"La filosofía no es el arte de consolar a los tontos ... su única tarea es la búsqueda de la verdad y destruir prejuicios."

Manifiesto por la Tierra



Preámbulo

Muchos movimientos artísticos y filosóficos han producido manifiestos proclamando verdades que, para sus autores, eran tan ostensibles como sus manos de cinco dedos. Este manifiesto también afirma verdades evidentes por sí mismas, tan obvias para nosotros como el maravilloso entorno de cinco componentes --tierra, aire, agua, fuego/luz-solar y organismos-- en el cual vivimos, nos movemos y desarrollamos nuestra existencia. El manifiesto está centrado en la Tierra, desplaza los valores de referencia de la humanidad hacia la ecósfera circundante, esa red de estructuras y procesos orgánicos, inorgánicos y simbióticos que constituye nuestro planeta.

La ecósfera es la matriz originaria de vida que envuelve a todos los seres, entrelazada íntimamente con ellos en la historia de la evolución desde el comienzo del tiempo. Los seres vivos están constituidos por aire, agua y sedimentos que, a su vez, son portadores de huellas orgánicas. La composición del agua de mar es regulada por organismos que también estabilizan la impredecible atmósfera. Plantas y animales generaron las rocas calcáreas de las montañas cuyos sedimentos forman nuestros huesos. Las falsas divisiones que hemos establecido entre viviente y no-viviente, biótico y abiótico, orgánico e inorgánico, han puesto en riesgo la estabilidad y el potencial evolutivo de la ecósfera.

El experimento desarrollado por la humanidad durante 10.000 años consistente en un modo de vida a expensas de la naturaleza, con su culminación en la globalización económica, está desfalleciendo. Una de las razones primarias de este hecho es haber colocado la importancia de nuestra especie por encima de todo lo demás. Hemos considerado erróneamente a la Tierra, sus ecosistemas y su miríada de componentes orgánicos e inorgánicos como simples proveedores, valorizados solamente cuando sirven a nuestras necesidades y deseos. Es urgente un cambio valiente de actitudes y actividades. Los diagnósticos y prescripciones para sanar la relación entre los seres humanos y la Tierra se cuentan por miles, pero aquí nos concentramos en la idea que creemos fundamental para el éxito de todas las demás. Una nueva visión del mundo anclada en la ecósfera planetaria señala el camino para avanzar.

Declaración de convicciones

Todos buscamos el significado de la vida o convicciones abarcadoras que adoptan diversas formas. Muchos confían en afirmaciones de fe que ignoran o descartan la importancia de este mundo, sin atribuir ningún sentido profundo al hecho de ser nacidos de la Tierra y sustentados por ella a lo largo de nuestras vidas. En la actual cultura industrial dominante, la Tierra como hogar no es una percepción evidente por sí misma. Pocos se detienen diariamente a considerar con un sentido de admiración la matriz envolvente de la cual provenimos y a la cual, al final, todos volvemos. Porque somos parte de la Tierra, las armonías de sus territorios, mares, cielos e incontables hermosos organismos poseen ricos significados aún escasamente comprendidos.

Estamos convencidos de que mientras la ecósfera no sea reconocida como el espacio común indispensable para todas las actividades humanas, las personas continuarán colocando sus intereses inmediatos en primer lugar. Sin una perspectiva ecocéntrica, con valores y propósitos basados en una realidad mucho mayor que la de nuestra sola especie, no será posible solucionar los actuales conflictos políticos, económicos y religiosos. Mientras el enfoque estrecho sobre las comunidades humanas no se amplíe hasta incluir los ecosistemas de la Tierra --los espacios locales y regionales en donde habitamos-- los programas de modos de vida sanos y sostenibles fracasarán.

Un apego confiado a la ecósfera, una empatía estética con la naturaleza circundante, un sentimiento sobrecogedor ante el milagro de la Tierra Viviente y sus misteriosas armonías son el patrimonio de la humanidad insuficientemente reconocido. Retomada con afecto, nuestra conexión con el mundo natural comenzará a llenar el vacío de las vidas transcurridas en el mundo industrializado. Y resurgirán importantes propósitos ecológicos que la civilización y la urbanización han oscurecido. El objetivo es la restauración de la diversidad y la belleza de la Tierra, con nuestra pródiga especie actuando, una vez más, como un miembro cooperativo, responsable y ético.

Principios centrales

Principio 1. Para la humanidad, la ecósfera es el valor central
Principio 2. La creatividad y la productividad de los ecosistemas de la Tierra dependen de su integridad
Principio 3. La historia natural confirma la visión global centrada en la Tierra
Principio 4. La ética ecocéntrica se funda en la conciencia del lugar que ocupamos en la naturaleza
Principio 5. Una visión ecocéntrica del mundo valoriza la diversidad de los ecosistemas y culturas
Principio 6. La ética ecocéntrica actúa en favor de la justicia social

Principios de acción

Principio 7. Defender y preservar el potencial creativo de la Tierra
Principio 8. Reducir el tamaño de la población humana
Principio 9. Reducir el consumo humano de las partes de la Tierra
Principio 10. Promover la gobernanza ecocéntrica
Principio 11. Difundir el mensaje

¿Por qué este manifiesto?

Este manifiesto está centrado en la Tierra. Es exactamente ecocéntrico, que significa centrado en el lugar que nos acoge, en lugar de biocéntrico, que significa centrado en los organismos. El propósito del mismo es extender y ahondar la comprensión de las personas sobre los valores primarios --de gestación y sostenibilidad de la vida-- del Planeta Tierra, la ecósfera. El manifiesto se compone de seis principios centrales que delinean los deberes de la humanidad con la Tierra y los ecosistemas geográficos abarcados por el planeta. Es ofrecido como una guía para el pensamiento ético, el comportamiento y las políticas sociales.

Durante el último siglo se han producido avances en las actitudes científicas, filosóficas y religiosas hacia los componentes no-humanos de la naturaleza. Celebramos los esfuerzos de aquellos cuya sensibilidad ante el proceso de deterioro de la Tierra los hizo volcarse hacia el exterior, hacia el reconocimiento de los valores de territorios, océanos, animales, plantas y otras criaturas. Aún así, la ausencia de una filosofía ecocéntrica común ha hecho que gran parte de esta buena voluntad se dispersara en un centenar de direcciones. Y ha sido neutralizada y tornada ineficaz por la única y muy arraigada creencia cultural --dada por garantida-- que asigna el valor principal al Homo sapiens y luego, en orden decreciente, a otros organismos según su relevancia con respecto al primero.

La percepción reciente de que la Tierra, la ecósfera, es un objeto de valor supremo ha surgido de estudios cosmológicos, la hipótesis Gaia, imágenes de la Tierra desde el espacio y, especialmente, de la comprensión ecológica. La realidad ecológica central para los seres vivos --en torno a 25 millones de especies-- es que todos son terrícolas. Ninguno podría existir sin el planeta Tierra. El misterio y el milagro llamado vida es inseparable de la historia de la evolución, la composición y los procesos de la Tierra. Por lo tanto, la prioridad ética se desplaza de la humanidad hacia la Tierra-hogar que la incluye. El manifiesto expone lo que, creemos, es un paso esencial hacia una relación sostenible entre los seres humanos y la Tierra.

Principios centrales


Principio 1. Para la humanidad, la ecósfera es el valor central

La ecósfera, el globo terráqueo, es la fuente generadora de la creatividad evolutiva. Los seres vivos surgieron de los ecosistemas orgánicos e inorgánicos del planeta: primero las células bacteriales y más adelante esas complejas confederaciones de células que son los seres humanos. Por consiguiente, los ecosistemas dinámicos, presentes en forma compleja e interrelacionada en todas las partes de la ecósfera, superan en valor e importancia a las especies que contienen.

La realidad y el valor de la existencia ecológica o exterior de cada persona han atraído escasa atención si se lo compara con el profuso pensamiento filosófico dedicado a la esencia interior de la humanidad, la concepción más reciente e individualista que aparta la atención de las necesidades ecológicas y descuida la importancia vital de la ecósfera. Extendida a la sociedad como una preocupación exclusiva por el bienestar de las personas, este homocentrismo (antropocentrismo) es la doctrina egoísta de una especie destructiva del mundo natural. El biocentrismo que extiende la simpatía y la comprensión hacia otros seres más allá de la raza humana constituye un avance ético, pero su alcance es limitado. No consigue apreciar la importancia de la realidad ecológica circundante como un todo. Si no se presta atención a la prioridad de la Tierra-como-marco, el biocentrismo retorna fácilmente hacia un homocentrismo chauvinista dentro del cual el ser humano es considerado habitualmente como el mejor y más sabio de todos los animales. Enfatizando la ecósfera como principal sistema originario de vida, en lugar de un mero soporte de ésta, el ecocentrismo proporciona el modelo al cual debe recurrir la humanidad para orientarse en el futuro.

Los seres humanos somos expresiones concientes de las fuerzas procreadoras de la ecósfera. Nuestra experiencia vital individual es inseparable del aire, el agua y la tierra calentados por el sol y del alimento que otros organismos proveen. Al igual que otros seres vivos nacidos de la Tierra, hemos sido "puestos a punto" a través de una larga evolución, con sus resonancias, sus ciclos rítmicos, sus estaciones. Lenguaje, pensamiento, intuiciones --todos provienen directa o metafóricamente de nuestra existencia física en la Tierra. Más allá de la experiencia de la conciencia, toda persona es poseedora de una inteligencia, una sabiduría innata del cuerpo que, sin recurrir al pensamiento conciente, se ajusta para participar como una parte simbiótica de los ecosistemas terrestres. La comprensión de la realidad ecológica según la cual las personas son terrícolas traslada el centro de valores de lo homocéntrico para lo ecocéntrico, del Homo sapiens al Planeta Tierra.

Principio 2. La creatividad y la productividad de los ecosistemas de la Tierra dependen de su integridad

"Integridad" se refiere a totalidad, a unidad, a la capacidad de funcionar en plenitud. El patrón está dado, en su estado inalterado, por los ecosistemas de la naturaleza que reciben la energía del sol. Por ejemplo, una parcela productiva de la plataforma continental marina o un bosque pluvial templado en el tiempo previo al afincamiento, cuando los seres humanos eran primariamente recolectores. Aunque tales épocas están fuera del recuerdo, sus ecosistemas (tanto como los podemos conocer) proporcionan hasta hoy los únicos modelos conocidos para la sostenibilidad en la agricultura, la forestación y la pesca. Los graves problemas del presente en cada una de estas tres actividades industrializadas muestran los efectos del deterioro de la integridad, en particular, la pérdida de productividad y de atractivo estético en paralelo con la alteración continua de las funciones vitales de los ecosistemas.

La creatividad evolutiva y la productividad sostenida de la Tierra y sus ecosistemas regionales requieren la continuidad de sus estructuras y procesos ecológicos clave. Esta integridad interna depende de la preservación de las comunidades junto con sus innumerables formas evolucionadas de cooperación e interdependencia. Y también de intrincadas cadenas de alimentación y flujos de energía, de suelos no erosionados y del ciclo de vida de materiales esenciales como el nitrógeno, el potasio y el fósforo. Además, la composición natural del aire, los sedimentos y el agua es parte integral de la salud de los procesos y funciones de la naturaleza. La contaminación de estos tres elementos, junto con la extracción y explotación de los constituyentes inorgánicos y orgánicos, debilita la integridad de los ecosistemas y las leyes de la ecósfera, fuente de la vida en evolución.

Principio 3. La historia natural confirma la visión global centrada en la Tierra

La historia natural es la historia de la Tierra. Cosmólogos y geólogos hablan de los comienzos de la Tierra hace más de cuatro mil millones de años, de la aparición de pequeñas criaturas marinas en los primeros sedimentos, el surgimiento desde el mar de animales terrestres, la era de los dinosaurios, la evolución con influencias mutuas de los insectos, plantas con flores y mamíferos, de los cuales, en tiempos geológicos recientes, provienen los primates y el género humano. Compartimos material genético y un ancestro común con todas las otras criaturas que son parte de los ecosistemas de la Tierra. Estos sólidos conocimientos sitúan, sin lugar a dudas, a la humanidad en su contexto. Las historias de la evolución de la Tierra a lo largo de las eras geológicas rastrean nuestra coevolución con miríadas de organismos acompañantes por medio del acuerdo, y no sólo a través de la competencia. Los hechos de la coexistencia orgánica revelan los importantes roles desempeñados por el mutualismo, la cooperación y la simbiosis dentro de la gran sinfonía de la Tierra.

Los mitos e historias culturales que conforman nuestras actitudes y valores explican de dónde venimos, quiénes somos y adónde iremos en el futuro. Estas historias han sido fantasiosamente homocéntricas y/o ultramundanas. En contraste, el relato basado en evidencias y en una observación externa de la historia natural de la humanidad --surgida del polvo de las estrellas, dotada de vitalidad y sustentada por los procesos naturales de la ecósfera-- es no sólo verosímil sino también mucho más maravillosa que los mitos tradicionales centrados en el ser humano. Situando a la humanidad en su contexto, como un componente orgánico del globo terráqueo, el relato ecocéntrico también revela un propósito funcional y una finalidad ética, a saber, el componente humano puesto al servicio de la totalidad mayor de la Tierra.

Principio 4. La ética ecocéntrica se funda en la conciencia del lugar que ocupamos en la naturaleza
La ética se ocupa de las actitudes y acciones desinteresadas que fluyen de los grandes valores, o sea, del sentido de lo que es verdaderamente importante. Una apreciación aguda de la Tierra tiene como consecuencia un comportamiento ético hacia ella. La reverencia hacia la Tierra surge fácilmente en las experiencias al aire libre de la niñez y en la edad adulta es impulsado por la vida junto a la naturaleza, de tal manera que las formas de la tierra y el agua, de las plantas y animales, se vuelven familiares como relaciones de vecindad. La visión ecológica del mundo y la ética que encuentra sus valores de primer orden en la ecósfera extraen su fortaleza de la vida en el mundo natural y seminatural, el medio ambiente rural más que el urbano. La conciencia del lugar que ocupamos en este mundo provoca la admiración, el sobrecogimiento y la decisión de restaurar, conservar y proteger las antiguas bellezas y formas naturales de la ecósfera que han pasado la prueba del tiempo a través de las eras geológicas.

El Planeta Tierra y sus diversos ecosistemas con sus elementos básicos --aire, tierra, agua y cuerpos orgánicos-- circundan y alimentan a cada persona y a cada comunidad, dándoles vida y tomando de vuelta el regalo cíclicamente. La conciencia de sí mismo como un ser ecológico, alimentado por el agua y otros organismos, y como un animal inmerso en el aire, viviendo en la interacción productiva caldeada por el sol donde se encuentran la atmósfera y la tierra, trae un sentido de conexión y reverencia por la abundancia y la vitalidad del sustento de la naturaleza.

Principio 5. Una visión ecocéntrica del mundo valoriza la diversidad de los ecosistemas y culturas
La mayor revelación de la perspectiva centrada en la Tierra es la variedad y riqueza sorprendentes de los ecosistemas y de sus partes orgánicas e inorgánicas. La superficie de la Tierra presenta una diversidad de ecosistemas árticos, templados y tropicales de notable belleza estética. Dentro de este mosaico global, las diferentes variedades de plantas, animales y seres humanos dependen de las combinaciones de relieves, suelos, aguas y climas locales que los acompañan. La diversidad de los organismos, la biodiversidad, depende así del mantenimiento de la diversidad de los ecosistemas, la ecodiversidad. La diversidad cultural --una forma de biodiversidad-- es el resultado histórico de la adaptación por los seres humanos de sus actividades, pensamientos y lenguaje a ecosistemas geográficos específicos. En consecuencia, cualquier degradación o destrucción de los ecosistemas es un peligro y una desgracia tanto biológica como cultural. Una visión global ecocéntrica valoriza la diversidad de la Tierra en todas sus formas, las no-humanas tanto como las humanas.

Cada cultura humana del pasado desarrolló un lenguaje único, enraizado estética y éticamente en las imágenes, sonidos, fragancias, sabores y sentimientos de la parte singular de la Tierra que le servía de hogar. Esta diversidad cultural basada en los ecosistemas era vital para impulsar formas de vida sustentable en diferentes partes de la Tierra. En la actualidad, los idiomas ecológicos de los pueblos aborígenes y la diversidad cultural que representan, están tan amenazados como las especies de los bosques tropicales y por los mismos motivos: el mundo está siendo homogeneizado, los ecosistemas están siendo simplificados, la diversidad está declinando, la variedad se está perdiendo. La ética ecocéntrica se contrapone a la globalización económica actual que ignora la sabiduría ecológica que se encuentra incorporada en diversas culturas y las destruye en aras de beneficios de corto plazo.

Principio 6. La ética ecocéntrica actúa en favor de la justicia social

Muchas de las injusticias de la sociedad humana se asocian a la desigualdad y, como tales, son apenas un subconjunto de las mayores injusticias e inequidades causadas por los seres humanos sobre los ecosistemas y especies de la Tierra. Con su amplio sentido de comunidad, el ecocentrismo enfatiza la importancia de la interactividad de todos los componentes de la Tierra, incluyendo muchos cuyas funciones están muy lejos de ser conocidas. Se reafirma así el valor intrínseco de todas las partes de los ecosistemas orgánicos e inorgánicos sin inhibir su uso cuidadoso. La norma es "Diversidad con Igualdad": una ley ecológica basada en el funcionamiento de la naturaleza que brinda una directriz ética para la sociedad humana.

Los ecologistas sociales critican con justicia la organización de jerarquías internas en las culturas que discrimina a los desposeídos, en especial a las mujeres y las niñas y niños pobres. El argumento de que el avance hacia formas de vida sustentable será imposible mientras el progreso cultural no desahogue las tensiones originadas por la injusticia social y la inequidad de género es correcto hasta cierto punto. Le falta tener en consideración que la rápida degradación en curso de los ecosistemas de la Tierra aumenta las tensiones entre los seres humanos y, al mismo tiempo, cancela en forma anticipada posibilidades tanto para una vida sustentable como para la eliminación de la pobreza. Los problemas de la injusticia social, aunque importantes, no pueden ser resueltos si no se detiene la hemorragia de los ecosistemas, poniendo fin a las filosofías y actividades homocéntricas.

Principios de acción

Principio 7. Defender y preservar el potencial creativo de la Tierra

Los poderes creadores de la ecósfera se manifiestan a través de sus ecosistemas geográficos resilientes. Por lo tanto, como primera prioridad, la filosofía ecocéntrica convoca con urgencia a la preservación y restauración de los ecosistemas naturales y sus especies componentes. Salvo las colisiones con cometas y asteroides que pudieran destruir el planeta, la creatividad evolutiva de la Tierra continuará por millones de años, obstaculizada sólo en aquellos lugares donde los seres humanos han destruido ecosistemas enteros mediante el exterminio de especies o el envenenamiento de los sedimentos, el agua y el aire. La extinción vil de partes de la ecósfera elimina para siempre hebras de la red orgánica, disminuyendo la belleza de la Tierra y el potencial para la emergencia futura de ecosistemas únicos con sus consiguientes organismos, posiblemente algunos de sensibilidad e inteligencia superiores a la humana.

"La primera ley del arreglo inteligente es salvar todas las partes " (Aldo Leopold - Sand County Almanac). Las acciones que destruyen la estabilidad y la salud de la ecósfera y sus ecosistemas necesitan ser identificadas y condenadas públicamente. Entre las actividades humanas más destructivas se encuentran el militarismo y sus gastos grotescos, la extracción de materiales tóxicos, la manufactura de venenos biológicos en todas sus formas, la agricultura industrial, la pesca y la forestación industriales. Si no son detenidas, este tipo de tecnologías letales, justificadas como necesarias para proteger a ciertas poblaciones humanas, para enriquecer intereses corporativos específicos y satisfacer antojos humanos más que necesidades, conducirán incluso a mayores desastres ecológicos y sociales.

Principio 8. Reducir el tamaño de la población humana

Una causa primaria de la destrucción de los ecosistemas y la extinción de las especies es la pródiga población humana, que excede largamente los niveles de sostenibilidad ecológica. La población humana total, situada ahora en 6.500 millones de personas, aumenta a un ritmo inexorable de 75 millones por año. Cada ser humano adicional es un "usuario" del medio ambiente en un planeta cuya capacidad de alimentar a todas sus criaturas está físicamente limitada. En todos los territorios, la presión demográfica continúa socavando la integridad y la capacidad de reproducción de los ecosistemas terrestres, fluviales y marinos. Nuestra monocultura humana está sobrecargando y destruyendo las culturas plurales de la naturaleza. En cada país es necesario disminuir el tamaño de la población humana mediante la reducción de la natalidad.

La ética ecocéntrica que valoriza la Tierra y sus evolucionados sistemas por encima de las especies condena la aceptación social de la fecundidad humana ilimitada. La actual necesidad de reducir la población es mayor en los países ricos donde el uso per cápita de energía y materiales de la Tierra es mayor. Un objetivo razonable es volver a los niveles de población anteriores al uso generalizado de los combustibles fósiles, o sea, mil millones de personas o menos. Esto se logrará ya sea por medio de políticas inteligentes o, inevitablemente, por plagas, hambrunas y guerras.

Principio 9. Reducir el consumo humano de las partes de la Tierra

La principal amenaza a la diversidad, la belleza y la estabilidad de la ecósfera es la apropiación ininterrumpida de los bienes del planeta para uso humano exclusivo. Tal apropiación y uso abusivo, justificado a menudo por el crecimiento excesivo de la población, constituye un saqueo de los medios de vida de otros organismos. La visión homocéntrica egoísta según la cual los seres humanos tienen derechos exclusivos sobre todos los componentes de los ecosistemas --aire, tierra, agua, organismos-- es inmoral. A diferencia de las plantas, los humanos somos heterótrofos (que se nutren de otros seres) y debemos matar para alimentarnos, vestirnos y resguardarnos, pero esto no significa poseer licencia para el saqueo y el exterminio. El consumo acelerado de componentes vitales de la Tierra es una receta segura para la destrucción de la biodiversidad y la ecodiversidad. Las naciones ricas pertrechadas con tecnologías poderosas son las principales responsables de este proceso y, por tanto, las más calificadas para reducir el consumo y compartir los bienes con aquellos cuyos estándares de vida son más bajos, pero ninguna nación está libre de culpa.

La ideología mercantil del crecimiento ilimitado debe ser abandonada, junto con las perversas políticas industriales y económicas que la usan de fundamento. La tesis sobre 'Los límites del Crecimiento' es sabia. Un paso razonable hacia el fin de la expansión económica expoliadora es el fin de los subsidios públicos a las industrias que contaminan el aire, la tierra o el aire y/o que destruyen organismos y suelos. Una filosofía de la simbiosis, del vivir satisfechos como miembros de las comunidades de la Tierra, asegurará la restauración de los ecosistemas productivos. Las líneas directrices de las economías sostenibles son cualitativas y no cuantitativas. "Conserva la salud, la belleza y la estabilidad de la tierra, el agua y el aire, y la productividad se cuidará sola" (E.F. Schumacher - Lo pequeño es hermoso).

Principio 10. Promover la gobernanza ecocéntrica

Las concepciones homocéntricas de gobernanza que estimulan la sobreexplotación y la destrucción de los ecosistemas de la Tierra deben ser sustituidas por aquellas que sean favorables para la sobrevivencia e integridad de la ecósfera y sus componentes. Es necesario que los defensores de las estructuras y funciones vitales de la ecósfera se conviertan en miembros influyentes de los órganos de gobierno. Estos "ecopolíticos", conocedores de los procesos de la Tierra y de la ecología humana, darán voz a los sin voz. En los actuales centros de poder, '¿quién habla por los lobos?' y '¿quién habla en nombre de los bosque pluviales templados?' Estas cuestiones tienen un significado más que metafórico: revelan la necesidad de salvaguardar legalmente a los diversos componentes no-humanos de la ecósfera.

Es necesario promulgar un cuerpo de leyes ambientales que confiera valor legal a las estructuras y funciones vitales de la ecósfera. En los órganos de gobierno de cada país deben ser elegidas o designadas personas ecológicamente responsables, procuradores o representantes que actuarán oportunamente como defensores de los ecosistemas y sus procesos fundamentales cuando éstos se vean amenazados. Los problemas se decidirán sobre la base de preservar la integridad de los ecosistemas, en lugar de las ganancias económicas. Con el correr del tiempo, como consecuencia de la filosofía ecocéntrica, surgirán nuevos marcos legales, de políticas y de administración para sostener y guiar los métodos ecocéntricos de gobierno. La implementación a largo plazo será necesariamente lenta y paso a paso, a medida que las personas vayan probando las formas prácticas de representar y asegurar la salud esencial de los componentes no-humanos de la Tierra y sus ecosistemas.

Algunos antecedentes históricos

Este manifiesto ofrece un marco unificador para el pensamiento ético-ambiental precedente que, aunque mayormente biocéntrico, posee tendencias ecocéntricas. Veamos tres ejemplos:

a) La Plataforma de la Ecología Profunda (Deep Ecology Platform) elaborada en 1984 (levemente revisada en 2000) por Arne Naess y George Sessions. Si bien sus cuatro primeros principios indican una postura más biocéntrica que ecocéntrica, el Movimiento de la Ecología Profunda ha sido un abanderado de la creatividad de la naturaleza y de los que consideran que los organismos y ecosistemas naturales son de una importancia mucho mayor que la de simples proveedores de recursos para la humanidad.

b) La Carta Mundial de la Naturaleza aprobada por las Naciones Unidas en 1982. Aunque comienza bien, señalando que la vida depende del funcionamiento ininterrumpido de los sistemas naturales, luego enfatiza su utilidad para la humanidad como razón principal para cuidar de la Tierra.

c) La Carta de la Tierra , es un alegato ambiental digno de elogio. Los primeros dos principios - "Respeto y cuidado de la comunidad de vida" e "Integridad ecológica" - están loablemente puestos por delante de objetivos humanistas explícitos. Asocia el mantenimiento de la biodiversidad y la recuperación de las especies en peligro de extinción, a la protección de la Tierra y sus ecosistemas. En este manifiesto, ponemos el énfasis en los valores primarios de la Tierra por encima de todo.

Principio 11. Difundir el mensaje

Los que estén de acuerdo con los principios precedentes tienen el deber de difundir el mensaje a través de la educación y el liderazgo. La tarea urgente inicial es hacer tomar conciencia a las personas sobre su dependencia de los ecosistemas de la Tierra, así como sobre sus lazos con otras especies. Viene después un cambio hacia afuera, del homocentrismo al ecocentrismo, ofreciendo una norma ética exterior para la empresa humana. Un cambio de este orden debe indicar qué hacer para perpetuar el potencial evolutivo de esta hermosa ecósfera. Y debe revelar la necesidad de participar en las actividades de la sabia comunidad terrícola, en donde cada uno desempeña un rol personal en el sostenimiento de la maravillosa realidad circundante.

Este manifiesto ecocéntrico no es antihumano, aunque sí rechaza el homocentrismo chauvinista. La búsqueda de valores permanentes --una cultura de contemporización y simbiosis con este planeta viviente solitario-- propicia una perspectiva unificadora. La visión opuesta, mirando hacia el interior sin comprender el exterior, es tan peligrosa como lo son, claramente, las ideologías, religiones y sectas humanistas beligerantes. La difusión del mensaje ecológico, poniendo el énfasis en la realidad exterior compartida por la humanidad, abre un nuevo y promisorio camino hacia el entendimiento internacional, la cooperación, la estabilidad y la paz.