"La filosofía no es el arte de consolar a los tontos ... su única tarea es la búsqueda de la verdad y destruir prejuicios."

Giordano Bruno


Cuando recordamos a los héroes de la libertad  de conciencia y de pensamiento un nombre brilla como  un  sol entre muchos otros. Es el de Giordano Bruno. Y digo bien, héroe y no  mártir como a menudo se lo designa  creyendo honrarlo.

Héroe pues hacía falta un enorme valor para enfrentar al tribunal de la Inquisición con sus históricas palabras: "Tremate forse piu voi nel pronunciare la sentenza che io nel riceverla"  ("Tembláis más vosotros al pronunciar la sentencia que yo al recibirla").

Palabras  estas  postreras  que marcaron el  nacimiento  de una leyenda. En ese instante Giordano Bruno entraba en la inmortalidad   y  tuvo  aún  más gloria, si cabe, cuando  poco después  era flagelado, enmudecido con mordaza de hierro y conducido al  Campo di  Fiori  donde fue quemado vivo el  19 de febrero del año 1600 como si hubiera sido el peor de los criminales.  Todo ello por no querer reverenciar dogmas que son falsos desde el principio al fin. No se sabe que fue mayor en sus verdugos: si la estupidez  o si la maldad. A ninguno de ellos  le  importó  que  Giordano Bruno fuera una de las mentes más lúcidas de  Europa, conocido  y honrado en los círculos académicos de todo el continente y autor de crecido número de obras leídas y discutidas con apasionamiento. Fue Giordano Bruno catedrático  en Wittenberg, Paris, Noli, Toulouse y Oxford pero esto no contaba para  los personeros  del  oscurantismo que lo mantuvieron  ocho años en prisión y torturas antes de su terrible final.
   
Todo  esto  nos asombra hoy como acto de  barbarie. Han pasado casi cuatro  siglos desde que Giordano Bruno fuera asesinado  y  quisieramos creer  que  ya no podría ocurrir algo semejante. Nos equivocamos sin embargo pues siguen ocurriendo cosas similares  y aún peores en este nuestro siglo en tantos lugares donde  faltan las libertades. Y tenedlo por seguro: si en Occidente ya no  se  tortura y mata por motivos puramente religiosos es debido únicamente a  que  las fuerzas de la ignorancia, el fanatismo  y  la superstición ya no tienen el poder de antaño. Si lo tuvieran las cosas serían aún peores. 
   
Mantener intacta la  pompa  de jabón de los mitos y de los dogmas costó mucha sangre. Nos  duele la de los ilusos creyentes convencidos de dogmas falsos pero  aún más doloroso es el suplicio de los grandes hombres que cometieron el  que los intolerantes consideran como terrible delito: pensar. 
 
Terrible  porque  el pensar es veneno mortal para los dogmas  de  cualquier  clase. La Verdad está  siempre más allá y no  se  puede encerrar en  fórmulas rígidas. "El Infinito retrocede y  se  nos escapa" como bien afirmaba Honorato de Balzac.  

Vale la pena efectuar una síntesis de la vida de Giordano Bruno antes de ocuparnos de su obra. Por cierto que su vida fué tormentosa y novelesca, plena  de apasionadas polémicas y enconos y digna de ser llevada incluso al cine (en una película más fiel a la realidad histórica que la  que todos conocen). Por ello la sintetizaremos aquí con algún detalle.
  
El  tema principal de nuestro programa es tratar al menos en forma sintética  e introductoria al famosísimo  "Arte  de la Memoria" donde, como se verá, hay mucho más que memoria y memorizaciones.  En esto Bruno navegó hacia aguas muy profundas,  señalando una vía hacia el éxtasis y los estados superiores de  conciencia a partir de las disciplinas mnemotécnicas. Pero dejemos esto para  más adelante pues es importante conocer antes algo   de  la vida del autor para comenzar a comprender  tanto su obra como su destino.  
 
Nacido  en Nola a comienzos de 1548 (con el nombre  de Filippo Bruno) era hijo de Giovanni y Fraulissa Bruno, siendo  la  madre probablemente de  familia alemana. El haber nacido  en  Nola  le valió el apodo del Nolano con que se conoce hasta hoy a Giordano Bruno.  Adoptó  luego el nombre de Giordano al vestir  el  hábito dominicano en junio de 1565. En 1566 profesa y en 1572 es ordenado  sacerdote. En 1575 se doctora en Teología y ya para entonces se apoderan de el dudas razonables e inevitables sobre los dogmas de la Trinidad y de la Encarnación.
 
En 1576 es procesado dos veces por las  autoridades eclesiásticas. El primer  proceso fue debido a que  había tirado varias imágenes de santos que había en su celda, conservando tan solo el crucifijo.  La segunda por recomendar a un novicio lecturas  que fueron  consideradas inadecuadas y por  defender las  doctrinas arrianas.  Bruno siempre sostuvo que Arrio no había  sido  bien comprendido. En marzo de ese año huye del convento y peregrina dos años por Liguria, Piamonte, Veneto y Lombardía. Enseña Astronomía por un breve lapso en la Universidad de Noli cerca de Génova.
 
En  Venecia imprime su obra ahora perdida "De los signos  de los  tiempos". En 1579 abandona definitivamente el hábito religioso.

En 1579 del Piamonte pasa a Chambery y luego a Ginebra, donde lo  asila y protege el napolitano calvinista Marqués de Vico.  Aunque se  niega a abrazar el calvinismo es recibido con honores en  la Universidad de Ginebra en mayo de ese año. Pero posteriormente su violenta refutación al profesor calvinista de la Faye le vale ser arrestado y sometido a proceso. Bruno huye de Ginebra tan  pronto como puede lleno de rencor contra las autoridades.  
   
Comienza  una  nueva etapa. Pasa por Lyon y  llega  a Toulouse, centro del protestantismo francés,  donde  permanece dieciocho meses. Allí recibe su doctorado en Artes y una cátedra de filosofía en la Universidad. También explica Astronomía y dicta un  curso sobre  el De Anima de Aristóteles, el que vuelca en una obra  hoy perdida.  
   
De  este  período data su Clavis Magna, también  perdida, donde trataba el arte de la memoria y el lulismo. No cabe duda que  el genial mallorquino Ramón Llull (o Raimundo Lulio) fue para Giordano  Bruno  gran fuente de inspiración a lo largo  de la mayor parte de  su  vida. El lo llamaba "el divino Lulio"  y solo le reprochaba dos cosas: haber querido reformar la lógica aristotélica  que  es  perfecta y tratar de demostrar postulados de la religión que solo la fe puede imponer.
  
Lulio  junto con el filósofo alemán Niklaus  Chrypffs  (llamado Niklaus von  Cusa) fueron los dos autores individuales  que  más influyeron  en Bruno. De este último afirmaba el Nolano:  "Si  no hubiese infectado su genio la vestidura del sacerdote, ese  genio hubiese no solo igualado sino superado al de Pitágoras". Recordemos  de paso que el no solo genial sino generoso Nicolas de Cusa (Klaus von Cusa) es el origen de la leyenda de Santa Claus o Papa Noel. Volveremos luego sobre estos dos autores en relación a  la obra del Nolano. No debe olvidarse tampoco la influencia de otros dos grandes pensadores alemanes sobre Bruno. El primero,  Alberto Magno, una de las mentes más poderosas del medioevo y maestro  de Tomás de Aquino. El segundo fué Meister Eckhart, a quien probablemente Bruno conoció  y trató durante su  posterior estadía  en Alemania, según señala Albert Rivaud.
  
Habíamos  dejado  al  Nolano en Toulouse en  1581.  Es entonces cuando Bruno  se vé duramente atacado por  los aristotélicos  y abandona esa ciudad, dirigiéndose a Paris. Allí el tema del lulismo está  de  moda  y Bruno dá conferencias sobre este  asunto.  Sus conocimientos  de mnemotecnia atraen la atención del rey Enrique III,  quien lo llama. La curiosidad del rey era si la memoria  de Bruno  era debida a artes mágicas, cosa que Bruno niega rotundamente. El rey le otorga una cátedra rentada en la Universidad  de Paris. Bruno  en agradecimiento le dedica al rey su obra  "De umbris  idearum" , la que trata del arte de la memoria. En breve lapso aparecen otras dos obras suyas dedicadas al tema: el  "Cantus Circaeus" dedicada a Enrique de Valois, duque de Angulema y el "De compendiosa architectura" dedicada a Juan Moro, embajador  de Venecia  ante el rey de Francia. Incluso escribe una comedia  "Il Candelaio" donde  se anticipa el estilo que usará  luego  en su célebre "Spaccio".  Pero el inquieto Bruno no es  de permanecer demasiado tiempo  en el mismo sitio y en marzo  de 1583 decide partir  a Londres. Lleva una carta de presentación del  embajador inglés  en  Francia en la que se recomienda a Giordano  Bruno  en todo sentido menos, literalmente, por su  religión.
  
En abril de 1583 parte finalmente hacia Inglaterra. Se ha afirmado que llevaba un designio político dado por el rey de Francia como tambien se ha dicho que retornará al continente como  espía inglés. No hay la menor prueba de una cosa ni de la otra y es de pensar que los herederos de sus asesinos siembran estas y otras calumnias  para enturbiar su memoria.

En  Londres escribe y publica cuatro obras sobre el arte de  la  memoria. Enseña en Oxford pero estalla una polémica tan violenta que  la cólera de los teólogos oxonienses lo obliga a refugiarse en la embajada francesa. A pesar de todo esto permanece en Ingla­terra  durante todo 1584 y parte del año siguiente. Allí escribe algunas  de  sus obras más famosas, principalmente  en italiano. Debe destacarse que la mayor parte de su producción está redactada  en latín, lengua culta de esos tiempos. Ven así la luz  "Del infinito  universo  y  los mundos", la "Expulsión  de la bestia triunfante", la "Cena de las cenizas" , "De la causa, principio y unidad",  "De  los heroicos furores"  y la "Cábala del caballo Pegaso".Algunas de ellas están dedicadas a Sir Philip Sidney  (su protector) y en cuyo círculo literario vemos brillar a Giordano Bruno durante esa época.
  
Pero conflictos y traslados parecen ser el leit-motiv  constante en la vida de Bruno. En otoño de 1585 regresa a Paris y  se encuentra  que  quien iba a ser su nuevo protector, el  Marqués de Mauvissière,  no  podrá ya serlo pues ha caído en  desgracia por motivos políticos. Como no le queda otro camino y con no poca repugnancia  intenta reconciliarse con la Iglesia. Su gestión ante el nuncio papal fracasa pues se le ordena reingresar en los dominicos,  a lo que Giordano Bruno se niega terminantemente.  

Escribe para  ese tiempo su "Arbor Philosophorum"  (perdida), la que  se supone tenía contenido mágico-cabalístico-lulista y mnemotécnico. En  1586  aparecen en Paris  nuevas obras suyas: un comentario mnemotécnico-mágico a la física de Aristóteles, el "Idiota triunfan­te" que se refiere a la matemática y a un curioso compás de  ocho puntas inventado  por su compatriota Fabrizzio Mordente.  

Esto también  le acarreó odios y dificultades. Y como parece  ser  el  signo constante de su vida se aproxima un nuevo y terrible escándalo que le obligará a salir de Francia. Por boca de su discípulo Jean Hennequin expone Bruno en el Colegio de Cambray sus "Ciento veinte proposiciones contra los peripatéticos sobre la naturaleza y el mundo". Los erúditos y doctores quieren llegar a la violencia. Bruno les calma como puede y huye de Paris. El 25 de  julio se encuentra en Marburg pero la Universidad le niega una cátedra.   La  consigue poco después en Wittenberg donde permanece por dos años. En ese período publica una gran cantidad de obras en latin, que no  son lo más conspicuo de la  producción bruniana.  Luego parte de Wittenberg, donde la libertad de cátedra se veia amenazada por el fanatismo pero ahora calvinista.
  
Comienzos  de  1588. Giordano Bruno llega a Praga donde permanecerá por solo seis meses. Es recibido por el emperador Rodolfo II,  interesante personaje filósofo, esoterista y alquimista y protector  conocido de filósofos y magos. Le dedica al emperador un  par de obras sobre mnemotécnica y  mathesis lulistico-bruniana. Como el emperador le dio  dinero pero no cátedras u otro  trabajo, se marcha el Nolano a Helmstedt a finales de 1588. Allí se incorpora  a  la Universidad y comienza una época de  gran producción gracias  tal vez a su amigo Jerome Besler, natural de Nürnberg, a quien el Nolano le dicta multitud de obras. Entre estas últimas se cuentan "De la magia", "Tésis mágicas", "Principios, elementos y causa de las cosas", "Medicina luliana" y "Magia matemática". Protegido por el  duque Heinrich  Julius escribe una oración a la memoria del padre de este donde asume la posición más violentamente anticatólica y antipapista  que  se recuerde en toda su vida. A los esfuerzos y cuidados de su  amigo Besler  ya mencionado se debe que varias obras de Giordano  Bruno se hayan conservado.
   
En abril de 1590 Bruno y Besler dejan Helmstedt. Bruno se dirige a Frankfurt,  donde publicará varias de  sus  obras filosóficas entre  ellas la bien  conocida "Del  infinito universo y los mundos". Tras una breve estadía en Zurich y Elgg en el invierno de 1590-91 retorna Bruno a Frankfurt.
 
Ya despunta en el horizonte la tragedia final. Un patricio veneciano, Zuane Mocenigo, le escribe dos cartas a Frankfurt. En ellas  lo invita  a concurrir a Venecia para enseñarle el arte de la memo­ria,  la invención y la geometría. Pero en realidad  lo que le interesa a Mocenigo es la magia. Posiblemente algunas fanfarronadas de Bruno respecto de sus conocimientos al respecto excitaron la codicia de Mocenigo. Bruno acepta y llega a Venecia en septiembre  u octubre de 1591.  Era mucha audacia como los hechos  lo probaron más tarde. En realidad Bruno acariciaba la idea descabellada  de exponerle personalmente al Papa sus planes de reforma religiosa, moral e intelectual. Antes de mudarse a casa de Mocenigo  Bruno reside en Venecia por su cuenta y viaja a Padua acompañado por Besler, su amigo inseparable, quien sigue actuando de secretario.

De esta época solo se conservan algunos escritos suyos fragmentarios.  Por  fín se instala en Venecia en casa de Mocenigo y  no tardará Bruno en descubrir la increíble villanía de este aparente nuevo protector suyo.

Los acontecimientos se precipitaron: cuando Bruno le comunica a Mocenigo  su  deseo de viajar a Frankfurt este  le  replica  que quizás  la intención real de Bruno es impartir sus  enseñanzas  a otros  antes  que a el. Bruno no toma en serio  las  amenazas  de Mocenigo  y, al reiterarle que desea partir, su violento y  villano anfitrión le dice que el encontrará los medios para que Bruno  se quede en su casa. Como a la noche siguiente Giordano Bruno reitera sus deseos de viajar, Mocenigo cumple sus amenazas. Encierra a Bruno  en un aposento de su casa y lo denuncia a la Inquisición (tan mal llamada Santa). El resto de la historia es bien  conocido. 
 
Se  lo acusó entre otras infamias de pretender saber más de  lo que  los Apóstoles podían saber y de haber dicho que la  religión verdadera era la egipcia. En esto Giordano Bruno estaba equivoca­do  pues lo que el llamaba religión egipcia eran en realidad  los textos  del hermetismo griego como el "Asclepios" y el "Poimandres".  
 
En  septiembre de 1592 es trasladado a Roma, donde continúa el proceso, por pedido del Cardenal de Santaseverina, Supremo Inquisidor Romano. El proceso marchó con extraordinaria lentitud.  Se pretende hacerle abjurar de ocho proposiciones heréticas extraídas  de sus obras. Se le leen estas proposiciones en febrero  de 1599. Giordano Bruno contesta viril y heroícamente que ni debe ni quiere  ni puede retractarse. Ante esto el infame Papa Clemente VIII lo condena a ser entregado al brazo secular, forma eufemística y usual para la Inquisición de denominar a la sentencia  de muerte. Cuando antes  de la ejecución se le enseña un crucifijo  el Nolano dió vuelta la cabeza con ira, según refiere un tal Schopp en  una  carta de la época, donde califica a Giordano  Bruno de monstruo por el solo delito de pensar.

Pasemos ahora a analizar globalmente la producción filosófica de Bruno antes de desembocar en lo más atractivo que es su mundo de ideas mágico-cabalístico-astrosófico que culmina en el arte de la memoria. Su filosofía es clara y se basa en principios tradicionales  (en el sentido de René Guénon). No parece sin embargo  ser filósofo  demasiado leído  en nuestro tiempo, sin duda  por  su  estilo y por la dificultad para poder hallar muchas de sus obras. 
 
A  menudo  recurre al diálogo o a la  conversación  entre varios personajes, lo que no agrega fluidez a sus escritos ni se  adapta  a los gustos modernos. Con poca modestia pero sin faltarle buenas  razones Bruno se autotitula en "La cena de las cenizas" como "el  Sol naciente" que hace revivir "la antigua filosofía enterrada en  las cavernas tenebrosas de la ciega y malhechora ignorancia".

Giordano Bruno en sus comienzos fue sin duda influenciado por el pensamiento neoplatónico y su admiración por la teoría copernicana.  Recoge además  otros múltiples elementos provenientes tanto  del estoicismo  y misticismo como del monadismo. Siguiendo a Ferrater Mora digamos que en Giordano Bruno la mónada es la verdadera sustancia de las cosas, como el "mínimo"simple e irreductible a cualquier otra entidad. La mónada es esencia del individuo pero de un individuo que no está literalmente aislado y separado del resto sino en comunidad esencial con ese resto. Por ello tambien Dios es monas monadum, la Mónada de las mónadas o la Mónada Suprema.
 
Todo esto lo  conduce  a defender con vehemencia las doctrinas de la infinitud del univer­so y de la pluralidad de los mundos. El universo es concebido por él no como sometido a un destino rígido sino como algo en permanente  cambio  y evolución siguiendo un orden  fijado  desde  la eternidad. Lo superior y lo inferior están ligados por una sola y misma vida que es infinita e inagotable. En esto se acerca a  los Upanishads hindúes  y al Hermetismo Tradicional al destacar  el misterio de la Unidad, siguiendo sin duda los pasos de su  inspirador Niklaus von Cusa.
 
Para  el  Nolano la infinitud espacial y temporal  del universo corresponden  a  la infinitud de Dios, en donde coinciden  y  se sintetizan los opuestos y que está por su naturaleza infinitamen­te por arriba del mundo aún cuando se halle presente también  en la materia y   fuera de esta, siendo la causa inmanente  de todo. El universo está pues penetrado de vida y es él mismo vida, un organismo infinito que contiene a los organismos  particulares que son  los infinitos mundos, los infinitos sistemas  solares análogos al nuestro. Lo que rige a esta infinitud de mundos es la misma Ley pues Dios es uno y está presente en todas las cosas y seres de todos los reinos (mineral, vegetal, animal y humano), en suma  es siempre la misma vida, el mismo espíritu y orden y,  en suma, el mismo Dios.
 
El  universo visible y sensible es para Bruno la sombra  de la Unidad, del Principio pero también de la posibilidad total que no conoce  contradicción ni límites. El parentesco estrecho  con  la doctrina de  los Upanishads y con el hermetismo  tradicional  es aquí innegable y hace para nosotros evidente que Giordano Bruno estuvo en contacto con fuentes iniciáticas, aún cuando no podamos precisar  cuales  y  en que momento de su vida. Es más, en  sus "Escritos latinos" al tratar las "imágenes de palabras" Giordano Bruno  desliza, para quien sabe ver, una clave iniciática que  es contraseña  y aún mucho más que eso (y que era bien conocida de los Fedelli  d' Amore entre otras organizaciones iniciáticas).
 
Aquí  ya  no caben dudas pero es notable que a la máxima autoridad  en el tema   Bruno,  la  Dra. Frances Yates, el asunto le pasa  completamente desapercibido pese a ocuparse explícitamente del mismo pasaje. De más está decir que no voy a revelar aquí cual es esa  clave  pero queda  con esto en pie la firme certidumbre de  que  el Nolano poseía una filiación iniciática templaria. La mención de ciertos temas  o la inclusión de ciertas frases reveladoras es  la  forma clásica  de darse a conocer de los Iniciados. Pero como  reza  el "Romance  del Conde Arnaldos", clásico poema  iniciático español del medioevo: "Yo no digo mi canción sino a quien conmigo va". De hecho  hay mucho más de lo que se supone en el "Arte de la Memoria"  o memoria artificial (como también se le llamaba).    
  
Para Bruno  Dios está presente en todas las cosas con Su infinito Poder, Sabiduría y Amor y El es todas las cosas, lo más alto y  lo  más bajo, el máximo y el mínimo o bien, para emplear la terminología  del  Nolano, la mónada de las mónadas.  El Nolano celebra la unidad e infinitud del cielo en donde el movimiento de los astros "canta la excelencia y gloria de Dios".
 
La misión del ser humano para Giordano Bruno es el entusiasmo y adoración al contemplar el universo, manifestación del Ser Supre­mo. En esta adoración frente a la Unidad Suprema reflejada en  el mundo se halla el camino a la Unidad de las religiones, trascendiendo todos los dogmatismos. En esta adoración surge el "heroico furor" (título de una de sus principales obras), furor que  Bruno debe haber experimentado en grado sumo ya que murió defendiéndolo con valor hasta el fin. En "La causa", obra publicada en Inglaterra, expresa además un pensamiento perdurable: "Para el  filósofo toda la tierra es patria".

Las conclusiones de Bruno son claras: si bien los individuos son innumerables el Todo es Uno y conocer esta Unidad es el objetivo de toda filosofía y de toda contemplación. Palabras dignas de  un Iniciado, que sostenía además que en nada se diferencian el acto pleno  y  la  potencia plena, destacando así aún  más  la  unidad natural  del Ser. Bruno llega de este modo a un monismo donde Principio, Alma, Materia, Universo, Potencia y Acto se confunden en un  solo Ser.
 
Giordano  Bruno no fue un panteísta como creen algunos autores modernos sino que supuso un retorno a la idea tradicional de inmanencia frente a la teología absurda centrada en un dios personal con barba y sentado en un trono.

Vale la pena decir algo antes de entrar en el tema de la memoria respecto de la concepción bruniana de la Bestia. Esta representa los abusos del pasado, miserable y sucio. Se trata pues de vencer a la Bestia y expulsarla gracias a la  Conciencia.  Ella cuenta  con sus fuerzas que son la Verdad, la Sabiduría, la  Prudencia,... La Virtud pertenece a las almas generosas que tienen el deseo del bien y el amor a Dios. Con estas fuerzas se inicia para la Conciencia la lucha que expulsará a la Bestia y le permitirá a ella su subida en espiral hacia el Ser.

El arte de la memoria
 
Entremos por fin en el Arte de la Memoria en su versión bruniana para tratar de dilucidar su contenido y reales alcances.   Digo  "versión  bruniana" por cuanto existían predecesores de Bruno en el  tema desde muchos siglos antes. En este punto estoy en deuda con los libros de la Dra. Frances Yates "El arte de la memoria" y "Giordano Bruno y la tradición hermética" los que, aún cuando constituyeron al publicarse un avance notable, no agotan el  tema por  la naturaleza misma de este.
 
En el mundo antiguo, en el que no existían libros ni computadoras  para  guardar información ni papel abundante y barato  para tomar  notas,  la memoria tenía extraordinaria importancia  pues solo en base a ella se podían atesorar los conocimientos y hechos del pasado. Desgraciadamente hoy el arte de la memoria se considera  cosa dedicada a escolares retrasados y que no  pertenece  a ninguna disciplina científica en particular. Viene así a ser cosa de nadie cuando en realidad es cosa de todos. Esto por cuanto fue el  genio  de Giordano Bruno el que descubrió que las  clásicas mnemotecnias  constituían un acceso a estados superiores de  con­ciencia.  
Esto hará comprender porque pongo tanto énfasis  en  el tema.
   
Naturalmente,  como  decía  Ortega y Gasset, las  ideas  de  los grandes  hombres alimentan muchos años después el debate  de las plazuelas. No hace mucho tuve ocasión de ver en un folleto repartido  en  uno  de esos lamentables cursos de  control mental un párrafo  dedicado  a la memorización. Mi indignación  estalló al comprobar que era una adaptación moderna de las técnicas preconizadas por Giordano Bruno, al que por supuesto no se mencionaba.

En  realidad  y  como se ha dicho el arte de la  memoria  en su esencia  es cosa muy antigua. Es célebre la anécdota  del poeta Simónides de Ceos (circa 500 a.C.) a quien se considera el creador original de la técnica.
 
Estando Simónides en un banquete en casa de un noble de Tesalia llamado  Scopas declamó un poema en honor de los Dioscoros o  sea los celestiales  gemelos Cástor y Pólux. Simónides había sido contratado por el anfitrión Scopas para declamar ese poema.  Pero al  finalizar  el banquete Scopas solo le pagó la mitad de  lo convenido alegando  que, dado que el poema era en honor de los Dioscoros, esos dioses debían pagarle el resto. Tras esto Simónides fue llamado a la puerta por los servidores que le manifesta­ron  que  dos jóvenes de aspecto radiante  le andaban buscando. Simónides acude pero no halla a nadie. En ese momento se derrumba el  edificio  y  mueren todos los asistentes al banquete  menos Simónides  que se hallaba afuera. Los dioses le habían pagado su parte. Pero el problema fue que los deudos no pudieron  identificar  a los muertos, los que estaban  destrozados. Simónides identificó  a cada uno pues había asociado su rostro y nombre  a cada lugar en la mesa de banquete. Así nació el arte de la  memoria.
 
La  técnica es simple en lo básico y aplicable no solo a entes concretos como ser los asistentes al banquete sino a ideas abstractas.   Cicerón en "De oratore" retoma el asunto y lo explica muy sencillamente: las personas que han de recordar cosas deben seleccionar lugares y formando vívidas imágenes mentales de  cada cosa  que deseen recordar las han de asociar a esos lugares, de manera que el orden de los lugares elegidos recuerde el orden  de las  cosas seleccionadas. Los lugares pueden  ser abstractos  o imaginarios  como también las cosas a recordar. En la Edad Media se usaban entre otros muchísimos esquemas los nueve círculos  del  infierno  dantesco y los doce signos del zodíaco. Quintiliano  en su "Institutio oratoria" cuenta como Metrodoro de Scepcis emplea­ba  como  lugares  o "loci" los trescientos sesenta grados de  la eclíptica, cosa que revela descomunales desarrollos memorísticos. Del famoso predicador Francesco Panigarola se afirma que empleaba hasta  cien  mil lugares para recordar otros tantos  conceptos  o hechos.
 
Se  basa pues la técnica en crear ante todo imágenes vívidas  y claras  de los lugares reales o ficticios, pudiendo  desde  luego aprovecharse ventanas, pilares y cuadros del aposento en que uno se  halle. A estos  "loci" hay que asociarles imágenes bien nítidas de cada cosa a recordar. Hasta aquí no hay sorpresas y los apresurados e irreflexivos de siempre dirán que todo es simple cuestión de asociaciación de ideas y en suma una niñería. Pero se equivocarán completamente.
 
De hecho en los desarrollos brunianos del Arte de la Memoria  y en la conexión del Nolano con el genial alemán Gottfried  Wilhelm Leibnitz  -conexión indudable como puntualiza Yates- se  infieren las huellas de una sociedad hermética que Bruno fundara en Alemania (los "Giordanistas") y que luego tomara forma y se expandiera como la Fraternidad Rosacruz. Esta conclusión es de Yates,  quien señala que aún resta mucho por investigar en el tema. Se sabe que Leibnitz era Rosacruz como el mismo insinúa en sus escritos y  ha investigado  Couturat.     Diremos aquí como novedad que  ciertos símbolos  inequívocos que aparecen en la portada de algunas  ediciones  originales  de las obras de Leibnitz lo  identifican  sin lugar a dudas como Iniciado. Así por ejemplo en sus "Philosophische Schriften"  deja traslucir algo al respecto. Las reglas de su proyectada Orden de la Caridad son copia de la Fama Fraternitatis Rosacrucis  y su monadología lleva la marca a fuego de la Tradición Hermética. Es curioso señalar que el gran competidor  inglés de Leibnitz o sea Isaac Newton también era Iniciado y dejó  miles de  páginas  inéditas  sobre Astrología y sobre  Alquimia. Bien entendido, los charlatanes que ahora se presentan como Rosacruces (y  que solo son expertos en sacarle dinero a los incautos) nada tienen  que ver con los verdaderos Rosacruces a los que  también perteneció René  Descartes entre otros muchos. Hoy  por hoy  la verdadera Orden Rosacruz es completamente inaccesible al gran público y las que se presentan con ese nombre son meras organizaciones comerciales.
  
Retornando  a  la "memoria artificial" o "Arte  de  la Memoria" diremos  que  es muy larga la lista de autores eminentes  que  lo emplearon,  incluyendo  a Alberto el Grande, Tomás  de  Aquino  y Brunetto Latini (maestro del Dante), Petrarca, Cornelius  Agrippa y Erasmo  de Rotterdam.  Que la técnica es útil  y  perduró  lo prueba  el hecho de que el último tratado  práctico  sobre  ella apareció en Viena en 1936, debido a Volkmann.
 
Pero aquí queremos ir más lejos y para ello debemos mencionar al gran renovador  del Arte de la Memoria que  fue  el mallorquino Ramón Lull, ya mencionado. A eso de los treinta y siete años Lull   tuvo una experiencia iluminativa que cambiaría toda su vida. Teólogo, alquimista, experto en temas de la Caballería dedicó su vida a profundizar en el Arte de la Memoria al que le dio contenido  y orientación teológicos. Su gran innovación en este campo fue  la  introducción  de un sistema de ruedas concéntricas divididas en sectores y que permiten multiplicar en forma increíble el número de los los "loci" o lugares  a  los que se asocian los conceptos  a  memorizar.  Esto inspiró tanto a Bruno como a Leibnitz. A este último lo condujo a tratar con problemas de matemática combinatoria, que ya le habían interesado al conocer los hexagramas chinos del I-Ching posiblemente por obra de misioneros que habían retornado a Europa.  La obra fundamental y culminante de Lull es su "Ars Magna" donde  lo teológico se inserta y estructura en sus ruedas mnemotécnicas.
  
Y así tenemos todo preparado para que irrumpa el genio de Giordano Bruno en el mundo de la memoria artificial (nombre este  que le fuera dado a estas técnicas por Ramón Lull). Con Yates hay que coincidir  en que hay cábala y magia en la obra de Bruno.  Pero personalmente creo que todo esto pecaba de superficialidad grandilocuente y fanfarronesca, tal vez con ánimo de atraer  incautos generosos. Ya vimos cuan caro le costó esto a Bruno con Mocenigo, quien  lo invitó a su casa precisamente para aprender el Arte  de la  Memoria.  El descubrimiento de Bruno fue que este Arte practicado de determinada forma conducía a estados  superiores  de conciencia y conocimiento, dotando a la creatividad  e imaginación  de un vuelo que jamás hubieran conocido de otro modo. Esta idea  presidió  toda  su  producción, desde su primera  obra  hasta la úlltima.  Tal vez por ello se animó a decir con su habitual falta de modestia que el comprendía al lulismo mejor que el mismo Ramón Lull  (así como había insinuado en "La Cena de las  Cenizas"  que Copérnico le había preparado el camino a él).
 
Sea como sea, si queremos reconstruir el pensamiento bruniano la mejor guía  serán sus obras publicadas en Inglaterra  donde, al parecer,  se sincera más que en sus obras de Alemania y de Francia. Esta exposición no estaría completa si no damos algún detalle adicional al respecto. Bruno toma como base de su sistema el número  treinta: el porque de ello no se dice pero el número  se repite  por doquier. Treinta son las divisiones de  sus círculos lulianos,  treinta  la lista de espíritus conjurables  que Bruno menciona,  treinta letras tiene el Gran Nombre de  Dios, treinta eran los discípulos de Juan el Bautista, treinta los eones de los gnósticos.  Yates no acierta con la razón de esto y  lo confiesa pero  la clave es numerológica y muy simple:    2 X 3 X 5 = 30. 
 
La tríada  inicial  de  los números primos genera  por  producto el treinta como síntesis o resultante que corresponde a la  síntesis de las  virtudes  teologales (Fe, Esperanza, Caridad)  y  de  la tríada interna  de  las Tres Potencias del Alma  de Agustín  de Hipona: Memoria, Entendimiento y Voluntad. Bruno define Treinta Sellos de la Memoria que deben ser abiertos para llegar al  Sello de los Sellos donde se revela un "Secreto" que es el retorno a la Unidad en la unión con el Anima Mundi.
 
En  realidad los Treinta Sellos brunianos son explicaciones de las Reglas del Arte de la Memoria complicadas un  tanto artifi­cialmente con nociones cabalístico-mágicas  y donde Giordano Bruno no hace más aparentemente que exponer lo que aprendió del Arte de la  Memoria en el convento de dominicos. Pero hay mucho más  gracias a que Bruno efectúa una curiosa astrologización de la mnemotécnica clásica que le permite no solo multiplicar las  posibilidades increíblemente sino que además posibilita la interacción de los lugares y de las imágenes o ideas asociadas. Lo  que hace Bruno aquí es trabajar con dos conjuntos de  ideas,  memoria y astrología. De acuerdo a la tradición mnemotécnica todo lo recordamos por medio de imágenes, las que conviene sean percusivas y emocionalmente potentes. Los autores a partir de  Aristóteles insisten en que solo podemos pensar con y  por  medio  de imágenes. Creadas estas en cuanto a las dos sucesiones de lugares y de conceptos, se los coordina en correspondencia biunívoca (uno a  uno)  a los elementos de ambas sucesiones. Claro está  que  en tiempos de Bruno se consideraba mágicamente potentes a las imágenes  y símbolos de los signos del zodíaco. Esto hoy nos  suena  a completa  inocentada. Bruno hubiera estado  de  parabienes con series  simbólicas  como las de Charubel, la Volasfera  o Pierre Christian pues hubiera visto en ellas magia pura. Pero lo llamara como  lo llamara la gran idea esta ahí. Bruno ensaya con  uno  y otro sistema de memoria hasta llegar a uno que refleje ante  todo las casas de un horóscopo, los signos, los planetas y las estrellas fijas y que pueda reflejar las cambiantes relaciones  mutuas que tienen entre sí en el transcurso del tiempo.  Naturalmente esto es realizable de distintas formas pero conduce finalmente  a una elevación  de la conciencia al integrar conceptos a  recordar y leyes cosmosóficas.
 
Bruno  mismo recomienda poner una carga emocional-afectiva en  todas las imágenes para poder, en "furor heroico",  abrir dentro de  la psique lo que el llama "las negras puertas  de diamante". Por último,  en el "Sello de los Sellos" Bruno desemboca  en  la experiencia metafísica y se presenta a si mismo como  un  guía espiritual que ofrece esta forma de Misterios Iniciáticos  como camino a la Unidad.  Esto lo logra Bruno a través de las  reglas astrológicas  básicas considerando el Primum Mobile, el Secundum  Mobile y la Esfera Local en la forma que se ha esbozado.
  
Bruno parte aquí de la concepción tradicional en cuanto que si el hombre tiene  esencia divina entonces el  divino orden  del universo  se halla dentro del ser humano. Un arte que reproduzca en la memoria del Microcosmos esa organización divina del Macrocosmos se adueñará de los poderes cósmicos ya que se hallan estos  dentro del hombre mismo. Es la aplicación directa de los principios de correspondencia y de mentalismo, ambos plenamente encuadrados  en la Tradición Hermética.  En suma que esta concepción  y práctica  abren  la  puerta de un divino éxtasis que  el Nolano practicó pleno de un verdadero impulso espiritual que se  elevaba sobre todos los falsos dogmatismos.