periferia de un círculo, comunes son principio y fin.

104

¿Dónde están entonces su inteligencia y su cordura? Se dejan persuadir por cantores callejeros y tienen por maestra a la muchedumbre, sin tener en cuenta que la muchedumbre es mala y que los menos son los mejores.

Cantores callejeros: los rapsodas. Los mejores: igual que en los fragmentos 13, 29 y 49.

105

Homero era astrólogo.

106

Un día es como otro cualquiera.

Rechaza Heráclito la oposición de Hesíodo entre días faustos e infaustos.

107

Los ojos y las orejas son malos testigos para los griegos: porque tienen un alma bárbara.

108

De cuantos me han querido explicar con palabras, ninguno ha llegado a conocer que la sabiduría está separada del universo.

Explicar con palabras: aquí la palabra "logos" equivale a análisis, explicación (Teichmüller), dar razones.

109

Es mejor ocultar nuestra ignorancia [que hacer ostentación de ella].

110

De nada valdría a los hombres que sus deseos fueran cumplidos.

111

La enfermedad hace dulce la salud, y así el mal el bien, el hambre la saciedad, y la fatiga el descanso.

112

Pensar rectamente es la máxima virtud, y la verdadera sabiduría consiste en hablar y actuar de acuerdo con la naturaleza.

113

El pensar es común.

Común: universal (v. fragm. 2)

114

Para hablar con inteligencia es necesario apoyarse en lo que es común, así como una ciudad en su ley, y mucho más firmemente aún. Porque todas las leyes humanas proceden de una, divina, y ésta impera tanto cuanto quiere y basta al universo, y aun le excede.

115

De alma es la Verdad (Logos) que se acrecienta a sí misma.

Verdad: "Logos". El logos pertenece al alma, al fuego que se acrecienta a sí mismo.

116

Al alcance de los hombres está el conocerse a sí mismo y ser sabios.

117

El hombre ebrio es llevado por un niño; titubea, sin saber adónde va, porque su alma está húmeda.

Nótese la relación del alma con el fuego, ya señalada en los fragmentos 36 y 84, y que aparece también en el frag. que sigue.

118

El alma seca es la mejor y más sabia.

119

El carácter del hombre es su destino.

Carácter (ethos): índole, comportamiento. Destino (daimón): se trata aquí del demonio o genio que acompaña a cada hombre y que personifica su destino.

120

Alrededor de la Osa giran el alba y el crepúsculo. Frente a ellos, el dominio del brillante Zeus.

Dominio: la palabra jónica "oúros", empleada por Heráclito, significa dominio y también montaña. También se ha traducido como horizonte. La interpretación del fragmento es muy controvertida.

121

Los efesios harían bien en ahorcarse todos juntos y abandonar la ciudad a los niños. Han desterrado a Hermodoro, el hombre más precioso entre ellos, diciendo: "Que nadie sobresalga entre nosotros. Si hay alguno, que vaya a vivir en otra parte y con otros".

122

[¡Vacilante] aproximación!

123

La naturaleza gusta ocultarse.

Gusta: también traducido como suele. Ocultarse: esconderse.

124

En su origen, el cosmos más bello es algo así como un montón de basuras tiradas al azar.

125

El brebaje compuesto se descompone si no se lo agita.

"El brebaje a que alude este fragmento es el Cyceón, descrito en La Ilíada como un compuesto de cebada, queso rallado y vino de Prammos. Circe, en La Odisea, le agrega miel verde y drogas mágicas. En el himno homérico a Ceres, es una mezcla de harina, agua y amapolas"

125a

Ojalá la riqueza no os abandone, efesios, para que con ella podáis algún día comprender vuestra maldad.

126

El frío se calienta, el calor se hiela, la humedad se deseca, la aridez se humedece.



Heráclito y los filósofos de la naturaleza

Nació en Éfeso, colonia jónica del Asia Menor, de familia real, contemporáneo de Parménides , vivió ca. 536 y 470 a. C. Desde el 546 toda Jonia estaba sometida a los persas; sus ciudades, menos Éfeso, se unieron para sublevarse contra esta dominación, y fueron cruelmente castigadas por Darío . Tal vez estos hechos, que Heráclito debió vivir de cerca, y su origen noble, influyeron en su personalidad, pesimista, distanciada y altiva, que desprecia el vulgo y no quiere intervenir en la política; y se reflejan en su obra en prosa, conocida después con el título Sobre la Naturaleza (Peri Physeos), de la que se conservan fragmentos, escrita en un estilo breve y brillante, lleno de imágenes, sentencioso y difícil, que le ha valido el sobrenombre de «oscuro» o enigmático. En ella se encuentra por primera vez una investigación sobre el hombre y una concepción del sentido de la vida humana, entreverados en la doctrina sobre el universo.

Heráclito es una figura aislada (los llamados heracliteanos serán posteriores y separados en el tiempo). En él culmina la especulación de los milesios: la investigación naturalista de éstos se convierte en Heráclito en una sabiduría humana. Además de su doctrina cosmológica general (2), el pensamiento más personal de Heráclito se desarrolla alrededor de tres temas diferentes, que mantienen entre sí una unidad indudable, aunque difícil de comprender: la guerra (3), la unidad de todas las cosas (4) y su perpetua fluencia y relatividad (5). En todos ellos está presente la Razón o Sabiduría universal, Logos, y en cierta medida el Fuego, que Heráclito, dentro del sentido de la especulación milesia y presocrática en general, establece como el principio, arjé, de todas las cosas .

2. Cosmología

La cosmología de Heráclito tiene muchos rasgos milesios; pero a éstos se añaden otros propios, como el desprecio hacia la investigación razonada, minuciosa y exacta, y hacia el hecho de aprender muchas cosas, y la preferencia por la intuición inmediata: «Los ojos son mejores testigos que los oídos» (Diels, FVS, 2213, fragmento 45). De aquí proceden las imágenes de su cosmología, que no rebasan mucho lo mítico y suponen una regresión hacia formas primitivas de pensamiento.

3. La guerra y la armonía de los contrarios

«La guerra (Pólemos) es el padre y el rey de todas las cosas» (o. c., fr. 53); éste es el principio que encabeza la filosofía de Heráclito El nacimiento y conservación de los seres se debe a un conflicto de contrarios que se oponen y mantienen entre sí. Ninguno de los filósofos anteriores había concebido la oposición de los contrarios con tal generalidad. A las palabras de Homero «ojalá pueda terminar la discordia entre los dioses y entre los hombres», Heráclito contesta: «Hornero no se percata de que ruega por la destrucción del universo; si su plegaria fuera escuchada perecerían todas las cosas» (o. c., A22). El concepto de la vida y del mundo como lucha será muy universal: se encontrará, con significaciones diversas, en la S. E. (p. ej., lob 7,1; N. T. passim), en la filosofía dialéctica (Hegel, Marx...) y en las doctrinas biológicas (evolucionismo, Nietzsche...) . Este fecundo conflicto es al mismo tiempo armonía de fuerzas que actúan en dirección opuesta, como las que mantienen tensa la cuerda de un arco o de una lira (o. c., fr. 51). Así se limitan y acoplan los contrarios, tanto simultáneos en el espacio como sucesivos en el tiempo, a la vez armoniosos y discordantes: el día y la noche, el invierno y el verano, la vida y la muerte, el exceso y la escasez, la saciedad y el hambre. Cualquier exceso de un contrario que sobrepasa la medida asignada es castigado por la muerte y corrupción: si el sol desborda sus límites y no se pone a la hora marcada por el destino, su fuego lo quemará todo. La armonía es mantenida por la justicia (Diké), a cuyo servicio están las Furias (Erinnias) vengadoras. Resuenan aquí los acentos de Hesíodo y Píndaro, y sobre todo la doctrina de Anaximandro . Esta armonía de contrarios en lucha, ley única que todo lo domina, es la Razón o Sabiduría universal, Logos. De aquí procederá una escuela médica de heracliteanos; hecho frecuente de aplicación de doctrinas cosmológicas a la medicina, porque la idea de que el hombre es un microcosmos es una de las más comunes y extendidas en aquel tiempo.

4. La unidad de todas las cosas

La armonía de los opuestos supone la unidad fundamental, que constituye el significado del contraste mismo. Lo que resulta de dos contrarios es uno. Los opuestos no pueden mantenerse sino mediante la unidad que subyace a la oposición y la hace posible, que los envuelve y limita el uno con el otro. Así, lo que es opuesto une, lo que diverge unifica. El arco y la cuerda de la lira reúne y aprieta las extremidades opuestas. Cuando esta armonía de contrarios en lucha se considera, no en dos opuestos determinados, sino en todo el universo, resulta la unidad de todas las cosas La unidad surge de todos los opuestos, y a su vez de ella salen todos ellos. Pero no se trata de una unidad idéntica, que excluya la discordia, la lucha y la oposición; no es la síntesis de los opuestos, la conciliación, la superación del contraste, que anularía su oposición. Es más bien la unidad que subyace a la oposición y la hace posible, que sólo puede darse entre cosas opuestas en tanto que opuestas, que vincula los opuestos sin identificarlos, sino precisamente oponiéndolos. También aquí se advierten analogías con el proceso de separación de los contrarios en la unidad del Infinito indeterminado de Anaximandro. En la Edad Moderna reaparecerá, sin duda con profundas diferencias, en la filosofía de Hegel .

La armonía de los contrarios en lucha es unidad: éste es el gran descubrimiento de Heráclito, su enseñanza fundamental. En cierto sentido esa unidad es la de la sustancia primordial, que Heráclito identifica con el fuego. «Este mundo, el mismo para todos los seres, no lo ha creado ninguno de los dioses ni de los hombres; sino que ha sido siempre, es y será un fuego eternamente vivo, que se enciende según un orden regular y se apaga según un orden regular» (o. c. fr. 30). Es elegido como principio por ser la materia más sutil y menos corporal. Pero Heráclito se interesa menos de la sustancia de las cosas que de la regla, el pensamiento, el logos. La unidad, la sustancia primordial y el fuego mismo es sobre todo ley única suprema, Razón o Sabiduría universal, Logos. Se han dado muchas y diversas interpretaciones sobre el sentido de este Logos. Parece que designa la razón en tanto que es elemento común a todos los seres, porque contiene las leyes que rigen el mundo: el individuo, la comunidad de los hombres y el universo entero. Sería en cierto modo la comunidad del pensamiento universal, la sabiduría que es una, la voz de la razón; y a la vez el ser mismo del mundo, al que constituye y gobierna. No es un Dios personal como causa extrínseca trascendente; es Dios como la unidad y realidad misma del mundo «que quiere y no quiere ser denominada Dios» . La verdadera religión consiste para Heráclito en fundirse con el Logos: en fundir el pensamiento individual con el pensamiento universal.

Esta doctrina es presentada como una sabiduría recóndita, difícil de adquirir, que el hombre vulgar, incapaz de comprender las cosas que encuentra, no reconoce. A pesar de haber escuchado al Logos, los hombres se olvidan tanto en las palabras como en las obras, de manera que proceden despiertos como si estuviesen dormidos (o. c., fr. 1). No es la sabiduría aparente de quien sabe muchas cosas pero no comprende ninguna, la vana erudición acogedora de todas las leyendas. Heráclito desprecia lo que se refiere al vulgo: la religión popular, la veneración de imágenes, y sobre todo los cultos mistéricos con sus purificaciones mediante sangre, y los traficantes de misterios que entretienen la ignorancia de los hombres sobre el más allá. «Una sola cosa es la sabiduría, conocer la razón que gobierna todas las cosas a través de todas las cosas» (o. c., fr. 41). Esta sabiduría exige una larga y difícil investigación, porque «la naturaleza gusta de ocultarse» (o. c., fr. 123), como el Apolo de Delfos revela el porvenir, a la vez que lo oculta bajo palabras enigmáticas; «si no esperas, no hallarás lo inesperado, que es inaccesible y no se puede encontrar» (fr. 18); «los buscadores de oro excavan mucha tierra, pero encuentran poco» (fr. 22). Heráclito aborda por primera vez el problema mismo de la investigación, y es también el primero que utiliza la palabra filosofía en su sentido propio y como investigación: «Es necesario que los hombres filósofos sean buenos indagadores de muchas cosas» (fr. 35). La investigación se dirige a múltiples objetos (fr. 35), pero los reduce todos a la unidad (fr. 41), descubre la ley única; «para los que están en estado de vigilia, hay un solo y mismo mundo» (fr. 89). Como el Logos es Razón o Sabiduría universal, ley única del individuo, de la comunidad de los hombres y del universo entero, su descubrimiento exige penetrar en uno mismo (fr. 101), donde se encuentran profundidades insospechadas (fr. 45), en los demás hombres y en todo el mundo («Quien quiere hablar inteligentemente debe sacar fuerza de lo que es común a todos, como la ciudad saca fuerza de la ley y más aún. Ya que todas las leyes humanas se alimentan de una única ley divina y ésta domina todo lo que quiere, es suficiente para todo y todo lo supera», fr. 114; cfr. fr. 2). Ese descubrimiento será guía para la propia vida.

5. La perpetua fluencia y relatividad de las cosas

La armonía y unidad de los contrarios se realiza en el perpetuo fluir de todas las cosas, por el que Heráclito Manifiesta una gran sensibilidad. «No es posible descender dos veces al mismo río ni tocar dos veces una sustancia mortal en el mismo estado; a causa de la velocidad del movimiento todo se dispersa y se recompone de nuevo, todo viene y va» (o. c., fr. 91; cfr. fr. 12). El ser es inseparable de este continuo movimiento, el tiempo desplaza incesantemente las cosas, nada reposa sino cambiando; es decir: el movimiento no es algo sobreañadido, sino constitutivo del ser. Esta idea, cuya exageración fue criticada sobre todo por Aristóteles , tendrá muchos partidarios en la Edad Moderna, tanto en las ciencias como en la filosofía; entre los filósofos se pueden destacar a Hegel , Bergson y los actualistas en general.

La sustancia que sea principio, arjé, del mundo debe convenir a su incesante movilidad. Es el fuego, a la vez inestable en sí mismo y símbolo del devenir. «Con el fuego se intercambian todas las cosas y el fuego se intercambia con todas ellas, así como el oro se intercambia con las mercancías y las mercancías con el oro» (o. c., fr. 90). Todo nace y evoluciona según que el fuego, eternamente vivo, se vaya avivando o apagando. El Logos determina la medida exacta de esas transformaciones. La idea del gran año, que sería respecto a la vida del mundo lo que una generación es respecto a la vida del hombre (idea que se remonta hasta la civilización babilónica), que terminaría con la conflagración universal o reabsorción de todas las cosas en el fuego, a partir de la cual el mundo renacería de ese fuego, es quizá una falsa interpretación que los estoicos hicieron de Heráclito En efecto, el intercambio entre las cosas y el fuego, como entre las mercancías y el oro, parece implicar que no todo se reduce a fuego ni puede ser enteramente reabsorbido en él.

A la sensibilidad de Heráclito por la mutabilidad de las cosas se une una sensibilidad semejante por su variedad, que determina la relatividad de las opiniones. Cada cosa, en efecto, sometida incesantemente al cambio, es distinta en cada momento que se la considere; y es también distinta según sea el ser que la considere. De aquí procede una visión irónica de los contrastes, que manifiesta en las cosas lo contrario de lo que en un principio parecían. «Los cerditos se complacen en revolcarse en el lodo, lo cual es sucio para los hombres. Los pájaros se lavan en el polvo o en la tierra» (o. c., fr. 37). «Para los asnos la paja es preferible al oro» (fr. 9). «El agua del mar es la más pura y la más impura. Para los peces es potable y saludable, para los hombres perjudicial» (fr. 61). Los monos más hermosos son deformes si se comparan con los hombres. El hombre más sabio, con respecto a Dios, no es sino un mono.

6. Heráclito y los heracliteanos

«Todas las intuiciones de Heráclito tienden hacia una doctrina única de singular profundidad; todos sus contrastes se encuentran en un contraste único: lo permanente o Uno y lo cambiante no se excluyen entre sí; antes al contrario, es en el cambio mismo, en la discordia -pero en un cambio medio y en una discordia reglamentada-, donde se encuentran lo Uno y lo permanente. Heráclito tuvo la intuición de que la sabiduría consiste en descubrir la fórmula general, la razón, logos de este cambio» (E. Brehier, Historia de la Filosofía 1, 5 ed. Buenos Aires 1962, 260). Su celebridad procede sobre todo de haber puesto en una luz enteramente nueva la noción de la ley dominante del devenir. Heráclito es, sin duda, uno de los más grandes presocráticos, sólo superado, tal vez, por Parménides de Elea. Sus ideas reaparecerán a lo largo de la historia. Pero su influjo inmediato en Platón y Aristóteles se realiza a través de los llamados heracliteanos -especialmente de Cratilo, maestro de Platón-, que exageran su doctrina y la presentan de un modo unilateral, como un movilismo extremo. Esto influye en la valoración que Platón y Aristóteles hacen de Heráclito, que tanto habría de influir después. De Heráclito se retiene casi tan sólo al movilista absoluto que negó la permanencia de las cosas (a); a partir de aquí su doctrina se entiende también como negación del principio de no contradicción (b) y como relativismo y escepticismo (c).

a) Platón hace una viva pintura de los heracliteanos o movilistas del s. v y principios del iv, su propio maestro Cratilo y los discípulos de éste, en el Cratilo y el Teeteto. «A fuerza de dar vueltas buscando la naturaleza de los seres, éstos han llegado a sentir vértigo; y, en consecuencia, les parece que las cosas dan vueltas, arrastradas en un movimiento universal. Ellos no atribuyen esta manera de ver a esta anomalía por la que se ven afectados, sino a la misma naturaleza de las cosas; según ellos, no hay en las cosas nada permanente ni fijo; se escurren o fluyen y se mueven, y están completamente llenas de movimiento y de devenir» (Cratilo, 4116-c). Pero no se preocupa de distinguir esta doctrina de la del propio Heráclito Es Platón quien nos ha trasmitido como sentencia de Heráclito: «Todo pasa y nada permanece» (ib. 402a). En consecuencia, los heracliteanos niegan toda discusión y hasta toda palabra, bajo pretexto de que las discusiones y las palabras suponen la subsistencia de las cosas de que se discute; son, por tanto, hostiles a la filosofía dialéctica: «De cualquier cosa que hablemos, nada puede decirse con fijeza: se nos va de repente en ese su fluir característico» (Teeteto, 182d). Aristóteles conserva la misma imagen: «Además, viendo toda la naturaleza sujeta al cambio y que no podían comprobar nada de lo que estaba sujeto a movimiento o mutación, concluyeron que, acerca de lo que siempre cambia, era imposible comprobar verdad ninguna. Partiendo de esta manera de juzgar las cosas, se extendió sobre todo la opinión de los que pretendían ser seguidores de Heráclito; así ocurrió, por ejemplo, con Cratilo, que llegaba a juzgar que no era conveniente decir nada y se contentaba con mover un dedo y echaba en cara a Heráclito el haber dicho que no era posible sumergirse dos veces en el mismo río, pues él creía que no era posible hacerlo ni una sola vez» (Metafísica, IV,5,1010a8-15). «Y esto porque creía que la verdad de la cosa que quería enunciar pasaba antes de que acabara la frase (...). Antes incluso de que entre por primera vez, el agua del río fluye y llega otra. Y así también, no sólo no puede el hombre hablar dos veces de la misma cosa antes de que cambie su disposición, sino ni siquiera una sola vez» (S. Tomás de Aquino, !n duodecim libros Metaphysicorum Aristotelis commentaria, lib. 4, lect. 12, n° 684).

b) A la negación del principio de no contradicción sólo se refiere Aristóteles. «Es imposible, en efecto, que alguien crea que una cosa puede ser y no ser al mismo tiempo, como algunos pretenden decía Heráclito. Aunque no es necesario que uno piense siempre aquello que dice» (Met. IV,3,1005b22-24). Aquí sólo se indica que esa negación era atribuida a Heráclito Pero más adelante Aristóteles lo da por un hecho: «El mismo Heráclito, si alguien le hubiera interrogado de esta manera que hemos dicho, se habría visto obligado a admitir que nunca es posible que, respecto de un mismo ser y simultáneamente, sean verdaderas dos proposiciones contrarias. Mientras que, al no entender él mismo qué es lo que decía, sostuvo esta opinión» (ib. X1,5,1062a31-35). En Heráclito se encuentran, desde luego, expresiones que, tomadas a la letra, sugieren es interpretación: «Descendemos y no descendemos al mismo río, somos y no somos» (Diels, FVS, 22B, fr. 49); «en nuestra esencia fluyente somos y no somos» (ib.); «día y noche son una misma cosa» (fr. 57); «lo que hay en nosotros es siempre uno y lo mismo: vida y muerte, velar y dormir, juventud y vejez; ya que cada uno de estos opuestos, al cambiar, es el otro y, a su vez, este otro es, al cambiar, aquél» (fr. 88). Pero parecen más bien sólo expresiones paradójicas del devenir y de la unidad de los contrarios en lucha.

c) «Acerca de lo que siempre cambia era imposible comprobar verdad alguna» (Aristóteles, Met. IV,5,1010a9). «Lo que está en continuo flujo no puede ser captado con certeza, porque deja de ser antes de que sea discernido por la mente» (S. Tomás de Aquino, Sum. Th. 1 q84 al). Al no haber nada fijo en la naturaleza, no hay en ella nada determinadamente verdadero. Se habrá de considerar, pues, verdadero, lo que aparece a cada uno en cada momento, porque en el momento siguiente ya es distinto. Esto conducirá al relativismo historicista, a la imposibilidad de señalar una verdad permanente e inmutable. Así lo interpreta Aristóteles. Y según esta interpretación, la filosofía de Heráclito condiciona el escepticismo cosmológico de Sócrates y el sentido de toda la especulación de Platón. «Platón se familiarizó desde niño con la mentalidad de Cratilo y fue partidario de la doctrina de Heráclito, según la cual todos los objetos sensibles están en una continua fluencia y no hay sobre ellos ciencia alguna posible; esta opinión la conservó más tarde. Por otra parte, puesto que la doctrina de Sócrates no se extiende de ninguna manera al estudio de la naturaleza total, sino que se mantiene tan sólo en la esfera de lo moral, aunque en este terreno tendiera a la investigación de lo general y fuera el primero que tuvo la idea de dar definiciones de las cosas, Platón, aprobando la manera de pensar de Sócrates en su búsqueda primaria de lo general, pensó que las definiciones deberían recaer sobre toda clase de seres que no fuesen los seres sensibles, ya que era realmente imposible dar una definición común a una serie cualquiera de seres sensibles, que siempre están en mutación. Y así llamó ideas a estos seres; todas las cosas sensibles quedaban fuera de ellas y recibían en ellas sus nombres, porque gracias a su participación de las ideas, los objetos de un mismo género recibían así un mismo nombre» (Met. 1,6,987a32-b8).

Surge de este modo en Platón y Aristóteles, por influjo de los heracliteanos, un Heráclito movilista absoluto y negador del principio de no contradicción. Heráclito y Parménides se oponen desde entonces como símbolos de dos actitudes extremas puras enfrentadas polémicamente, aunque lo más probable es que ni siquiera hayan conocido sus obras respectivas. Pero incluso bajo esta interpretación el influjo de Heráclito es considerable en la formación de los sistemas de Platón y Aristóteles.

Bibliografía

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