"La filosofía no es el arte de consolar a los tontos ... su única tarea es la búsqueda de la verdad y destruir prejuicios."

En defensa de Maquiavelo



Judit Ribas

Maquiavelo es uno de los poquísimos pensadores de nuestra tradición que han dedicado al poder la centralidad de su pensamiento. Otro sería Nietzsche. Creo que los más de trescientos cincuenta años que separan a El Príncipe de la Genealogía de la moral no impiden poner en solfa algunas de las tesis más radicales de ambas obras para hacer que suenen como un armonioso dueto. Es más, posiblemente una se entienda mejor a la luz de la otra, como tantas veces ocurre, que una melodía queda más explícita con su contrapunto. Me parece que este es el caso de estos autores que se han dado en llamar "el primer moderno" y "el primer postmoderno".

Maquiavelo, el Galileo de la política

Una de las características más ponderadas de la filosofía moderna frente a la medieval es la autonomía de las ciencias, que se da con la revolución científica y que reviste un carácter de lucha contra lo establecido de cuya virulencia dan fe los procesos contra Galileo, Servet y Giordano Bruno, que aunque tardíamente, han sido absueltos por la institución eclesiástica. Maquiavelo, (1469-1527) que puede ser calificado como “el Galileo de la política”, aunque no fue condenado, tampoco ha sido reivindicado por la “opinión pública”, seguramente por haberse ocupado de una temática más sensible que la astronomía o la medicina. Revoluciona el orden de los planteamientos políticos, al no hacer un análisis del deber ser, sino que, dejando a un lado toda suerte de consideraciones éticas y doctrinales se centra en la cruda realidad. Este sesgo le valdrá la fama de "antiético", hasta el punto que a lo largo de la historia de la filosofía la palabra "maquiavélico" ha pasado a ser sinónima de diabólico. Pero lo que pretende este autor es simplemente considerar la política al modo en que los científicos modernos consideran las ciencias que les ocupan: autónomamente. Esta autonomía sigue siendo hoy en día tema tabú. Pensemos por ejemplo, cuan fácilmente participamos en discusiones, investigaciones o elucubraciones en medicina o astronomía que no involucran directamente la ética  aunque estemos convencidos de que siempre se barajan posturas o implicaciones éticas , mientras que nos rasgamos las vestiduras cuando se considera la política sin ética, como hace Maquiavelo; y sin embargo se le sigue considerando como el fundador de la ciencia política moderna por su manera de aislar la política como objeto de estudio, y de hallar las leyes de su dinámica.

Su pensamiento escapa de las teorías para centrarse en el análisis de las realidades captables, librándose del dogmatismo y ensayando una vía que huya del examen de los argumentos justificativos (por ejemplo, los que esgrime cada bando en una contienda), para ocuparse en analizar los mecanismos reales que guían las acciones, mecanismos que no están en un orden ideal, sino en el mismo terreno de la acción política. Al aislar este terreno se halla ante hechos crudos tales como el de intentar averiguar cómo se gana o se pierde determinada cosa. En este tipo de averiguaciones no deambula hasta la consideración del sustrato metafísico de las acciones, sino que entra directamente en su análisis, siendo esta una de las principales peculiaridades de esta filosofía que apunta a un estudio del poder. Es sin duda el primer autor en la historia de la filosofía occidental que toma a este como tema central. "En este sentido Maquiavelo es uno de los primeros teóricos que han procurado desenmascarar las construcciones ideológicas que suelen acompañar al uso del poder público, es decir, es uno de los fundadores de lo que ha venido a llamarse sociología del conocimiento".1 Por su abordaje de la política como ciencia autónoma Maquiavelo merece pues el apelativo de "Galileo", sin embargo la comparación entre ambos autores no es extensible a otros temas, como podría ser el de la razón. Maquiavelo pone más bien el acento en la historia y no en la razón. Además, a diferencia de Galileo, la razón para él es vista como un órgano de cálculo, y no como la facultad de conocer la esencia de las cosas o los misterios del mundo.

Prototipo del hombre vital

Si Maquiavelo merece también ser considerado como el primer filósofo político moderno es porque además de plantear la política en su autonomía, denuncia indirectamente la moral del esclavo para situarse intelectual y prácticamente en el terreno de la acción y la libertad. Es una cuestión de talante, podríamos decir, y en esto consiste su audacia: en poner sobre el tapete temas viscosos como son el poder, la fuerza, el orgullo, la sagacidad,... y en examinar francamente los hechos para intentar hacer una teoría política que plantee los problemas sin tapujos. En este sentido se le podría tildar de vitalista "avant la lettre", pues posee los atributos de la sinceridad y la ingenuidad que según Nietzsche caracterizan al hombre vital frente al resentido, que no es sincero ni consigo mismo. Este autor denuncia 2 que gracias a la virtud sacerdotal la moral se ha vuelto "perversa" y "honda", frente a la moral aristocrática que sería la que encarna Maquiavelo: una forma de valoración que no se aparta de la acción, que no tiene absolutamente ninguna pretensión de "pureza", que según él sería "sana" porque no esconde resentimientos, sino que los saca explosivamente a flote, salvándose así de "aquella neurastenia y aquella afección intestinal que afectan casi de forma inevitable a los sacerdotes de todas las épocas" 3 y  podríamos agregar  a la mayor parte de los intelectuales. Maquiavelo, sobrecoge al lector por el descarnado pragmatismo de su análisis. Sin embargo, no es más antiético que otros teóricos políticos, sobretodo modernos, que tienden a obviar que hay venganza, afán de poder, intrigas... y ponen la violencia en otro plano, sea como momento previo a la sociedad o como elemento adyacente, ajeno o sobrevenido a lo que sería un cuerpo social "sano" y "normal".

Si para Nietzsche, decíamos, la moral sacerdotal es insana y perversa es porque basando sus valores en una forma complicadísima de odio, niega toda fuerza y toda violencia. La moral del caballero, del noble, cuyo prototipo sería Maquiavelo, basa sus juicios de valor en la acción vigorosa, libre y vivaz que no deja ni mucho menos de lado la corporeidad, la salud, la riqueza, la guerra, la aventura, la danza, la caza... rompiendo también el esquema judeo cristiano que denuncia Nietzsche cuando se refiere a la inversión de los valores, según el cual lo querido y bendecido por Dios sería la pobreza, la fealdad y la debilidad; cualidades que por supuesto no busca ninguno de los políticos para sí, ni en el presente ni en el pasado, aunque se proclamen seguidores de este tipo de valores 4

Como muestra de esta actitud vitalista de Maquiavelo vaya esta anécdota. Se cuenta de él que pocos días antes de morir tuvo un sueño en el que se tropezaba con una turba descompuesta de harapientos mendigos, y cuando preguntó quienes eran, una voz le respondió que eran los bienaventurados del paraíso, porque estaba escrito que los pobres heredarían el reino de los cielos. Siguió andando y se encontró con un grupo de caballeros afables, corteses y bien vestidos, que discutían animadamente de cuestiones políticas. Entre ellos pudo reconocer a algunos sabios de la antigüedad. Entonces la voz misteriosa le comunicó que aquellos eran los condenados del infierno, pues está escrito que la sabiduría del mundo es enemiga de Dios. Al despertar y contar el sueño a sus amigos, Maquiavelo confesó que prefería estar entre estos últimos. Y es que el prototipo del príncipe maquiaveliano se forja en absoluto contraste con el modelo del monarca cristiano de la moral contrareformista. Con harta frecuencia durante el recorrido de las páginas de su obra, nos asalta la impresión de que se pretende "épatter les bourgeois", se adivina la pretensión de que esta teorización de la práctica actue como revulsivo en un mundo, el de la política, en el que la realidad está más que mistificada, sustituída por ideales.
Maquiavelo como filósofo de la acción

En Maquiavelo la libertad se afirma desde el primer momento en el sentido en que enfatiza que la política es creación, arte, algo inventado, que no pertenece al terreno de lo "natural", como tienden a pensar las morales de viejo cuño. Observa el estado como quien observa un hecho cuya base es la naturaleza humana, pero que no es un hecho natural, sino un producto de la acción humana históricamente configurada: en suma, un "artificio". Por ello la política es una técnica, y se puede enseñar como tal, y no sólo esto, sino que al igual que la medicina y el derecho, es fundamentalmente experiencia. El olvido de este hecho hace que no se aprovechen suficientemente las enseñanzas de la historia. 5

A su modo, Maquiavelo hace como Nietzsche, una especie de "genealogía", apartando de un plumazo consideraciones previas o ulteriores, presentándonos la realidad de modo descarnado, conminándonos a que nos centremos en la práctica, no en etéreas teorías, y señalando indirectamente contra todo naturalismo y en concordancia con este autor, que "el "progreso" o "desarrollo" de algo, de una costumbre, de un órgano, no es más que la sucesión de procesos de subyugación" 6

El escándalo que produce Maquiavelo es debido a su falta de pudor al hablar de la violencia con nombre y apellidos: crímenes, venganzas, robos de patrimonio,... todos ellos son parte real de la vida política. Esto no significa ni mucho menos que Maquiavelo bendiga tales acciones. Precisamente su teoría política, estará encaminada a estudiar de qué modo esta violencia se haga innecesaria en el interior y exterior de un estado estable. Lo que le ha valido pues el anatema parece ser que es el abordar el tema en toda su crudeza, como a algunos otros y otras hablar de sexo las ha convertido en obsesas a ojos de ciertos, o hablar de la revolución en contrarrevolucionarias. Por el contrario, su política busca como evitar el crimen, como minimizar esta violencia, buscando brechas que la canalicen o enfrenten. 7 En este sentido se trata de un discurso pragmático, no cínico. Es desde este enfoque que lo lee Francis Bacon, quien afirma: "mucho debemos a Maquiavelo y a otros como él que escribieron sobre lo que los hombres hacen y no sobre lo que deberían hacer", aseveración que valdría la pena tener en cuenta en el momento presente en que la filosofía política puede que esté muy imbuída de legalismo, pero en el que la práctica no es probablemente mucho mas excelsa que la de los tiempos de César Borgia.

Es este pragmatismo el que hace afirmar a Touchard que "El Príncipe no es un tratado de filosofía política, puesto que el autor no se pregunta cuál es el mejor gobierno o qué es lo legítimo, ni qué es el poder o el estado en general, sino simplemente, pensando en la situación italiana: ¿cómo hacer reinar el orden, como instaurar un Estado estable?” 8 Nosotros diríamos que es precisamente este talante pragmático, este atenerse a los hechos, lo que de nuevo aporta Maquiavelo a la incipiente filosofía política moderna. Talante que, por otra parte, no ha sido emulado por los filósofos políticos, que lejos de atenerse a éstos, basan todos sus análisis en consideraciones especulativas, como parece justificar Touchard.

La fuerza es fuerza y la violencia es violencia. "¿Cómo se puede exigir de la fuerza que no actúe como tal"? se pregunta Nietzsche. 9 ¿Porqué la moral se reduce siempre a una mistificación de nuestra propia impotencia? La mayoría de las veces, digámoslo claramente, nos refugiamos en nuestra debilidad y la disfrazamos de eticidad o de sublimes ideales. -Los oprimidos son como corderitos, ellos mismos se identifican como buenos y puros, -advierte Nietzsche. -Fantástico! Las aves de rapiña no tienen ningún reparo en comerlos, incluso los aman, pues "no hay nada tan sabroso como un corderito tierno"-. La fuerza es fuerza y punto. Exigir que no se manifieste como tal es un contrasentido. Estas reflexiones tienen no pocas implicaciones en el análisis de la confrontación primer mundo/tercer mundo. Ojo, dice Nietzsche, nos van a comer rico si nos seguimos despistando por el terreno de las justificaciones y las legitimaciones; si seguimos contentándonos con nuestra buena conciencia de explotados, marginados, excluídos o cualquiera de las palabras al uso.

En este sentido la crítica de Nietzsche a la filosofía moderna que separa "sujeto" y "acción" no alcanzaría a Maquiavelo. Lo único que existe es la acción. El imaginar que hay un sustrato por debajo de esta acción es un artificio del lenguaje 10. La acción lo es todo, como es lo mismo el rayo y su resplandor. Y si es así, nada más alejado de las tesis contractualistas que Maquiavelo y Nietzsche. Estas se basan en la teoría del sujeto, que otorgan una libertad, un "libre albedrío" en que serían iguales todos los hombres. Nietzsche tilda de "fanática" la concepción contractualista del origen del estado. La fuerza, no la razón funda el "sentido", la fuerza es creadora, lo otro, el contrato, es ejemplo de otra corriente de la mentalidad moderna, para quien el canon moral es la compra venta: "todo tiene su precio, todo puede pagarse". 11  Este es para Nietzsche el canon más antiguo y más ingenuo de justicia, "el inicio de cualquier "bondad", de cualquier "equidad", de cualquier "buena voluntad", de cualquier "objetividad" en la tierra (...) la justicia es la buena voluntad entre quienes son aproximadamente igual de poderosos". 12

Maquiavelo no busca necesidades naturales detrás de las relaciones sociales, por lo tanto no hay una ley superior a la que deba adecuarse la acción política, sino que ella misma es creadora de la ley. Por otra parte el poder no es otra cosa que el dominio sobre los demás hombres. Su filosofía no es una física social como será la de Hobbes, por ejemplo, sino una filosofía de la acción. Para éste último la realidad primaria son los cuerpos. Para Maquiavelo, en cambio, son las acciones. Tampoco hay en él una oposición ni tácita ni explícita entre individuo y sociedad, como la hay en Hobbes (Leviatán o Agustín González 244 y fitxa 6) quien sostiene que en tanto el hombre está en condición de mera naturaleza, que es condición de guerra, el apetito particular es la medida del bien y del mal, situación que se superaría en el estadio social. Para Maquiavelo la guerra siempre acecha, forma parte de la realidad política, y el apetito del individuo que queda nunca anulado por ninguna instancia superior. El acuerdo entre los hombres no se presenta como un “pacto”, sino como proporcionada correlación de fuerzas, que se hace más constante y duradera con el imperio de la ley, que es a su vez también fuerza, aunque no fuerza física. A la perpetuación del imperio de la ley coadyuva el temor de los súbditos a su infracción, siendo la religión uno de los máximos factores de apoyo al tenmor que fundamenta la seguridad del estado.

Maquiavelo anti racionalista

En definitiva, y resumiendo lo que venimos diciendo, no hay en Maquiavelo ninguna apelación a intancias ni naturales ni a históricas. No existen categorías universales o innatas que precedan u orienten la acción humana. Lo que sí hay es una voluntad de poder. Tampoco se halla oposición entre razón y experiencia, sino todo lo contrario: la razón debe basarse en ella. El todo social para Maquiavelo no es lógico, sagrado ni necesario. Es simplemente el fruto de una trabazón de acciones humanas que se perpetua en el tiempo como continuidad de unas prácticas históricas que vienen determinadas, eso sí, por una naturaleza humana que él concibe de un modo bastante pesimista.

En este sentido estaría más cerca de nuestra visión postmoderna, "una visión de la sociedad sin fundamentos, parámetros, paradigmas, proyectos, metas ni certezas absolutas” 13 que de una visión tal como la tuvo la modernidad llevada a una jaula de hierro por la ilustración: "...como las cosas de los humanos están siempre en movimiento y no pueden permanecer estables, es preciso subir o bajar, y la necesidad nos lleva a muchas cosas que no hubiéramos alcanzado por la razón...". 14

Este tipo de aseveraciones del autor renacentista, se interpretan con excesiva frecuencia como defensa de la adaptabilidad del hábil político a las circunstancias sin mediación de convicciones, principios, o ideales, exclusivamente en beneficio del propio interés. Sin embargo, también cabe la interpretación de la primariedad de la realidad histórica sobre la razón, de la experiencia sobre los prejuicios, de la práctica sobre los ideales, en suma, de una filosofía de la acción.

Tampoco es en absoluto racionalista en cuanto a la concepción de la historia, pues si en ella ve la fuente principal de donde derivan nuestros conocimientos en virtud de la experiencia, no la concibe como un proceso unitario y singular, sino como series de acontecimientos que podemos llamar la historia de Roma, de Florencia, etc. En ningún momento se percibe una concepción de la historia como una serie continua guiada por ningún tipo de necesidad que tenga que desembocar en un paz perpetua o en un estado ideal. Todo lo contrario: el resultado dependerá de lo que logre la acción humana. Desde la perspectiva maquiaveliana el poder no se relaciona con un logos o razón, sino con la fuerza y la coacción. Su punto de vista es descarnadamente pragmático. 15

La virtud maquiavelinana

Dentro de este tipo de concepción del poder es que concibe la "virtud". Para Maquiavelo ésta será una cualidad poco común que es "una energía a la vez brutal y prudentemente calculadora, ajena a cualquier preocupación de moral ordinaria". 16 Crear una virtú es imprescindible para la política. La "virtú" maquiaveliana es la fuerza del hombre frente a la fortuna, que es para su mirada renacentista, la dueña de la historia. No es la providencia divina que con mano segura y amorosa rige los destinos humanos, sino una diosa irracional, imprevisible y caprichosa que nos lanza continuamente al sinsentido. Ciertamente los tiempos en los que vivió nuestro autor tienen cierto parecido con estos últimos lustros de postmodernidad, pues, "el girar de la fortuna había hecho desaparecer ante sus asombrados ojos, reinos y vidas con total indiferencia". 17

La visión de la historia que tiene Maquiavelo es pesimista y fatalista: los hombres no pueden oponerse a los decretos de la fortuna, aunque sí aprovechar sus giros. El hecho de que se concentre en el campo de la técnica política más que en el de la explicación histórica viene dado por esta concepción. Para Aguilar 18 "el mensaje es "mantente sobre tus pies, haz un uso adecuado de tu realismo y razón y, con el bagaje de tus pasiones listo para impulsarte, espera la ocasión propicia, de forma que puedas, al menos en parte, determinar tu vida".

La concepción maquiaveliana de la política como teoría seguiría la definición aristotélica de la política como "ciencia de lo posible" en tanto en cuanto pretende estudiar el estado real de su tiempo y ofrecer vías de salida a una situación de colapso. Es profundamente realista, y contrariamente a lo que se le suele atribuir, no es acérrimo partidario del mantenimiento del statu quo del príncipe, ni detractor de las transformaciones, pues por más que advierta sus peligros, no deja de ponderar su necesidad, llevada a cabo con energía y audacia por quienes son susceptibles de estar interesados en los cambios. En este sentido su análisis está continuamente barajando la categoría de posibilidad: "Es deseo muy natural y ordinario el de querer adquirir algo que no se tiene; alabaremos siempre a quien lo cumple si le es posible; pero el error está en empeñarse en poseerlo cuando no es posible". 19
En El Príncipe el autor aconseja al monarca evitar cambiar las instituciones y dejar lo más posible a los subalternos el cuidado de tomar medidas impopulares, elegir con cuidado a sus consejeros y evitar cederles la menor parcela de autoridad. Se dedicará tan sólo a defender y extender su poder por todos los medios, incluso utilizando el crimen si es necesario. "Vale más ser temido que amado". Este tipo de aseveraciones es el que le han valido su mala fama. Sin embargo la pregunta es obvia: ¿no es así como funciona el poder en las instituciones, hasta en las que más predican el amor, como nuestra Santa Madre Iglesia?

La liberación parte del reconocimiento de la realidad. Este sesgo realista es la enseñanza que podemos sacar hoy de Maquiavelo: sabiendo que el poder político tiene estos dinamismos, y no precisamente porque quienes lo detentan sean esencialmente corruptos, malos o desaprensivos, ¿qué acciones cabe emprender para que esta violencia sea la menor posible, para poder repartir el poder, para que los errores no sean tan trágicos, para que no aplasten a millones de personas? El idealismo en política suele tener efectos perversos, pues omite sistemáticamente el tomar el pulso a las fuerzas en juego. Otro aspecto del pragmatismo maquiaveliano al que ya hemos aludido es que el único modo de valorar las acciones políticas es por sus resultados. Cuanto más estable y duradero sea un gobierno, tanto mejor será. La duración será prueba de su salud, puesto que una tiranía insoportable o un desgobierno generalizado no sería susceptible de dilatar. La estabilidad es uno de los puntos a los que apuesta Maquiavelo, pero habría que matizar una vez más, que esto no tiene necesariamente una lectura conservadora, defensora a ultranza del statu quo. Digamos simplemente que, si lo vemos con ojos desprejuiciados, el deseo apasionado y subyacente de Maquiavelo es liberador: ver surgir un nuevo movimiento patriótico italiano contra los invasores, y que para ello -cuando sería una fácil tentación, máxime en un terreno como el nacionalismo- no apela a nobles ideales ni a esencias nacionales. Exalta la Roma republicana, no la imperial, y siguiendo a Aristóteles sostiene que de las tres formas clásicas de gobierno la mejor es la de tipo mixto por ser más sólida y estable, pues en ella "el príncipe, los grandes y el pueblo gobiernan conjuntamente el estado".

Touchard afirma que tiene una concepción del estado que ignora las realidades económicas, y lo acusa de ver en la política poco más que el juego de voluntades, pasiones e inteligencias individuales, 20 lo cual no me parece muy exacto. Maquiavelo no se detiene en el análisis de la economía, sin embargo no es idealista, y dentro de su abordaje de la cuestión del poder señala siempre como trasfondo la centralidad del dominio del hombre sobre las cosas: "El hombre olvida más fácilmente la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio". Sin centrarse en el análisis de la economía le otorga un papel esencial. Señalemos como muestra el pasaje de "El Príncipe" en el que éste le encarga a un arquitecto de elaborar el plan de la edificación de una ciudad, plan que queda totalmente descartado, y la competencia del técnico totalmente negada por no tomar en cuenta de qué iban a vivir los habitantes de la tal ciudad.

Otra crítica de Touchard 21 es que aunque la idea de estado ocupa el centro de su pensamiento, no llega a formular su teoría. El estado para él es un dato, un ser al que no pretende explicar cómo filósofo. Tampoco creemos que sea tan evidente -como sostiene Touchard- que legitime la subordinación del individuo al Estado. Maquiavelo no define ni la esencia ni la naturaleza del estado, pero de su obra se desprende que el estado es un conjunto de relaciones mediatizadas por el poder. Y expresa también que la fuerza tiende al caos, y que el orden, el equilibrio, se logra con artificio, con técnica. Lograr la estabilidad será la muestra de la virtú del político, cualidad que, si bien se desmarca del antiguo concepto de "virtud" de la teología medieval, no coincide tampoco con la afirmación que hace Touchard: "en una jungla donde no hay moral ni derecho internacional todo vale” 22, pues es también convicción maquiaveliana que el estado debe garantizar la vida satisfactoria de sus miembros.

El binomio dominio libertad

El ser humano no es fundamentalmente un animal racional ni un animal que habla sino voluntad de poder. La ley nace por la fuerza, por la acción de unos hombres (sean de origen noble, plebeyo o real) pero una vez establecida es algo más que fuerza bruta, es protección contra el miedo, contra la inseguridad que penetra toda vida humana. Las leyes se instituyen por la fuerza, pero no se pueden mantener por el simple dominio de la fuerza bruta en un estadio posterior a su establecimiento.

Una ley que no garantice la seguridad y durabilidad de la vida  tanto del propio estado como de los ciudadanos  y que por tanto tenga a éstos sumidos en el miedo, es injusta por inviable. La corrupción es deleznable porque no contribuye en nada a la estabilidad y a la seguridad, antes bien, es la más seria amenaza para la continuidad del estado. Este no tiene otra finalidad que asegurar el seguro transcurrir de la vida de los ciudadanos.

Coincide con Aristóteles en que las usurpaciones de los ricos son más peligrosas para la república que las de los pobres, 23 por lo que la oligarquía no es recomendable puesto que no puede asegurar su propia conservación. Para Maquiavelo el concepto de seguridad prevalece al de justicia. La seguridad se deriva de un cierto equilibrio y estabilidad entre fuerzas, pero como deja al margen las consideraciones éticas, no recurre a la fundación en la "justicia", sino que se derivaría de un cierto "orden". Sin embargo, como hemos señalado, es malinterpretarlo el verlo como un reaccionario interesado en el puro mantenimiento del status quo. No justifica la tiranía, sino que, como buen moderno, se siente profundamente preocupado por el problema de la seguridad. Este es precisamente el problema que intenta enfrentar Maquiavelo con su teoría política: la seguridad, más que el poder. Ahora bien: "los hombres no pueden garantizar su seguridad más que con el poder". 24 Su filosofía es una filosofía del orden: "podemos llamar feliz a aquella república en la que haya surgido un hombre tan prudente que le haya dado leyes ordenadas de tal manera que, sin necesidad de corregirlas, pueda vivir seguro bajo ellas", 25 pero todo ello no obsta para que sean perfectamente rescatables ciertos aspectos de su noción de poder para la filosofía actual.

Maquiavelo pensaba que la forma más perfecta de gobierno era la república, sin embargo, existían circunstancias excepcionales  como la fundación de un estado o su reforma en caso de crisis  que exigen que el poder permanezca, por cierto tiempo, en manos de una sola persona. Sin llegar a teorizar sobre el equilibrio de poderes, formula la necesidad de que exista una cierta armonía entre la monarquía, la aristocracia y el poder popular. El modelo a seguir es la república romana, en la que él entiende que se dio este equilibrio entre clases, situación que no estaba ni mucho menos exenta de conflictos, como él mismo subrayaría, pero éstos son inherentes a toda dinámica del poder. Además, las contradicciones no tienen por qué tener siempre connotación negativa: "Creo que los que condenan los tumultos entre los nobles y la plebe atacan lo que fue la causa principal de la libertad de Roma, se fijan más en los ruídos y gritos que nacían de estos tumultos que en los buenos efectos que produjeron”. 26

Otro tema importante que permite clasificar a Maquiavelo como filósofo político moderno es el del deseo, que tan extensa­mente tematiza Spinoza, por ejemplo. Maquiavelo no es un filósofo de viejo orden, no manifiesta cansancio, sino que sueña con un orden nuevo, no se ve a sí mismo como filósofo de una sociedad decadente  una sociedad decadente es una sociedad que no tiene deseos, dice Nietzsche  sino como un abanderado de un nuevo orden que requiere enfrentar una serie de temas espinosos que no rehuye porque es consciente que los hechos no se cambian simplemente negándolos. En conclusión, la tarea que inicia Maquiavelo es una cierta "fisiología del poder" que siglos más tarde desarrollará Nietzsche, quien viene a decir que la formación del poder tiene lugar en un terreno previo al de la política. Las formaciones de poder se manifiestan en la política, pero no se sustentan en la propia política.

Nietzsche es anti-capitalista y anti-socialista. Considera a ambos sistemas como hermanos e intenta crear un espíritu postburgués y postsocialista. Esta es una de las razones que le ha valido el apelativo de "primer postmoderno". Paralelamente y por las varias razones que hemos intentado exponer, podríamos calificar a Maquiavelo de "primer postmedieval". Ambos autores constituyen hitos de referencia obligada para quienes a las alturas de estos tiempos nuestros de la postmodernidad reflexionamos entorno a la temática del poder y del "nuevo orden político". 27

En conclusión

Maquiavelo es uno de los primeros y raros autores en la tradición occidental que aborda el tema del poder desde su especificidad. Podemos denominarlo el primer moderno porque considera la autonomía del ámbito político. Desde una perspectiva actual habría que reivindicar su talante en por lo menos cuatro aspectos. En primer lugar por su “positivismo”, esto es, porque analiza lo que se ve, lo que se palpa, la realidad. En segundo lugar por lo que podríamos llamar un “vitalismo avant-la-lettre que se plasma en una sinceridad e ingenuidad indispensables para la crítica; así como en una reivindicación del cuerpo y de la dimensión física, posicionándose explícitamente contra una moral que castiga al cuerpo. En tercer lugar por su pragmatismo que de entrada reconoce que no se puede obviar la violencia. Esta no es previa al cuerpo social, algo “externo”, como sugerirán más tarde las teorías del contrato, sino inherente a él. Por último por su antinaturalismo que lo lleva a afirmar que la política es invención, creación, en este sentido no pertenece al dominio de lo “natural”. De ella destaca su historicidad para subrayar que es preciso asumir la experiencia, ir a la historia para extraer de ella enseñanzas.

Además del talante, lo que aporta Maquiavelo a la reflexión política es un programa de temas a abordar: tanto el príncipe como el pueblo deben atender a las prácticas, a las acciones. Por todo ello podemos decir que la figura de Maquiavelo ha sido satanizada injustificadamente. Su empeño no consiste en dedicarse a bendecir crímenes y venganzas, sino en identificarlas como parte de la vida política. En ningún momento pretende fomentar tales desmanes, sino que trata de ver cómo reducirlos al mínimo en pro de la seguridad. Se trata de ver cómo hacerles frente. Tal vez si se hubiera asumido el planteamiento maquiaveliano la filosofía política moderna no hubiera caído tan estrepitosamente en planteamientos de un idealismo tan craso como en los que cayó e incluso en los que continúa no pocas veces. Como señalábamos la doctrina maquiaveliana está más preocupada por abordar el problema de la seguridad que por brindar una teorización sobre qué sea el poder. Sin embargo por lo que llevamos dicho, sería importante rescatar su noción de poder para la filosofía política actual. Tal noción asocia el poder a fuerza y acción sin separar la acción del sujeto. El poder en sentido maquiaveliano es dominio sobre los demás hombres, sin dejar de destacar en primer plano la centralidad del dominio del hombre sobre las cosas.




REFERENCIAS

NIETZSCHE, F. Genealogía de la moral Ed. Laia, Barcelona 1981.

CHEVALIER, J. Historia del pensamiento Tomo II Ed. Aguilar, 2 ed. Madrid 1967

MAQUIAVELO, N. Discursos sobre la primera década de Tito Livio Alianza ed. Madrid 1987

TOUCHARD, J. Historia de las ideas políticas Ed. Tecnos, 5 ed. Madrid 1983

CONILL, J. "La actual contribución de Nietzsche a la racionalidad hermenéutica y política" Aparte de "Estudios Filosóficos" n. 119 Vol. XLII Enero-abril 1993

GINER, S. Historia del pensamiento social Ed. Ariel, Barcelona 6 ed. 1988

MAQUIAVELO, N. El príncipe Ed. Planeta, Barcelona 1983

AGUILA R. del "La autonomía y sus obstáculos: virtú, fortuna y femineidad en la teoría política de Maquiavelo" en Actas de las VII jornadas de investigación interdisciplinar.Vol. I Ed. Universidad Autónoma de Madrid, 1989.

TOMASSINI, L. "El debate modernidad-postmodernidad" en Revista de Economía Política, Madrid 1992.

Notas:

1 Giner Historia del pensamiento social ed. Ariel, p. 200.
2 Nietzsche Genealogía de la moral 1 disertación #6 pág.53 ed. Laia
3 Ibidem
4 El sentido de la transvaloración de Nietzsche es profundamente político, como señala Conill (p. 57): "Por una parte, la transvaloración es la "fórmula para designar un acto supremo de autognosis de la humanidad"; esta reflexión hermenéutica nos permite "recapacitar" y descubrir las fuentes de energía que todavía le restan al hombre. Hay que descubrir la "mentira como mentira" y percatarse de si todavía existe esperanza alguna. Pero, por otra parte, esta hermenéutica que transvalora todos los valores, llegando al fondo desde donde se establecen las valoraciones, promueve una "guerra", una lucha, de valores, de sentidos, de poder; y éste es el sentido político: "el concepto de política queda entonces totalmente absorbido en una guerra de los espíritus, todas las formaciones de poder de la vieja sociedad saltan por el aire -todas ellas se basan en la mentira: habrá guerras como jamás las ha habido en la tierra. Sólo a partir de mí existe en la tierra la gran política" (Ecce Homo p. 124).
5 Discursos sobre la primera década de Tito Livio, p. 26.
6 Genealogía de la moral p. 113.
7 Cfr. El episodio sobre Coridano Discursos l. I cap. 7 p. 49.
8 Touchard Historia de las ideas políticas Ed. Tecnos p. 202.
9 Nietzsche Genealogía de la moral, disert. 1 cap. 13
10 Ibid p. 70
11 Ibid p. 104.
12 Ibidem
13 Tomassini p. 83
14 Discursos sobre la década de Tito Livio libro I c.6 p. 48
15 "La antiguedad y la continuidad del dominio apagan las memorias y los motivos de innovaciones, porque cada mutación prepara el terreno para un nuevo cambio" (El Príncipe c.II p. 7).
"A los hombres conviene o atraerlos por las buenas o anularlos, porque de las ofensas leves se vengan, de las graves, no. De ahí que la injuria hecha a un hombre debe ser de tal envergadura que no deje lugar a reacción" (El Príncipe c. II p.11).
"Nunca debe permitirse un desorden para evitar una guerra, porque en realidad no se la evita, sino que se aplaza el conflicto con desventaja propia" (El Príncipe p.17).
"Es de saber que hay dos modos de combatir: el uno, mediante las leyes; el otro, por la fuerza. El primero es propio del hombre, el segundo, de las bestias. Pero como a veces el primero no basta, conviene recurrir al segundo. De ahí que al príncipe le sea necesario saber usar debidamente tanto la bestia como el hombre" (El Príncipe, c. XVIII, p.81).
"El príncipe se hace despreciable cuando aparece voluble, frívolo, afeminado, pusilánime, irresoluto: de todo ello debe guardarse como un escollo e ingeniárselas para que en su conducta se vea grandeza, ánimo, gravedad, fortaleza. Empéñese en que su sentencia sea irrevocable en litigios privados entre sus súbditos..." (El Príncipe p.85).
"Es mejor ser impetuoso que circunspecto, porque la fortuna es mujer y, si se quiere dominarla, hay que maltratarla y tenerla a freno. La experiencia enseña que se deja vencer por quienes proceden fríamente; pero, como mujer que es, gusta de los jóvenes, que tienen menos miramientos, son más brutales y la someten con más audacia" (El Príncipe c. XXV p. 118).
16 Touchard p. 203
17 R. del Aguila p. 313
18 R. del Aguila p. 318
19 El Príncipe, p.16.
20 Touchard p. 204
21 Touchard p. 205
22 Touchard p. 204
23 Política IV, 12, 1297a
24 Discursos 29.
25 Tito Livio 29.
26 Discursos p.38.
27 Conill, Jesús p. 61: "La transvaloración con sentido político, que implica una transformación del sentido vital ha de desarrollar una política grande. En la "gran política" de Nietzsche se revela una conciencia de misión universal: la posible configuración de un mundo ateniéndose a las exigencias de la transvaloración. Hay una gran "tarea" por delante: la transvaloración superadora del nihilismo. La realidad mundial exige "fines ecuménicos" si queremos crear las condiciones" para la "elevación" del hombre. Esto indica que Nietzsche, a su modo, contribuye a profundizar en la "conciencia histórica", se da cuenta de la creciente interdependencia de todos los pueblos (del significado ecuménico de la tarea) y de la responsabilidad en la configuración del mundo. Está, pues, interesado por una reflexión sobre las bases de una acción política, por una filosofía de la acción y para la acción”.