"La filosofía no es el arte de consolar a los tontos ... su única tarea es la búsqueda de la verdad y destruir prejuicios."

El problema de la esquizofrenia (1)





Lo cierto es que el esquizofrénico, en general, es mucho más honesto que el homo normalis, si aceptamos la derechura de expresión como indicio de honestidad. Todo buen psiquiatra sabe que el esquizofrénico es honesto hasta el punto de la molestia. También es lo que comúnmente se llama "profundo", es decir, está en contacto con los acontecimientos. La persona esquizoide ve a través de la hipocresía, y no la oculta. Posee una excelente aprehensión de las realidades emocionales, en marcado contraste con el homo normalis. Subrayo estas características esquizofrénicas a fin de que resulte comprensible por qué el homo normalis odia tanto la mentalidad esquizoide. La validez objetiva de esta superioridad del juicio esquizoideo se manifiesta en forma bien práctica. Cuando deseamos llegar a la verdad de los hechos sociales, estudiamos a Ibsen o a Nietzsche (ambos "enloquecieron"), y no los escritos de algún diplomático bien adaptado o las resoluciones de los congresos del partido, comunista. Encontramos el carácter ondulatorio y el azul de la energía orgónica en las maravillosas pinturas de Van Gogh, y no en ninguno de sus bien adaptados contemporáneos. Encontramos las características esenciales del carácter genital en los cuadros de Gauguin, y no en pintura alguna del homo normalis. Tanto Van Gogh como Gauguin terminaron psicóticos. Y cuando deseamos aprender algo acerca de las emociones humanas y de las experiencias humanas profundas, recurrimos como biopsiquiatras al esquizofrénico, y no al homo normalis. Ello se debe a que el primero nos dice con franqueza lo que piensa y lo que siente, mientras el homo normalis nada nos dice y nos obliga a excavar años enteros antes de sentirse dispuesto a mostrar su estructura interna. Por consiguiente, mi afirmación de que el esquizofrénico es más honesto que el horno normalis parece correcta.
Wilhelm Reich[1]

I. INTRODUCCIÓN

La esquizofrenia es una enfermedad desconocida no sólo para la inmensa mayoría, o casi toda la sociedad, sino también para científicos y profesionales que trabajan en alguna de las llamadas ciencias del hombre, incluso la filosofía. El Dr Jorge Luis Rovner ha publicado un informe sobre la esquizofrenia destinado a farmacéuticos, y esto me ha llevado a reflexionar sobre la poca información que tenemos los que trabajamos en las ciencias sociales sobre la enfermedad, aún cuando en la Organización Mundial de la Salud se la considera como una enfermedad bio-psico-social. Esta ausencia de información marca una deficiencia que puede estar instalada en distintos ámbitos: en el de la cultura, en donde todavía no se acepta al paciente que sufre trastornos mentales, y este rechazo se refleja en el desarrollo de las ciencias sociales, o bien por el paradigma dominante en estas ciencias que le impide desarrollar la información de manera tal que la sociedad pueda entender la enfermedad y a partir de ello desarrollar pautas que permitan reconocerla en las fases tempranas, o prodrómicas, en donde sólo el enfermo y su núcleo más cercano pueden detectarla. Aunque desde una mirada superficial se puede detectar que todavía la enfermedad mental es vergonzante, y a la vez estigmatizante y ello debido a los estereotipos instalados en el imaginario colectivo sobre la problemática de la locura. Hoy se puede afirmar que la idea de la "locura" como tradicionalmente se la concibe va camino a desaparecer, en tanto la mayor parte de los casos de demencia se trata de los estadíos terminales de la esquizofrenia, que debidamente tratada y con la consiguiente reconocimiento de la enfermedad por el paciente y su entorno social y familiar, es tratable y el paciente recuperable. Y ello es así, porque a la fecha, ninguna hipótesis sobre lesiones cerebrales ha sido confirmada y por el contrario, las autopsias realizadas a enfermos que han fallecido cursando demencia esquizofrénica da un cerebro neurológicamente normal. Desde el ámbito de las ciencias se observa que este problema está capturado por la psiquiatría y en el ámbito de la psiquiatría todavía está fuertemente instalado el paradigma positivista que propicia el desarrollo científico en forma de compartimentos estancos, a tal punto que hasta la psicología, ciencia que estudia la psique y sus procesos, sean patológicos o sanos, sólo se incluye en la competencia de la enfermedad como auxiliar de la psiquiatría. El psicoanálisis freudiano y sus variantes también se inscribe dentro del paradigma de las ciencias positivas, según lo plantea y analiza Jorge Saurí. Por otra parte, todavía se percibe un fuerte debate dentro de las ciencias "habilitadas" para entender en la problemática, a tal punto que desde la antipsiquiatría, corriente crítica de la psiquiatría que se ocupa de la problemática mental y sus patologías, se ha llegado a negar que exista una enfermedad llamada "esquizofrenia".[2]

Es oportuno hacer uso de un viejo dicho citado por Alan F. Chalmers: "comenzamos en la confusión y acabamos en una confusión de un nivel superior".[3] Y el nivel superior está garantizado porque partimos de la nada y siempre, desde este punto de partida, cualquier mínimo aporte, es algo. Si tan solo este trabajo generara rechazo, ya habría cumplido su cometido, que es el de instalar el problema de la esquizofrenia dentro del debate de las ciencias sociales.

Una de las preguntas que es necesario contestar en un primer momento es por qué es necesario involucrar a la esquizofrenia como un asunto de interés en las ciencias sociales. En primer lugar porque la magnitud de la población afectada ya la constituye en un hecho social: según la Organización Mundial de la Salud 7 de cada 10.000 adultos sufre de esquizofrenia, afecta a 24 millones de personas en el mundo, más del 50% de esta población no recibe tratamiento y el 90% de esta población se encuentra en los países periféricos.[4] No hay información técnica que nos pueda indicar cómo se lograron esos guarismos, por cuanto la información epidemiológica está ausente en los países centrales y más aún en nuestros países periféricos.


En un segundo lugar, debemos tener en cuenta que la enfermedad no sólo afecta a la persona que la sufre, sino que incide en el proyecto de vida de toda la familia, (padres, hermanos, esposa, hijos) por lo que los guarismos de personas afectadas hay que multiplicarlos por un número promedio, estimado, de miembros que componen el grupo familiar. Si bien la psiquiatría focaliza en el paciente, toda terapia necesita de la familia del enfermo, y por ende se han generado grupos de autoayuda, en algunos lugares estimulados por los centros de salud mental. La Organización Mundial de la Salud, como parte del programa "Iniciative of support to people diseabled by mental illness" ha publicado en su página web un trabajo en inglés "Schizophrenia, information for families" destinada a dar una guía para las organizaciones que se ocupan de armar esos grupos de ayuda familiares en donde explican la enfermedad y dan consejos a la familia para mejor sobrellevar esta enfermedad invalidante. A pesar de que la problemática es social no hay inclusión de las ciencias sociales en el tratamiento de la enfermedad. Aunque, es necesario aclarar, encontramos psiquiatras,y psicólogos, sociólogos y filósofos, que incursionan en análisis teóricos de la psiquiatría en general y de la esquizofrenia en particular desde una perspectiva social.[5]

Como tercer lugar tenemos el efecto de las migraciones sobre la salud mental. El informe de la OMS se indica que en las poblaciones migrantes aumenta la tasa de enfermedad, con lo que un asunto típicamente sociológico, como las migraciones y sus causas, pueden ser un factor para el desarrollo de la enfermedad. Pero también advierte el informe que puede deberse a la situación de enfermedad previa a la migración, y por el carácter inquieto del esquizénico es lo que lo impulsa a salir de su lugar de origen. No hay investigaciones al respecto que puedan dar una razón certera, pero de cualquier modo nos muestra que se trata de un hecho social.

En cuarto lugar uno de los síntomas que aparecen en todos los casos es el de la incapacidad para desarrollar un trabajo. El paciente no puede ganar su sustento, por lo que es dependiente de su familia. Esto ocasiona un problema económico, y a la vez el problema de subsistencia en el caso de que el paciente pierda la familia o se aleje de ella en forma voluntaria. Se cree que todos los vagabundos de Estados Unidos son esquizofrénicos. En los países periféricos, en donde vive el 90% de los que no tiene tratamiento, las condiciones sociales de quienes tienen la enfermedad son absolutamente desconocidas. En estas situaciones, no sólo se produce el agravamiento de la enfermedad, sino que la misma, al desarrollarse en un ambiente social opresivo y violento, puede desarrollar formas agresivas extremas. El trabajo es, obviamente, una temática social. Incluso desde la perspectiva de Gilles Deleuze y Guattari la alienación en el trabajo capitalista tiene una relación causal con la aparición de la esquizofrenia. La dominación capitalista es la causa de la esquizofrenia, y en ese eje Deleuze y Guattari y Guattari desarrollan su teoría basada en el esquizoanálisis que desarrollan en el "Antiedipo"[6]

En quinto lugar, el informe de la Organización Mundial de la Salud habla del desconocimiento de las causas de la enfermedad y dice que "si la causa es genética o medioambiental o una combinación de ambas, deberá ser probablemente acompañada de cambios en la anatomía, fisiología o bioquímica del cerebro". El ´término que utiliza es "environmental", es decir medio ambiente. Tendríamos que traducirlo como "medio social", que sería el concepto apropiado. Morton Schatzsman describe en "El asesinato del alma" sobre las pautas autoritarias de la educación alemana propuestas por el padre del Juez Schreber, caso emblemático de esquizofrenia estudiado por psiquiatras y psicoanalistas y que se desarrollará más adelante.[7]

Por último, el caso Nietzsche, cuya esquizofrenia es arto manifiesta, y como intelectual ha teorizado sobre temas que son parte de la sintomatología de la esquizofrenia, como por ejemplo a) desrrolla una teoría que podríamos llamar "ultraindividualista", que se corresponde con el autismo y la soledad, y que se expresa en la omnipotencia, la dominación, la crueldad y el gozo del sufrimiento del otro como manifestación de esa omnipotencia, todo ello que denota ausencia de afectividad o afectividad plana y el autismo típico de la esquizofrenia. b) El camino hacia la disolución del sí mismo, que expresa con la promoción social del suicidio como momento supremo del ser y que socialmente se traduce en el "vive peligrosamente", expresado reiteradamente en sus aforismos y aplicado luego en el nazismo y fascismo. c) La disolución del sí mismo y la incapacidad de construir un proyecto de vida se corresponde a la disolución del tiempo histórico y la exaltación del tiempo mítico y mágico expresado a través de la teoría del eterno retorno, d) la falta de voluntad que es síntoma muy generalizado de la esquizofrenia que según Bleuler corresponde a una afectividad desvastada y dentro del marco de la ambivalencia descripta por Bleuler puede aparecer el quiero-no quiero, y a la vez presencia de hiperbulia que en Nietzsche se traduce en "la voluntad de poder". Habla de ello a lo largo de toda su obra y lo expresa como teoría al final, meses antes de que irrumpiera la demencia esquizofrénica. Su teoría de la voluntad de poder en términos sociológicos significa la consagración de la dominación como única forma de relación social.


Todas estas ideas fueron plasmadas socialmente y políticamente en la Alemania nazi: el "vive peligrosamente" era un lema emblemático de los camisas negras y los nazis, la crueldad y la destrucción del otro, la exaltación del tiempo mítico y la "estampa"histórica[8] y la dominación como eje fundacional de toda construcción social. Pero también estas ideas se reflejan en el mundo globalizado y el capitalismo salvaje.[9] El escaso valor a la vida, el individualismo y desprecio del otro diferente, la exaltación del triunfalismo, de al violencia, de la omnipotencia. No se puede dejar de lado el mundo cultural en que vivió Nietzsche, en donde el romanticismo preconizaba todo lo que se puede identificar como indicadores de esquizofrenia. Este paralelismo como los síntomas de la esquizofrenia a nivel individual y una cosmovisión del mundo a nivel filosófico con estas premisas también es un tema que compete a las ciencias sociales. En el caso de Nietzsche sabemos que sufrió un colapso mental o ataque de demencia esquizofrénica a los 45 años, de la que no se recuperó jamás. Pero la esquizofrenia hoy se sabe que es una enfermedad crónica, a veces de un proceso silencioso, que puede durar muchos años. Gerd Huber, representante de la escuela fenomenológica de Karl Jaspers estima que entre los pródromos y la primera manifestación psicótica transcurren en promedio 3,3 años, con un extremo de dos meses a 35 años. A través de los datos brindados por biógrafos, sus textos filosóficos y sus cartas se puede estimar que su período prodrómico está más cerca del término extremo de 35 años.

La esquizofrenia, como enfermedad a nivel individual y a nivel epidemiológico, tiene causas y efectos directamente relacionadas con lo social, y ello es suficiente para que la sociología deba estar involucrada en la problemática de la salud mental. Claro que para esto debe haber cambios en los paradigmas científicos en la sociología y en la psicología-psiquiatría, en donde se aprecia que el paradigma positivista, con la división del trabajo tal como la promovía Durkheim, todavía está vigente en la ciencia. En este trabajo introductorio trataremos de reseñar algunos aspectos de la esquizofrenia desde distintos puntos de vista.

GENESIS DE LA ESQUIZOFRENIA.

El numen, o proceso de la disyunción de la que habla Deleuze y Guattari parece ser el patrón lógico del pensamiento esquizo A o B, en forma coexistente a pesar de su aparente contradicción. Si blanco también negro. Aparecen en el discurso ocupando distintos espacios en el papel y distintos momentos en el tiempo, pero co-existen en forma simultánea en la mente de quien lo piensa. No es una contradicción dialéctica, enmarcada en un proceso temporal. Está fuera del tiempo. Tampoco es un razonamiento lineal y causal, en tanto la relación causal entre efecto y causa, esta negada. No hay dialéctica, porque no hay tiempo y tampoco hay causalidad en el pensamiento ambivalente.

Bleuler consideraba a la ambivalencia como un síntoma característico de la esquizofrenia.¿Por qué aparece la ambivalencia en el discurso esquizo? ¿Por qué hay incapacidad de encadenar un proceso causal y temporal? ¿Es otro modo de pensar el mundo o es una regresión del logos al no-logos? Una de las hipótesis neurológicas hablan de la alteración de los niveles de dopamina y serotonina, que provocan la confusión en el pensamiento, la afectividad plana, etc. Y en esto casi no hay posibilidad de debate, pues es muy evidente que las nuevas drogas que actúan sobre los niveles de serotonina y dopamina tienen una efectiva acción sobre el pensamiento no-lógico del esquizo. Pero quedarnos con este estadío, con este nivel de tratamiento y resolución del problema de la esquizofrenia es caer en el simplismo del paradigma positivista y funcionalista de principios del siglo XX reforzado hoy por los paradigmas científicos vigentes, por el fuerte posicionamiento de intereses sectoriales (industria farmacéutica y sistemas privados de salud) y por las políticas gubernamentales para el tratamiento de la enfermedad.

¿Qué es lo que provoca la alteración en los niveles de serotonina y dopamina? La explicación simplista lo remite a factores genéticos, familiares, ambientales, etc. El freudismo ni siquiera acepta esto y remite la existencia de la esquizofrenia a explicaciones basadas en un mito que ha extrapolado de la historia griega arcaica, en momentos en que el romanticismo hacía furor a principios del siglo XX, y que por otra parte es un mito que configura la apología de la dominación patriarcal. No podemos negar que hay genética, hay serotonina, que hay patriarcado, y un montón de cosas más, en el fenómeno de la esquizofrenia.

Las hipótesis más frecuentes tiene como punto de partida el logos. El hombre logra a partir del desarrollo del pensamiento lógico causal una forma de dar respuesta a los interrogantes que le presenta su vivir en y con la naturaleza. Por el proceso de objetivación, problematización y resolución va encadenando problemas y resultados, en forma coetánea con el proceso de explicación mágica y teosófica a la vez. Los tres niveles de explicación (mágica, teosófica y lógica) evolucionan hacia la formación del pensamiento racional, el pensamiento mágico y el pensamiento religioso. En cada cultura, o en cada momento histórico, tendremos estos tres niveles de pensamiento, imbricados y coparticipando de un espacio temporal y geográfico.

En Occidente, el pensamiento racional llega a disociarse del pensamiento religioso y mágico, y el hombre percibe en el cosmos y en el devenir su propia finitud y su ínfima pequeñez. El pensamiento mágico y el pensamiento religioso lo sustraen de la angustia de la conciencia de su existir. Claro que para ello tiene que estar fuertemente trabado y profundamente enquistado en la cultura este tipo de pensamiento. En los momentos históricos en los que el pensamiento racional se despega del pensamiento mágico y religioso, aflora con más fuerza el logos, a través de la filosofía. A través de la filosofía como producto cultural, es decir social, global de una comunidad, se ha ido desarrollando distintas teorías (o filosofías) que apuntan a explicar y desarrollar ese logos. Desde la dialéctica socrática a la dialéctica marxista, la teoría del devenir de Heráclito que llega a nuestros tiempos en forma de diversas teorías contraponiéndose a la de Parménides, con las esencias, etc. La filosofía, es decir el logos desarrollado en una trama de concepciones filosóficas se suma al desarrollo del pensamiento mágico y del pensamiento religioso en la construcción de un entramado que tiende a proteger al ser frente a la angustia que provoca la autoconciencia del yo, de su individualidad y de su finitud.

El organicismo es una concepción ideológica, que tiene sus nutrientes en el período de mediados del siglo XIX, que es cuando se fundamenta y se "corporiza" en diferentes paradigmas: el evolucionismo darwiniano, el evolucionismo social de Spencer y el positivismo de Augusto Comte. Todas estas doctrinas tiene sus antecedentes históricos, pero lo que importa es que llega a nuestro tiempo con un aura científico cuando en realidad condensan un complejo entramado de supuestos culturales, creencias, y patrones ideológicos que se esconden tras un discurso racional y lógico. El doble discurso, aunque no se lo perciba, está. Por lo tanto el pensamiento ambivalente existe en el pensamiento racional de occidente. Volviendo al tema del organicismo, podemos sintetizar que el pensamiento filosófico se nutre de dos ideas fundacionales: por un lado la división del trabajo, que tiene sus raíces en el proceso de acumulación capitalista y desarrollo tecnológico y por otro, en aplicar el recurso analógico para entender los fenómenos sociales. En este caso, en el siglo XIX la analogía se aplica utilizando al cuerpo, o al organismo, mejor dicho, como esquema que se aplica sobre cualquier cuestión a analizar. La familia, la escuela, la fábrica, el sindicato, el Estado, son "cuerpos orgánicos" y como tales tienen una cabeza que dirige, unos brazos que ejecutan y unas piernas que constituyen un factor dinámico. Una variante del organicismo es el mecanicismo, que reemplaza al cuerpo por una máquina, y entonces nos aparece el feed-back o retro-alimentación, las conexiones y flujos, etc.

Otro proceso que se aplica, además de la analogía, es el de la segmentación. Como todo núcleo orgánico, se determinan sus límites, sus fronteras y se lo coloca en un punto de mira, en donde se pueda explorar y analizar. El objeto, o el proceso de objetivación requiere para su estudio aislar el objeto. Por lo tanto, cada objeto orgánico es analizado en forma separada de los otros objetos de su mismo género. En una segunda instancia es incorporado a su medio de pertenencia, y analizada sus relaciones con el entorno. Mediante ese procedimiento de delimitación, extrapolación, análisis, re-integración al entorno o contexto se trata de describir, analizar comprender, explicar, lo que se pretende conocer.

El organicismo, como proceso analógico en la medicina se aplica con mayor intensidad, pues el objeto de estudio es el cuerpo humano, es un organismo, por lo que la ideología que conlleva el cientificismo positivista y evolucionista se hace fácil de transpolar. La segmentación también se hace fácil, pues el cuerpo de un humano es individuo en dos sentidos: como unidad fácilmente segmentable de su entorno y además como individuo en el sentido político o social del término. Luego el proceso de reintegración a su núcleo de pertenencia es fácil, en tanto la unidad universalmente reconocida como núcleo de pertenencia primario es la familia, unidad social básica consagrada por el positivismo y toda la cultura judeocristiana. Cuando hablamos de familiarismo, debemos aclarar que se trata de la familia patriarcal, padre, madre, hijos, en donde la unidad pensante y directriz es el padre.

El organicismo ha determinado que el proceso causal de la esquizofrenia tenga su comienzo en el organismo, y como el problema se presenta en el plano de las ideas, ha descubierto que el origen esté en la alteración de los neutrotrasmisores, un asunto comprobado y sobre el que se operan mejorías evidentes en los casos de esquizofrenia.

Pero la medicina en occidente no se aplica en forma liberal, o anárquica sino que se "organiza" también forma orgánica, tanto a nivel de organización de intereses de quienes ejercen la medicina como de los intereses económicos que tienen a su cargo la aplicación de los tratamientos terapéuticos para curar o prevenir.

Volviendo al problema de la esquizofrenia como enfermedad y la importancia que reviste su tratamiento a nivel social, se puede decir que su encuadre dentro de la medicina organicista ha dado buenos frutos en tanto se ha establecido las alteraciones que la enfermedad produce a nivel del cerebro. Las drogas desarrolladas han mostrado detener el deterioro a nivel del pensamiento y también revertirlo y hacer recuperable la vida del enfermo. Pero esto no ha logrado tener un eficaz resultado, en tanto el problema de la esquizofrenia subsiste y las internaciones siguen siendo un lugar común. Esto se debe a varios factores, y uno de ellos es la negación de la enfermedad por parte del enfermo y la deserción en el tratamiento, sumado al desinterés social por el problema. El modo de aplicación de las terapéuticas se hace a través de un modo organizacional burocrático, tanto en el estado como a nivel privado. En este modelo organizacional los servicios se planifican a partir de una demanda. La demanda de vacantes en el ámbito educativo formal, la demanda de servicios de salud, de seguridad. Por lo general se espera la demanda y en el caso de la esquizofrenia ésta debe venir del modo clásico: el derrumbe, la crisis, el delirio y el despliegue de violencia contra otros o contra sí. El paradigma científico se aúna al paradigma organizacional en la limitación en la comprensión de la enfermedad y su tratamiento. Una vez producido el síntoma definitorio de la demencia esquizofrénica o el brote psicótico, el cuerpo del esquizo debe someterse a la disciplina del régimen jerárquico-corporativo de los efectores del servicio de salud.

Podemos salirnos del problema orgánico y tratar de ver un poco más lejos. A la angustia por la finitud del ser, se le agrega la insoportabilidad de la vida social y política y la percepción del la ambigüedad o doble discurso, que potencia su angustia. Al discurso de la solidaridad, se le enfrenta el del egoísmo, al de la lealtad, el de la traición, al culto de la educación y la cultura la marginación del educado e instruido por quienes detentan el manejo de la cultura y su difusión. Una sociedad dual, hipócrita, que detenta lo opuesto a lo que declama. El individuo que como todo humano necesita de un núcleo protector y formativo, que en nuestra sociedad es la familia patriarcal, que decanta la ideología, los patrones de conducta del grupo mayor de pertenencia, y en donde el doble discurso ya está inscrito. También está inscrito "la marcación", o deber ser del niño futuro. La violencia social y la violencia familiar, la traición, la falta de solidaridad, la muerte en las calles, el silencio, aún en donde se proclama libertad de expresión, en la casa y en el afuera, la jerarquía, y por ende la obediencia. Cuando se percibe esa angustia por la finitud del ser es cuando se está en condiciones de practicar un razonamiento lógico, y ello es en la adolescencia, con o sin formación cultural. No hay espacio comunicacional habilitado para hablar de esas cosas. Sólo se las puede rumiar, muchas veces a nivel subsconciente, y pocas veces la podrá verbalizar, y seguramente en un grupo de iguales.

Sobre el pensamiento ambiguo del que habla Bleuler no hay investigaciones para establecer en qué momento aparece y si ello es después de la alteración de los niveles de serotonina o por el contrario, es una marca de desarrollo del pensamiento que provoca la alteranción en los niveles de la serotonina. Como la casuística tiende a ver el comportamiento externo del paciente, la medicina orgánica no le lleva el apunte a este aspecto. La antipsiquiatría tampoco. El pensamiento ambiguo dijimos que es la expresión de ideas que se presenta en el pensamiento esquizo en forma sincrónica aunque en el discurso aparezca en forma diferida. Las ambivalencias que reconoce Bleuler se dan en el nivel afectivo, en el nivel de la voluntad y en el ideológico. En este terreno, podemos decir que lo mismo ocurre a nivel social con el doble discurso en la política, en la moral, en los preceptos culturales cotidianos.

Si nos atenemos al caso Nietzsche, las alucinaciones, que revelan el nivel de serotonina, es decir que la enfermedad ha metido la marca en el cerebro, fueron previas al pensamiento ambiguo. Por otra parte, se ha demostrado que la medicación moderna, que tiene como fin bajar los niveles de serotonina, provocan el regreso al pensamiento lógico. Pero estamos aplicando una fórmula simple. Si alucinaciones entonces serotonina. Si mucha serotonina entonces pensamiento confuso y dialógico. Tenemos que ver como se imbrican en la psiquis el pensamiento mágico y el pensamiento religioso, tanto del núcleo de crianza y formación como el de la sociedad global. La canalización de la angustia existencial hacia una resolución mística o mágica es un camino de salida allí en donde la racionalidad está agotada. El pensamiento racional, por ende, tiene mucho que ver en la génesis de la esquizofrenia y el pensamiento mágico y religioso tiene que ver en la salida o resolución de la esquizofrenia en aquellos procesos en donde no ha habido intervención de la medicina orgánica o donde ella ha fracasado. Por ello yo me inclinaría por definir a la esquizofrenia como una enfermedad de la racionalidad occidental, en una cultura bivalente, tanto en lo moral (bueno malo) como en la aplicación del doble discurso, que se corresponde con la tradición judeo-cristiana, y con un primitivismo mágico que subyace en toda sociedad compleja aunque supuestamente muy desarrollada.

Notas:


[1] Wilhelm Reich. Análisis del carácter. Paidos, 1957.
http://www.identidades.org/fundamentos/reich_esquizo.htm
[2]Lawrence Stevens, J.D, "Esquizofrenia: una enfermedad inexistente",www.antipsychiatry.org
[3] Chalmers Alan F. , "¿Qué es esa cosa llamada ciencia? Ed. Siglo XXI, Madrid, 1987
[4]World Health Organitation,

http://www.who.int/mental_health/management/schizophrenia/en/
[5] La lista es larga y generalmente están enrolados en la antipsiquiatría como Gilles Deleuze y Guattari y Felix Guattari, Michel Foucault, Morton Schatzman
[6]Deleuze Gilles y Guattari Félix, "El Antiedipo, Ed. Paidós, Barcelona, 1985.
[7]En la segunda parte, "Nietzsche y la Esquizofrenia" se establecerá la relación entre el caso Schreber y Nietzsche.
[8]Karl Mannheim decía acerca del fascismo y su concepción del tiempo y la historia que "el fascismo considera toda interpretación de la historia como una mera construcción" Mannheim Karl, "Los determinantes políticos y sociales del conocimiento", en Horowitz, Irving, com., "Historia y elementos de la sociología del conocimiento", EUDEBA, Bs. As., 1964, tomo 1 pag. 131/3






Nietzsche



Zaratustra: el profeta de la vida

La sustitución de Dioniso por Zaratustra responde a la necesidad teórica de romper con toda la filosofía anterior, y personalizar en una nueva figura todas sus ideas. Las propuestas asociadas a Dioniso estaban claramente influenciadas por Schopenhauer. Tomando a Zaratustra como protagonista de su pensamiento, Nietzsche pretende desarrollar una filosofía propia y original, alejada de cualquier teorización de tipo metafísico. Pese a este cambio, la crítica va a seguir dirigiéndose contra toda la filosofía anterior y contra el cristianismo. Zaratustra será, desde esta perspectiva el nuevo profeta que venga a sustituir a todos los anteriores, que han pervertido el mensaje de la vida. Zaratustra podría ser considerado como el anticristo, el mensajero de la muerte de Dios, de la misma forma que Así habló Zaratustra, la obra en la que Nietzsche nos presenta el mensaje del nuevo profeta, se convierte en la nueva Biblia nietzscheana, donde las referencias directas e indirectas a los textos sagrados son constantes, aunque el mensaje sea completamente opuesto. Veamos algunos de los conceptos que predica Zaratustra.

La voluntad de poder

Para Nietzsche la vida es voluntad de poder, voluntad de ser más, de expandirse y de afirmarse. Tratar de encontrar una definición de este concepto en las obras nietzscheanas es imposible: lo que sí aparecen son distintas caracterizaciones. No debe confundirse con la simple voluntad humana, o con el concepto que utiliza Schopenhauer. Es voluntad de vivir, es vida en sí misma, tratando de imponerse y extenderse, de realizar todos sus deseos, mostrando su fuerza creadora. Si interpretamos esto desde la metáfora de la vida como obra de arte que aparece en El nacimiento de la tragedia, podríamos concluir diciendo que es voluntad de crear. Esta voluntad es una amalgama de fuerzas: deseos, instintos, pasiones, impulsos que llevan al hombre a imponerse sobre los demás, a dominar su entorno, a realizar su voluntad. La interpretación adecuada, por tanto, debe escapar de la pura biología (no se ejemplifica la voluntad de poder en una especie que se impone sobre otra), pero también de la política y las tesis racistas: “Yo soy lo que tiene que superarse a sí mismo”. La voluntad de poder tiene una dimensión individual, que impide cualquier interpretación de las anteriormente citadas: no es la dominación de un pueblo sobre otro, ni la mera victoria en cualquier terreno. Es una voluntad creadora de valores, que despliega toda la fuerza (no entendida pobremente en un sentido físico) y capacidades del individuo. Todo es, para Nietzsche voluntad de poder, concepto que se termina convirtiendo en una de las claves interpretativas de su visión de la naturaleza. El mundo es voluntad de poder, vida desbordada y desbordándose permanentemente, en pugna por expandirse más y más. Pero además, la naturaleza aparece asociada a otro concepto central de la filosofía nietzscheana: el eterno retorno.

El eterno retorno

Inspirándose en la mitología griega y en los presocráticos, la idea clave del eterno retorno es la repetición, el ciclo que se ejecuta una y otra vez, sin que nada apunte hacia un estado final, o sin que haya posibilidad a ningún tipo de progreso o evolución lineal. La teleología aristotélica, el mundo platónico de Ideas o el cielo prometido por los cristianos son creaciones conceptuales absurdas: “Si el Universo tuviese una finalidad, ésta debería haberse alcanzado ya. Y si existiese para él un estado final, también debería haberse alcanzado.” El eterno retorno incluye de este modo connotaciones materialistas, con una clara consecuencia temporal: no existe más que el presente, el aquí y ahora, el mundo que vivimos hoy. El pasado ya fue y el futuro no existe, por lo que el hombre debe ser fiel al presente que vive, única realidad que podemos vivir realmente. Un presente eternamente repetido, una tierra con procesos que comienzan y terminan sin cesar: éste es el eterno retorno, que nos invita a permanecer fieles a nuestro tiempo, “fieles a la tierra”: “¡Yo os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a la tierra, y no creáis a quienes os hablan de esperanzas sobreterrenales! Son envenenadores, lo sepan o no.”


Pero Nietzsche va más allá del significado puramente cosmológico. El eterno retorno se termina convirtiendo en valor: es el camino para afirmar la vida, es la expresión de la voluntad de poder que se libera del lastre del pasado y del temor respecto al futuro. El eterno retorno es el lugar y el tiempo propio de la voluntad de poder. Zaratustra se convierte en el profeta de esta nueva concepción, que eleva la visión griega de la naturaleza a la categoría de valor moral. Aprecia Nietzsche dos aspectos de esta idea:


1. La inocencia y la carencia de sentido del cambio, fijándose especialmente en los fragmentos heraclíteos. El cambio es sólo eso: cambio, sin más valoraciones morales o metafísicas que realizar al respecto.
2. La afirmación de la vida que se contrapone a toda clase de pesimismo. El eterno retorno nos garantiza que hay sólo una realidad (la presente) y que no hay un desarrollo hacia “otro” mundo, sea esto interpretado en un sentido religioso (el cielo cristiano) o político (una utopía o una sociedad mejor que construir). Como consecuencia de esto, todo es bueno y justificable, puesto que todo se repite. El mundo es giro, juego, la danza del mundo alrededor de sí mismo.
El eterno retorno es un reflejo del deseo de eternidad del presente, de la voluntad de que todo permanezca. Es el sí infinito, eterno y absoluto al presente vivido, a la vida misma y a la existencia. Para que esta idea penetre en la sociedad y llegue al hombre es necesario avanzar hacia el siguiente concepto: la transmutación de los valores.

La transmutación de los valores


En esta ininterrumpida afirmación de la vida que es la filosofía nietzscheana, aparece ahora, como siempre, una crítica y una propuesta: derrumbemos todos los valores que niegan la vida, que se oponen a ella, y respaldemos con nuestras obras y nuestras palabras la vida, la voluntad de poder, el eterno retorno. La moral tradicional es decadente, aniquiladora de todos los momentos en que la vida brota: niega el deseo, el instinto, el impulso, la creación. La moral tradicional conserva un pesimismo que debe ser superado: “Transvaloración de todos los valores, ésta es mi fórmula”. Por eso hay que ser inmoralista: rechazar la moral decadente y pesimista, negadora de la vida, que la sociedad impone, y ser ultramoralista, podríamos decir, en la creación e invención de nuevos valores que estén en sintonía con el eterno retorno, la vida y la voluntad de poder. El creador de valores está más allá del bien y del mal, y es personificado en la filosofía nietzscheana por un nuevo concepto: el superhombre.

El superhombre

El superhombre es la encarnación de todos los valores nietzscheanos: sería aquella persona que vive según su voluntad de poder, asumiendo también el eterno retorno y la transmutación de los valores. Es el “nuevo hombre” que debe sustituir al “último hombre”, y que es anunciado por Zaratustra. El superhombre es producto del eterno retorno, y recupera la inocencia del hombre primitivo que puede encontrarse en los presocráticos. No vive apesadumbrado por tantos y tantos siglos de filosofía, reflexión, religión, ciencia... Juega con la vida, tal y como presenta Nietzsche al superhombre en sus famosas tres transformaciones:


1. El camello: es aquella persona humilde y sumisa, que vive pendiente de obedecer. El camello sufre una pesada carga: la moral y la religión le convierten en un esclavo que vive pendiente de las normas (¡Tú debes!).
2. El león: podría representarse por el espíritu ilustrado. El ser humano se revela (¡Yo quiero!) y se emancipa de la religión. Trata de romper con los valores tradicionales de la religión, pero vive anclado a la moral, una moral que va en contra de la vida, y elimina su libertad.
3. El niño: ejemplo perfecto del superhombre, el niño imagina, crea, inventa, juega con la vida. Es el verdadero creador de valores. El niño se libra de la “seriedad” y del “rigor” racionalista del león, y convierte la inconsciencia y la inocencia en su mejor virtud: “Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí.” El niño crea valores, vive fiel a la tierra, y asume el eterno retorno como una más de las reglas de la vida. El niño ama la vida, la vive sin pensar sobre ella.


El superhombre aglutina todos los conceptos anteriormente explicados. Es el mensaje nietzscheano condensado en una sola figura, en un solo modelo de hombre. Nietzsche se refiere una y otra vez a uno de los fragmentos de Heráclito: “El tiempo es un niño que mueve las piezas del juego: ¡gobierno de un niño!”. El superhombre es la aparición natural que sigue a la muerte de Dios. Aunque esta expresión tiene precedentes, en Nietzsche adquiere un nuevo significado: es la desaparición absoluta de Dios, que es la negación de la vida. El que sirve a Dios o vive pensando en él, niega la vida, deja de vivirla. Por eso el superhombre es aquel capaz de superar la destrucción de Dios, el hundimiento del cristianismo, que será uno de los temas característicos de la crítica nietzscheana a la civilización occidental.


Esta caracterización nietzscheana es fácilmente interpretable desde un punto de vista racista. De hecho, a la muerte del autor alemán sus obras fueron manipuladas para convertirse en el soporte ideológico del nazismo. Sin embargo, este tipo de interpretación está muy lejos de lo que se puede leer en las obras de Nietzsche: cualquier ser humano no es un superhombre por el mero hecho de pertenecer a un grupo, sino precisamente porque es capaz de diferenciarse del mismo, de mantener una libertad absoluta y de crearse a sí mismo. No hay razas superiores a otras, sino hombres superiores a otros: aquellos que asumen la finitud de la vida, y desde ahí son capaces de proyectarse en el presente, expandiendo sus deseos y capacidades.


Filosofía a martillazos: la civilización occidental en el punto de mira


La crítica nietzscheana a la civilización occidental es radical: se dirige contra los fundamentos de la misma, concretados en la moral, la religión, la filosofía e incluso la ciencia. Esta crítica, parte negativa de la filosofía de Nietzsche, es desarrollada especialmente en la segunda y cuarta etapa de su pensamiento. En todas sus críticas aparecen los siguientes aspectos comunes:


1. El método genealógico y psicológico: intenta ir al fondo instintivo que subyace a la cultura humana. Adoptando la terminología de El nacimiento de la tragedia, podríamos decir que la cultura es interpretada como la continuación “apolínea” de un terrible fondo dionisíaco, que es el verdadero motor de la realidad y de la vida. Por ello será necesario “desenmascarar” la cultura, objetivo que convierte a Nietzsche, junto a Marx y Freud, en uno de los maestros de la sospecha. Será necesario desarrollar un especial “olfato” para detectar por debajo de la cultura el impulso primigenio que hace brotar la vida: la razón de la ciencia, la moral, la filosofía y la religión esconden la sin razón de la vida, el instinto que late en su fondo. Este método genealógico será una de las aportaciones de Nietzsche a toda la filosofía del siglo XX, siendo aplicado en diversos campos por autores como Foucault, Delueze o Derrida.


2. Un análisis común: Todo procede de la raíz irracional de la vida, y sin embargo la cultura se empeña en negarla ese origen, en camuflarlo con el manto de la racionalidad. Por eso, en la medida en que niega la vida, occidente se dirige hacia la nada: el nihilismo, término clave de esta crítica, es la destrucción de la vida que parece ser la meta de la civilización occidental.


3. Un enemigo con muchas caras: allá donde respira la razón se manifiesta la decadencia propia de la negación de la vida. Da igual que hablemos de ciencia, arte, religión o filosofía. Lo que niega la vida debe ser superado y abandonado, y por ello, aunque se adapte a diferentes disciplinas, las críticas de Nietzsche tienen una meta compartida: la razón humana.


El nihilismo


Dentro de la filosofía nietzscheana, el término nihilismo tiene al menos dos significados:


1. Nihilismo activo: signo de la voluntad de poder, de la persona que supera la angustia inicial que provoca la muerte de Dios.
2. Nihilismo pasivo: la decadencia propia de la persona que se hunde ante la falta de referentes, y que vive “desfondado”, sin llegar a abrazar los valores de la vida.

La clave para diferenciar ambos tipos de nihilismo reside en la voluntad de poder. Si la voluntad de poder se reduce, aparece el nihilismo pasivo. Es la forma de vida derivada de la pérdida de todo tipo de referentes, y Nietzsche piensa que está a punto de surgir en occidente: todos los valores que ha creado occidente son falsos, decadentes, negadores de la vida, hijos de la “voluntad de la nada”. Cuando todos estos valores supremos muestran sus debilidades surge la angustia y la inquietud propia del nihilismo pasivo. Dios, la verdad, el bien y el mal se convierten en palabras vacías, y el hombre reflexivo potenciado por Sócrates, Platón o Descartes no encuentra una piedra segura sobre la que levantar su reflexión y su vida. Cuando todo esto ocurra, habrá llegado el tiempo del último hombre, aquel que se deja vencer por este desfondamiento, y que vive angustiado, temeroso, deprimido ante la tristeza de un mundo ilusorio que se derrumba ante su mirada. El nihilismo pasivo se entristece ante la total falta de sentido.


Pero existe una respuesta a esta crisis, y viene proporcionada por el nihilismo activo: es la fuerza capaz de sobreponerse a la crisis del nihilismo pasivo, y está potenciada por una enérgica voluntad de poder. El nihilista activo no espera a que los valores se derrumben: los destruye el mismo, siendo capaz de sustituirlos por sus propios valores. La voluntad de poder crea destruyendo, y destruye en su acto de creación. Este nihilismo activo será el que conduzca a Nietzsche a desarrollar una crítica radical contra dos de los fundamentos de occidente: la filosofía y la moral.


Crítica a la filosofía


Los grandes referentes de la filosofía occidental han sido, para Nietzsche, sus grandes traidores, responsables de la corrupción que provoca el predominio de la razón sobre la vida. Sus críticas se dirigen contra Sócrates y Platón: Sócrates fue el encargado de que Apolo se impusiera sobre Dioniso, con lo que la razón dominó sobre la vida. Su discípulo Platón despreció el mundo que nos rodea, a la vez que se inventó uno nuevo, en el cual se encontraba la verdad y el bien. El idealismo de ambos esconde, en realidad, la decadencia, el temor ante la vida irracional y el mundo, el miedo al instinto desordenado y dionisíaco, la angustia ante la finitud y la muerte. Es un consuelo metafísico propio de la debilidad humana.


De entre todos los filósofos, sólo Heráclito se salva: muchos de sus fragmentos aparecen en las obras de Nietzsche, y sus ideas están detrás de conceptos como el eterno retorno. El resto, se ha dedicado a conceptualizar, a negar la vida con conceptos como “ser”, “yo”, “sustancia”, “cosa en sí”, “causa”... Son estos conceptos los responsables del desprecio a los sentidos y una valoración excesiva de la razón. Se debe luchar contra este racionalismo con una aceptación contundente de lo único que nos es dado: los datos de los sentidos, la apariencia. La filosofía debe regresar a las tesis heraclíteas. La metafísica se equivoca al separar la apariencia y la esencia, el mundo aparente y el mundo verdadero. La única verdad es la apariencia y los conceptos metafísicos son obstáculos que nos separan de las cosas: el que quiera pensar con libertad debe deshacerse de ellos, destruirlos, para retomar el contacto directo con la realidad.


A esta teoría fenomenista, le añade Nietzsche un tono claramente pragmático: la verdad va unida siempre al interés. Es verdadero para cada individuo lo que aumenta su voluntad de poder, lo que hace que la vida se expanda. Las consecuencias subjetivistas son inevitables, pero no preocupan demasiado al filósofo alemán, que reconoce abiertamente que “no hay hechos sino interpretaciones”. Todo es perspectiva, punto de vista ligado al interés propio. La verdad no existe, y su lugar es ocupado por la verdad de cada uno, aquella que a cada uno le interesa.

Crítica a la moral

Si las críticas a la ciencia y la religión siguen la estela abierta por la crítica a la filosofía, la crítica a la moral sí que aporta nuevos enfoques sobre los que merece la pena detenerse. Así, La genealogía de la moral es un ejemplo paradigmático de la aplicación del método genealógico: Nietzsche indaga en el origen y evolución de los conceptos morales, descubriendo que su significado no siempre ha sido el que la moral suele recoger. A través de un estudio etimológico e histórico, Nietzsche llega a esta conclusión: las palabras que en diversas lenguas significan “bueno” significaron originariamente “noble, aristocrático”, un sentido opuesto al significado de “malo”, referido siempre a “vulgar, plebeyo”. Como se ve ambos conceptos no tenían significado moral: habían sido creados por los nobles y poderosos para separarse del pueblo. Sólo con el paso del tiempo, ambas palabras adquieren un sentido moral, que lleva a un segundo plano las implicaciones originales de estos términos. Los que eran “malos” (los plebeyos, esclavos, débiles) pasan a denominarse “buenos”, mientras que los buenos (poderosos, nobles, aristócratas) son ahora los “malos”. Los judíos fueron, según Nietzsche, los que iniciaron esta transmutación de los valores, que después fue seguida por los cristianos. La religión estaría, así, en la base de un movimiento tan revolucionario como falseador de los valores originarios


De este modo, los plebeyos imponen sus valores sobre los nobles. La compasión, el perdón o la caridad (prácticas que sólo tienen sentido entre los débiles) logran que otros valores como la soberbia, la fuerza o la rotunda afirmación de la vida sean despreciados y valorados de un modo negativo. Triunfa así una moral de la mediocridad y el resentimiento, una moral que niega la vida, el impulso y el sentimiento, y que está en el origen de la decadencia y el nihilismo que caracterizan a occidente. Si la moral en que vive el hombre contemporáneo es una negación de la vida, una imposición de la razón, debemos derrumbarla para retomar los sentidos originales de las palabras “bueno” y “malo”. Por eso Nietzsche muestra la esperanza en que un futuro no muy lejano la moral de los nobles ocupe el lugar que le corresponda: surgirá así un nuevo hombre (el superhombre) y se podrá vivir “más allá del bien y del mal”, recobrando aquella inocencia del niño que juega la vida, interpretándola como una obra de arte, llevando a la práctica el mensaje de Zaratustra.