"La filosofía no es el arte de consolar a los tontos ... su única tarea es la búsqueda de la verdad y destruir prejuicios."

El budismo y la revelación de lo absoluto







Los filósofos chinos no dudaron del pensamiento de los antiguos sabios, sino que lo renovaron y lo reinterpretaron.

Aunque el imperio chino sufrió épocas en las que reinaba una gran miseria y anarquía, la cultura china no se resintió en esos momentos de luchas y matanzas, e hizo que las bellas artes alcanzaran niveles muy altos de refinamiento. El estudio de las humanidades fue alentado por la corte, y se orientó hacia el ámbito de la teoría.

Así, por ejemplo, el estudio de la lógica sirvió para introducirse en la metafísica, dado que el símbolo manifestaba la esencia de las cosas. Por ello se fundó una escuela que se puso como principal objetivo el indagar acerca de misterio de lo absoluto. Los seguidores de esta Escuela del Misterio se basaban en el “Libro de las mutaciones”, aunque también recurrieron a los místicos para poder alcanzar aquello que va más allá del entendimiento. Los filósofos chinos se guiaban por la intuición, trataban de reconciliar las diferencias, y trabajaban con nociones, invenciones y razones. No rechazaban lo antiguo sino que se apropiaban de ello interpretándolo de nuevo. Por supuesto, para llevar a cabo tales prácticas, resultaba necesario tener un buen dominio de la dialéctica, para lo cual la Escuela del Misterio organizaba debates y diálogos en torno a un tema político, místico o metafísico, a esta práctica, que adquirió el calificativo de arte, se la denominó “conversaciones depuradas”, y constituyeron un estímulo para el renacimiento del taoísmo.

En el desarrollo de esta escuela se le concedió una gran importancia al estudio del misterio del ser. Lo absoluto se percibía como carente de existencia, en oposición al mundo visible, el absoluto aparecía como un no ser. Y ese no ser es el que funda la existencia de todos los seres, es el principio regulador del universo. El tránsito de no ser al ser fue, obviamente, un problema acuciante, que Confucio habría resulto mediante el silencio, porque ese silencio de la concentración pone de relieve la verdadera realidad del sujeto que reflexiona y que se afirma con ello como un ser evidente. Los nuevos discípulos propusieron diferenciar entre la sustancia de lo absoluto y la manifestación del absoluto, de modo que, tanto el ser y como el no ser son dos aspectos del Supremo último, y ninguno de los dos se concibe sin el otro.

El budismo se introdujo en China debido a las relaciones establecidas entre el imperio de los Han y Asia central, se infiltró en China a través de la tierra y del mar, poco a poco, y se fue difundiendo, en un primer momento, en las comunidades de la cuenca del río Azul, debido, sobre todo, al centro que se creó en aquella zona para traducir los libros budistas. Además, el budismo también contó con un número considerable de misioneros de esa nueva creencia, que contribuyeron al éxito y difusión de las ideas, puesto que se presentaban como magos que estaban en posesión de un método novedoso que garantizaba la inmortalidad, estratagema que utilizaron para captar al mayor número de chinos adeptos. Aunque, al darse cuenta del engaño, los taoístas trataron de recuperar su relevancia asegurando que Lao tsé había tenido como discípulo al mismísimo Buda, lo cual hizo que se entablara una ardua polémica, dado que los budistas replicaron fervientemente tal afirmación.

Las enseñanzas del budismo ponen el énfasis, ante todo, en la fuerza del acto, así como en la retribución que sigue a cada acto. Cada uno de los actos conlleva un efecto que condiciona el destino de un ser, y la muerte no cambia nada en esta cadena, elevada a ley, dado que las consecuencias de un acto pasado se recogen en el decurso de la siguiente existencia. Para los seguidores del budismo, el acto es una especie de peso que lleva al individuo de una vida a otra a través de sucesivas muertes. Y es ese poso, ese resto, lo que vincula al ser a la rueda de la transmigración, y lo mantiene encadenado a las causas del mundo de las apariencias. Para liberarse es necesario destruir el deseo, aniquilar la ignorancia…, sólo el conocimiento es lo que permite lograr el reposo y alcanzar el nirvana, el estado inmutable, habiéndose elevado por encima del océano de los renacimientos. Esta doctrina cambió un poco a comienzos del siglo XX, debido a las nuevas tendencias budistas que surgieron con el cambio de siglo, que lo que hicieron fue convertir la concepción mantenida hasta ese momento en algo más complejo a través de un alargamiento del camino a seguir para conseguir la liberación.

El trabajo de los religiosos fue crucial para que el conocimiento del budismo se difundiera en China. Investigando en la noción de la naturaleza propia, alentando la oposición entre el ser y el no ser…, a la vez que los seguidores de las conversaciones depuradas continuaban el estudio acerca del Misterio.

El budismo más ortodoxo defendió que el ser humano, que constituía el extremo de la denominada serie psíquica, acabara extinguiéndose en el nirvana tras haber agotado la fuerza del acto. Pero esta creencia contaba con un obstáculo religioso y de alcance social que requirió que el problema se llevara al ámbito de la filosofía. Fue necesario preguntarse por la naturaleza del alma y del espíritu, y también saber si el cuerpo y el espíritu habían de ser considerados como los representantes de dos reinos diferentes. Pero una dualidad de este tipo se enfrentaba de lleno al fundamento vitalista del pensamiento chino.

Parece ser que, tras muchas discusiones y apreciaciones diversas, la teoría del término medio permitió solventar las dificultades, puesto que reconocía la existencia de una realidad empírica del mundo de los fenómenos. Sin olvidar que, para alcanzar el conocimiento perfecto hay que elevarse del ámbito de lo sensible al ámbito de lo inteligible, utilizando para ello la dialéctica, y poder aprehender lo real bajo su aspecto absoluto. Y aunque lo relativo, que es lo que existe de forma empírica, no resulta ajeno a lo absoluto (lo que carece de nombre y de forma), esa aprehensión de lo real absoluto requiere la intervención de una forma superior de conocimiento que es la sapiencia, que es capaz de trascender esa relación de sujeto/objeto y llegar a lo Uno. La sapiencia no puede ser calificada propiamente como conocimiento, sino que es, más bien, un conocimiento iluminador, puesto que aclara el carácter de las cosas, a través de ella se adquiere la verdad última, y es en ella donde se encuentra el completo despertar del Buda.

La sapiencia percibe todas las cosas en su más inmediato y eterno presente, y hace que cada hombre actualice esa naturaleza del despertar que lleva dentro de sí.

Los intercambios de peregrinos y de misioneros entre la India y China fueron creciendo, y así, uno de los mayores pensadores del budismo en China viajó desde Asia central hasta la India y llevó a su país natal numerosos tratados de filosofía, y otro de los peregrinos recorrió la vía marítima para llegar a la India y también volvió con una gran cantidad de libros. Debido a la posterior labor de los traductores, los chinos tuvieron la oportunidad de iniciarse en las auténticas formas del pensamiento de la India. Los templos se multiplicaron, así como el número de religiosos y de religiosas, incluso, el poder institucional que llegó a alcanzar la iglesia budista, alertó e inspiró inquietud entre los administradores del Estado, que se sentían amenazados por la fuerza y el poder que estaba adquiriendo el budismo, lo que dio lugar a proscripciones severas durante un largo tiempo. El éxito se produjo no sólo en China, sino también en Japón y en el Extremo Oriente, gozó, por lo tanto, de una edad de oro encomiable e inolvidable. Aunque algunas de las nociones más significativas, como la recíproca presencia del microcosmos en el macrocosmos, las equivalencias entre lo grande y lo pequeño, la coexistencia armónica de cada cosa en el Todo…, son aportaciones que pertenecen al pensamiento chino.