Felipe Giménez
1.
Introducción. El lenguaje como representación figurativa en Wittgenstein.
Wittgenstein
(1889-1951) nos presenta su atomismo lógico en un breve escrito titulado
Logisch-Philosophische Abhandlung o "Tractatus Logico-Philosophicus. La
forma de numeración de los parágrafos del Tractatus pretende expresar la
importancia lógica que Wittgenstein daba a cada una de sus afirmaciones en
relación con las demás. Así, la obra contiene siete afirmaciones principales
numeradas de 1 a 7, y el resto constituyen comentarios sobre éstas. Las siete
aserciones principales contenidas en él son las siguientes:
1. El mundo es todo lo que acontece.
2. Lo que acontece, el hecho, es la existencia de estados de cosas.
3. La representación lógica de los hechos es el pensamiento.
4. El pensamiento es la proposición con sentido.
5. La proposición es una función veritativa de proposiciones elementales (la proposición elemental es una función veritativa de sí misma).
6. La forma general de la proposición es: [¬p,¬X, N ¬(X)]. Esta es la forma general de la proposición.
7. Sobre lo que no se puede hablar, se debe guardar silencio.
La
idea básica y rectora del proyecto de Wittgenstein es que la lógica conecta con
la metafísica a través del análisis formal del lenguaje. Por lo que, si se
considera este último como una simple aplicación de la lógica, puede afirmarse
que la filosofía se compone de lógica y de metafísica.
La
lógica es la base de la metafísica porque la lógica es la que determina la
estructura del lenguaje, y en virtud del principio de la isomorfía entre
lenguaje y realidad, la que expresa asimismo la estructura de la realidad. Por
eso puede decir Wittgenstein que la lógica es la imagen del mundo en un espejo
(Tractatus, 6.13) El Tractatus comienza tratando la estructura del mundo, esto
es, empieza por la metafísica, para desarrollar luego la teoría del lenguaje o
teoría de la proposición y acaba con la teoría de la lógica que es
fundamentalmente una teoría de las funciones veritativas.
2.
La teoría de la figura o representación.
En
esta teoría se relaciona el pensamiento con el lenguaje y con el mundo. El
pensamiento es representación. El lenguaje es una representación. Según esta
teoría, una proposición es una figura (o una representación de una parcela de
la realidad. Una proposición es una figura (Bild) o una representación, (una
especie de mapa o dibujo peculiar) de una situación real -es decir, existente-
o hipotética. Así, comprender una proposición es conocer la situación o el
estado de cosas que representa. Ser una figura de una situación es lo mismo que
describirla o que ser un modelo de ella:
"Una
proposición es una figura de la realidad. Una proposición es un modelo de la
realidad tal y como la imaginamos." (Tractatus, 4.01).
Por
consiguiente, quien entiende lo que dice una proposición sabe qué hecho
describe esta proposición, en caso de ser verdadera, pues su sentido consiste en
la situación o estado de cosas que la proposición dibuja o de la que es una
figura. En una proposición, dice Wittgenstein, construimos una situación a modo
de experimento (4.031), creamos un mundo con la ayuda de un armazón o andamiaje
lógico, formado por palabras con significado (4.024). Es de este modo, por
tanto, que las proposiciones son modelos. No son paradigmas de nada, sino
reproducciones de hechos o de situaciones imaginadas forjadas a base de los
recursos que nuestro lenguaje pone a nuestra disposición.
La
teoría figurativa del sentido no sólo proporciona una imagen de la naturaleza
de las proposiciones, sino que también explica cómo es que una proposición es
una figura de la realidad. La explicación de Wittgenstein se apoya en dos
premisas. La primera de estas premisas es que una proposición es algo
articulado lógicamente (4.031), no una mezcla de palabras sin ton ni son
(3.141); que lo que la proposición dice, el pensamiento que expresa, lo dice de
una manera, con unos recursos empleados en un orden determinado (3.251).
Además,
una proposición, igual que el pensamiento que expresa, debe compartir con la
situación que describa -existente o inexistente- una misma estructura, a la
cual Wittgenstein denomina forma pictórica o forma lógica. Compartir una misma
forma lógica no es lo mismo que decir que los elementos de la proposición estén
entre sí en idéntica relación que los elementos de la situación que describa:
"Debe
haber algo idéntico en una figura y en lo que representa, a fin de que la una
pueda ser una figura del otro. (2.16)
Lo
que cualquier figura, o cualquier forma, debe tener en común con la realidad, a
fin de poder representarla -correcta o incorrectamente- de algún modo, es la
forma lógica, es decir, la forma de la realidad. (2.18)
La
relación pictórica consiste en correlaciones de los elementos de la figura con
cosas. (2.1514)
El
hecho de que los elementos de la figura se encuentren relacionados entre sí de
un modo determinado representa que las cosas se encuentran relacionadas entre
sí del mismo modo." (2.15).
Wittgenstein
habla de dos correlaciones:
a)
la de los elementos de la proposición con cosas de la realidad y
b) la de las relaciones entre los elementos de la proposición con relaciones entre las cosas de la situación representada.
b) la de las relaciones entre los elementos de la proposición con relaciones entre las cosas de la situación representada.
La
relación entre los elementos de la proposición y los elementos de la realidad
ha de ser una relación isomórfica. Esto significa dos cosas:
a)
que a cada elemento de la proposición debe corresponderle un elemento de la
realidad, y últimamente uno.
b)
que siempre que los elementos de una proposición guarden entre sí alguna
relación, sus imágenes (es decir, los correspondientes elementos de la
realidad) deben guardar entre sí la relación correspondiente.
Las
correlaciones de los elementos de la representación con los elementos de la
realidad representada constituyen lo que Wittgenstein llama "relación de
representación" (Abbildende Beziehung, 2.1514.). Pero para que algo sea
una representación en este sentido, ha de poseer, además, lo que Wittgenstein denomina
"forma de representación" (Form der Abbildung, 2.15). Para entender
esto no está de más recordar el sentido aristotélico del término
"forma", como aquello que hace que algo sea lo que es. La forma de la
representación es la condición de posibilidad de la representación, hace
posible que se de lo representado. Es la posibilidad de que las cosas se hallen
relacionadas entre sí como los elementos de la representación (2.151). Lo que
hace que algo sea una representación figurativa es que se trata de una
estructura de elementos a la que puede corresponder una estructura de cosas en
el mundo. Una representación puede representar algo correcta o incorrectamente,
verdadera o falsamente, según concuerde o no con los hechos (2.21-2.222). Pero
una representación falsa no es menos representación que una verdadera.
Lo
que hace de algo una figura o representación es que es posible que se de lo que
la representación representa. La forma de la representación es simplemente una
posibilidad, la posibilidad de que la representación sea correcta o verdadera.
Y esta posibilidad, que es la forma de la representación, es lo común a la
figura y a lo representado por ella (2.16-2.17). Lo común es la posibilidad de
existencia. Tal posibilidad es idéntica a la figura y a lo representado en
ella, aunque esto último sea inexistente (2.161). Si llamamos "mundo
posible" a cualquier conjunto de hechos posibles que sea consistente,
entonces podemos decir que a toda representación corresponde un hecho en algún
mundo posible, y por ello que toda representación es verdadera o correcta en
algún mundo posible.
La
forma lógica expresa la mera posibilidad de existencia de lo representado sin
más determinación. Esto se halla relacionado con la idea de Wittgenstein de que
una figura representa una situación posible en el espacio lógico (2.202). El
espacio lógico es el ámbito creado por las reglas de la lógica. En ese ámbito,
la forma lógica, esto es, la estructura de toda situación o hecho posible en
cuanto posible, permite la representación de este último. El espacio lógico y
el ámbito de lo posible son lo mismo, pues la lógica es anterior a que los
hechos sean tales o cuales (5.552). Sólo puede representarse aquello que es
posible, y que, de hecho, será existente o no existente (2.11, 2.201). Si lo
representado existe, la representación será verdadera; si no existe, será falsa
(2.21). Pero sea lo uno o lo otro, la representación, en cuanto representación,
tiene un sentido (Sinn), que es la situación representada (2.22 s). Para
decidir si es verdadera o falsa tendremos que comparar la representación con la
realidad, a fin de comprobar si lo representado existe o no; en consecuencia,
no hay representaciones que sean verdaderas a priori, con independencia de la
experiencia (2.223-2.225). Lo único que puede decirnos la lógica es que toda
representación es o verdadera o es falsa, pero no si es lo uno o lo otro. La
forma lógica, sin embargo, no es parte del sentido de la representación, ya
que, en cuanto que es lo que hace posible el representar, no es, a su vez,
representada. La forma de la representación, tanto en su aspecto meramente
lógico (forma lógica), como en cualquier otra determinación que tenga, no es
propiamente representada por la figura, sino exhibida o mostrada por ella
(2.172). La representación representa una situación posible y muestra lo que
tiene en común con dicha situación, a saber, la forma de representación.
Lo
que puede pensarse es posible (3.02), puesto que sólo lo posible puede
representarse, y no podemos pensar nada que infrinja la lógica, ya que es la
lógica la que crea el ámbito de lo posible, y por tanto, de lo representable
(3.03), así como tampoco podemos decir qué aspecto tendría un mundo ilógico
(3.031). Por lo mismo, el conjunto de los pensamientos verdaderos nos da una representación
del mundo (3.01), y la verdad de un pensamiento, como la de cualquier otra
representación, depende de cómo sean los hechos, pues no hay pensamientos que
sean verdaderos a priori (3.04 s.).
El
signo proposicional es un hecho (Tatsache, 3.14), como lo es cualquier
representación (2.141), incluido el pensamiento. Lo que lo hace signo es que
sus elementos, las palabras, están articulados, relacionados entre sí de cierta
manera (3.14 s.). El sentido de una proposición no difiere esencialmente del sentido
de cualquier otra representación isomórfica. El sentido es la correlación
estructural que la representación (o la proposición) tiene con lo representado.
Los
elementos últimos de la proposición son aquellos signos simples a los que
llegamos cuando la hemos analizado del todo. Según Wittgenstein, estos signos
son nombres (3.2-3.202). "El nombre significa (bedeutet) el objeto y éste
es su significado (Bedeutung)" (3.203). Esto es una teoría referencialista
del significado. Las proposiciones se descomponen en nombres, sus elementos o
signos más simples no son sino nombres, y el significado de éstos es,
simplemente, el objeto al que cada uno se refiere.
A
los nombres de la proposición corresponden los objetos del hecho representado,
y a la configuración de aquéllos en la proposición corresponde la configuración
de los objetos en el hecho (3.21s.). De aquí que la única manera de hablar de
los objetos sea nombrándolos, mientras que los hechos o situaciones no pueden,
en cambio, ser nombrados, sino sólo descritos (3.144 y 3.221). Describir es
representar la estructura del hecho por medio de la estructura (isomorfa) de la
proposición; tal estructura es el sentido (Sinn) de la proposición. Nombrar es
poner un signo simple en el lugar de la estructura que corresponde a un objeto;
un signo es un nombre sólo cuando funciona como tal en el contexto de una
proposición. Por ello afirma Wittgenstein:"Sólo la proposición tiene
sentido; sólo en la conexión de la proposición tiene referencia un nombre"
(3.3). Para Wittgenstein, un nombre, si lo es realmente y en sentido lógico, se
reduce a nombrar, y por tanto no puede tener sentido; si tuviera sentido
serviría para describir el objeto, y entonces no sería un signo simple, sino
que encerraría alguna complejidad. De modo contrario, una proposición tiene
sentido, a saber, el hecho posible que representa, pero no puede tener
referencia, pues la proposición no es nombre de nada. Los nombres poseen
referencia, pero no sentido; las proposiciones tienen sentido, pero no referencia.
El sentido de las proposiciones consiste en su isomorfía. Los nombres no pueden
ser descompuestos ulteriormente por medio de una definición, puesto que son
signos simples y, por tanto, primitivos (3.26). Ahora bien, lo que no se
expresa en el nombre (a saber, su conexión con el objeto), lo muestra su
aplicación (3.262); por eso, la denotación de los nombres, o signos primitivos,
puede explicarse por medio de aclaraciones, esto es, por medio de proposiciones
que contengan dichos signos (3.262). El uso de estas proposiciones mostrará a
qué se refieren los nombres que aparezcan en ellas. Pero tales proposiciones
sólo pueden entenderse si se conoce la denotación de sus signos. La conclusión
es que el uso de un lenguaje presupone la conexión entre sus signos simples y
los objetos del mundo, y que esta conexión no puede ser propiamente explicada,
sino simplemente mostrada, enseñando cómo se usa el lenguaje.
Únicamente
a las proposiciones elementales les es aplicable el principio de isomorfía. Las
proposiciones complejas contendrán, además de nombres, elementos a los que nada
corresponde en la realidad, como, por ejemplo, los cuantificadores, diferentes
partículas conectivas, etc. Una proposición simple es, para Wittgenstein, una
estructura o concatenación de nombres (4.22). Los símbolos simples son nombres,
y las proposiciones elementales son funciones de nombres (4.24).
3.
La ontología empirista atomista lógica.
Wittgenstein
concibe el lenguaje como la totalidad de las proposiciones. Esto equivale a
afirmar que el lenguaje es la totalidad de las figuras de todas las situaciones
existentes o inexistentes.
Los
hechos del lenguaje y los del mundo no son sino los valores de las variables
lógicas, y, en el fondo, los valores de la única variable lógica: la forma
general de la proposición, esencia del lenguaje y del mundo. Describir el mundo
es describir los símbolos lingüísticos: dar sentido a las proposiciones o
valores a las variables que las definen. En eso consiste la construcción lógica
del mundo. El mundo que segregan las formas es el único mundo para la razón: el
mundo-totalidad-de-hechos-en-el-espacio-lógico. Mi mundo. El mundo.
Los
elementos de la proposición que tienen correlatos en el mundo o en las
situaciones imaginarias son los signos simples o nombres. Su función en la
proposición es la de servir de representantes de objetos (3.22). Los nombres
tienen significado; su significado es el objeto en lugar del cual están en la
proposición (3.023). Como signos simples que son, los nombres no pueden
diseccionarse ni anatomizarse mediante definiciones (3.26, 3.261). Son signos
primitivos con significado, pero tan sólo en el contexto de las proposiciones.
Los
elementos de la proposición son nombres; las proposiciones más elementales son
meras combinaciones de nombres (4.22). Ahora bien, en virtud de la teoría
figurativa del sentido de las proposiciones, a una configuración de objetos en
una situación le corresponde una configuración de nombres en la proposición
(3.21) ¿Qué son entonces, estos objetos? Antes que otra cosa, los objetos son
algo simple (2.02), no están compuestos de partes o elementos algunos. Son los
átomos, no físicos, sino lógicos -es decir, lo que el análisis del lenguaje
exige- del mundo. Ellos son lo simple, los últimos constituyentes de todo lo demás,
y, muy especialmente, de los hechos y situaciones posibles. Son la sustancia
del mundo, pues no cambian. Cambian las relaciones entre ellos, dando lugar así
a diversos mundos posibles dentro del espacio lógico.
En
segundo lugar, cuando los objetos se combinan -es decir, entran en relaciones-
forman lo que Wittgenstein llama los estados de cosas (2.01) o situaciones.
Tenemos así un paralelismo perfecto entre lenguaje y realidad: A los signos
simples les corresponden los objetos (que son simples), y a la inversa. A las
combinaciones de signos simples les corresponden las combinaciones de objetos,
es decir, los estados de cosas. Sólo falta que unas y otras combinaciones
compartan una misma estructura formal para que el ajuste entre lenguaje y
realidad sea el preciso.
La
concepción wittgensteiniana de los estados de cosas tiene dos consecuencias
notables:
*
Una es que con independencia de qué situaciones sean existentes y cuáles no lo
sean, los objetos de que se componen unas y otras son inalterables. Son lo que
subsiste por debajo o al margen de ellas, el material previo a partir del cual
se forman todas ellas. Son, dice Wittgenstein, la sustancia del mundo (2.024,
2.027).
* Además, en consonancia con lo anterior está la idea de que, una vez que se han dado todos los objetos, se han dado también todas las posibles situaciones (2.0124). O bien: que los objetos contienen la posibilidad de todas las situaciones (2.014). Efectivamente, de la misma manera que en cuanto disponemos de una configuración (permitida) de piezas sobre un tablero de ajedrez, las reglas de este juego determinan hasta su fin todas las combinaciones posibles, tan pronto como se ha fijado la totalidad de objetos, se ha determinado también qué puede y qué no puede entrar en el conjunto de los posibles estados de cosas.
* Además, en consonancia con lo anterior está la idea de que, una vez que se han dado todos los objetos, se han dado también todas las posibles situaciones (2.0124). O bien: que los objetos contienen la posibilidad de todas las situaciones (2.014). Efectivamente, de la misma manera que en cuanto disponemos de una configuración (permitida) de piezas sobre un tablero de ajedrez, las reglas de este juego determinan hasta su fin todas las combinaciones posibles, tan pronto como se ha fijado la totalidad de objetos, se ha determinado también qué puede y qué no puede entrar en el conjunto de los posibles estados de cosas.
De
entre los posibles estados de cosas, algunos existen y otros no existen. La
realidad está configurada por la existencia y la inexistencia de los estados de
cosas. El mundo que dibuja el Tractatus es, pues, la suma de la realidad (2.063):
la suma total de unos y otros estados de cosas. El mundo es todo lo que es el
caso (1). Lo que hace de nuestro mundo algo bien específico es que está
inequívocamente determinado por los hechos, por todos los hechos (1.11). Los
objetos no caracterizan a nuestro mundo mejor que a cualquier otro hipotético.
Los objetos entran a formar parte de los estados de cosas o situaciones que
determinan nuestro mundo. El mundo es la totalidad de los hechos, no de las
cosas. (1.1).
Las
proposiciones elementales representan isomórficamente estados de cosas, y un
hecho no es otra cosa que un conjunto formado por n estados de cosas existentes
(n>=1). Un hecho, como tal, no es isomórficamente representable, y sólo en
sentido derivado y no riguroso puede decirse que a él corresponda una
conjunción de proposiciones elementales. De otro lado, decir que un estado de
cosas es lo que corresponde a una proposición elemental si es verdadera es
inexacto; esto sólo puede afirmarse de un estado de cosas existente.
Un
estado de cosas, a su vez, es una combinación, relación o estructura de cosas u
objetos (Gegenständen, Sachen, Dingen). Los objetos son los referentes de los
nombres, son los elementos más simples de la realidad, de los que se componen
las situaciones o estados de cosas. ¿En qué consisten los objetos? Son simples
(2.02). Ello es natural, puesto que corresponden a los elementos simples de las
proposiciones, a los nombres. Si los objetos fueran compuestos no podrían ser
nombrados, habrían de ser descritos, representados, y entonces serían sus
partes componentes los constitutivos simples a los que se refirieran los
nombres; esto es, bajo el supuesto de que es posible el análisis reductivo
onto-lingüístico. Los objetos son lo fijo, lo existente, por contraposición a
su configuración, el estado de cosas, que es lo cambiante, lo variable
(2.027-2.0272). Esta tesis es sumamente importante, ya que implica que la
variabilidad de los acontecimientos del mundo consiste en la diversidad de las
estructuras o relaciones que pueden darse entre los objetos, pero que por
debajo de esta mutabilidad hay algo fijo e inmutable que son dichos objetos.
Por eso afirma Wittgenstein que, por diferente que sea este mundo pensado
respecto al mundo real, ha de tener algo en común con éste (2.022). ¿Qué?
Simplemente una forma. Esta comunidad de todos los mundos posibles es una
forma, una sustancia, constituida por los objetos (2.021,2.023,2.024).
Los
objetos son la forma o sustancia de todo mundo posible porque son aquello que
es necesario para que algo sea mundo. Un mundo es un determinado conjunto de
relaciones entre los objetos. Relaciones distintas dan lugar a mundos diversos.
Pero sean cuales fueren las relaciones hay algo inmutable y fijo que no difiere
del mundo actual a cualquier mundo posible: los objetos. Por eso dirá
Wittgenstein que la forma es la posibilidad de la estructura (2.033): pues la
estructura es posible porque hay los objetos que la componen: o dicho de otra
manera: los objetos contienen la posibilidad de todas las situaciones (2.014).
Las
proposiciones elementales pueden ser verdaderas o falsas según representen
estados de cosas existentes o inexistentes, pero sean lo uno o lo otro, y
precisamente porque pueden serlo, son proposiciones con sentido, y esto
significa que representan un estado de cosas que, sea existente o inexistente,
es posible. El conjunto de los estados de cosas existentes constituye el mundo.
Pues bien, esto más el conjunto de los estados de cosas inexistentes, pero
posibles, es lo que Wittgenstein llama "realidad" (Wirklichkeit,
2.06). Puesto que los estados de cosas que existen, por existir, son a fortiori
posibles, podemos decir que la realidad es el ámbito de lo posible, y que el
mundo es una parte de lo anterior, la realidad realizada o actual.
El
mundo es la totalidad de las cosas existentes (2.04). La estructura de la
realidad es como sigue:
Realidad: conjunto de todos los estados de
cosas posibles (existentes o inexistentes). Corresponde al conjunto de todas
las proposiciones elementales (verdaderas o falsas).
Mundo: conjunto de todos los estados de
cosas existentes. Corresponde al conjunto de todas las proposiciones
elementales verdaderas.
Estado
de cosas (o situación):
cualquier posible relación o configuración de elementos simples. Corresponde a
la proposición elemental, que es una relación o configuración de elementos
simples. Corresponde a la proposición elemental, que es una relación o
configuración de nombres.
Hecho: conjunto de n estados de cosas
simples (n>=1).
Objetos
(o cosas):
elementos simples de los que se componen los estados de cosas. Corresponden a
los nombres.
Objetos-->realidad=posibilidad=estados
de cosas.
(Gegenstände)
(Wirklichkeit) (Möglichkeit) (Sachverhalten).
Los
objetos existentes forman los hechos y éstos el mundo (Tatsachen), (Welt).
Además
hay que añadir los objetos inexistentes.
La
generalidad no es un rasgo ontológico. No es nada que pueda representarse,
porque no es un hecho o un estado de cosas ulterior que haya que añadir cuando
tenemos todos los hechos o todos los estados de cosas, o todos los objetos. La
cuantificación universal abrevia una conjunción de proposiciones elementales y
la cuantificación existencial abrevia una disyunción de proposiciones
elementales, pero no añaden nada nuevo a ambas funciones veritativas.
Nada
corresponde a la negación. Lo mismo dicen una proposición y su negación.
La
clase de hechos llamados actitudes proposicionales o hechos mentales están
excluidos de la ontología de Wittgenstein. Las proposiciones "A cree que
p", "A piensa p" y "A dice p" son de la forma "p
dice p", lo que significa que tales proposiciones no correlacionan un
hecho con un objeto, sino que coordinan un hecho con otro hecho por medio de la
coordinación de sus objetos. Lo que estas afirmaciones hacen, según
Wittgenstein, es correlacionar el pensamiento o creencia de A con la
proposición p. ¿Pero en qué consiste el pensamiento o la creencia de p? En la
propia proposición p, pero sin palabras; en una representación o figura
isomorfa de p mas carente de signos, puesto que, la proposición es solamente el
pensamiento exteriorizado por medio de signos. Estas afirmaciones no expresan
una relación entre una proposición y un objeto, sino una correlación (y por
ello, una relación isomórfica) entre dos hechos, el hecho de la proposición y
el hecho de su pronunciación o el hecho de su representación mental
respectivamente. "Esto muestra también que el alma, el sujeto, etc., tal
como lo concibe la superficial psicología actual, es un absurdo. Ciertamente un
alma compuesta, ya no sería alma" (5.5421). A saber, lo que se rechaza es
la consideración del sujeto como objeto simple.
Solamente
tienen sentido aquellas proposiciones que puedan descomponerse en proposiciones
elementales, o lo que es lo mismo, en configuraciones de nombres.
4.
Lo que no puede decirse.
Sólo
hechos pueden ser figuras de estados de cosas. Una figura es un hecho. Para que
un hecho sea una figura debe tener algo en común con lo representado (2.16): la
forma lógica.
Así
queda descartada la idea de considerar al lenguaje y al mundo como términos
distintos, aunque conectados por diversas relaciones (Recuérdese que las dos
relaciones de las que habla son la relación de significar y la relación de
tener sentido.) El lenguaje pertenece al mundo. El error radica en vernos a
nosotros mismos fuera del mundo y fuera del lenguaje. No existe ese tercer
lugar al margen de ambos ni ese otro para el lenguaje fuera del mundo. En la
proposición 4.12 lo expresa Wittgenstein del siguiente modo:
"Las
proposiciones pueden representar toda la realidad, pero no pueden representar
lo que tienen que poseer en común con la realidad para poder representarla -la
forma lógica-.
Para
poder representar la forma lógica deberíamos poder situarnos nosotros mismos
junto con las proposiciones en algún lugar que esté fuera de la lógica, es
decir, fuera del mundo."
La
tesis de este texto es que no podemos decir por medio del lenguaje cuál es la
estructura o forma lógica de las proposiciones y que, consiguientemente,
tampoco podemos decir cuál es la forma lógica o estructura de la realidad.
La
lógica es la disciplina que traza los límites del pensamiento humano, haciendo
que éste sea posible. En este sentido, la lógica es trascendental (6.13). Es
decir, la lógica define los límites de un ámbito -el ámbito del pensamiento-
del cual es imposible escapar. Traspasar estos límites significaría traspasar
lo lógico, poder pensar lo ilógico. Esto último no puede hacerse. En efecto,
pensar es hacerse figuras de la realidad; pensar es hacerse representaciones de
los estados de cosas. Los pensamientos no son sino proposiciones con sentido
(4) Si pudiésemos ir más allá de los límites del pensamiento, nos situaríamos
fuera de los márgenes del lenguaje. Ya que éste es la totalidad de las proposiciones,
el ámbito del sentido, los límites del lenguaje son los límites de mi mundo.
(5.6) Salirse de la lógica equivale a salirse del propio lenguaje.
El
lenguaje define el espacio de todas las situaciones susceptibles de ser
descritas mediante él; es decir, el espacio lógico. La pretensión de escapar de
éste tiene un castigo inmediato: todo lo que uno diga desde esa anómala
posición carecerá de sentido. De ahí que Wittgenstein afirme que si se nos
preguntase cómo sería un mundo ilógico, no podríamos decirlo (3.031).
No
sólo la forma lógica es irrepresentable lingüísticamente. Tampoco pueden
describirse por medio del lenguaje las relaciones entre los nombres y su
sentido. Es imposible decir de un nombre que tiene tal o cual significado; o de
una proposición que tiene tal o cual sentido. En todos estos casos, al hablar
de un nombre, de una proposición o de otro signo cualquiera nos estamos
condenando a afirmar algo que carece de sentido. No podemos dar a un signo un
sentido que no tiene (5.4732). Si pese a todo lo intentamos, el resultado es un
sin-sentido. Forzar a nuestro lenguaje a hacer una pirueta semejante es
malinterpretar su lógica. El pensamiento ilógico es una imposibilidad (5.4731).
Ahora
bien, aunque no pueda decirse cuál es la forma lógica de una proposición, cuál
es su sentido o el significado de un nombre, nuestro lenguaje muestra esas
cosas. El lenguaje no hace factible el decirlas, pero unas y otras encuentran
reflejo, se manifiestan, en él. (4.121).
El
lenguaje es un medio universal. No podemos adquirir una posición de privilegio
desde la cual proceder a examinarlo. Es un idealismo lingüístico, puesto que el
lenguaje viene a dictar las condiciones bajo las cuales es posible el mundo y
bajo las cuales hablamos del espacio lógico.
La
consecuencia más notable del idealismo lingüístico es la imposibilidad de
investigar sistemáticamente las conexiones entre lenguaje y realidad. Es decir,
la imposibilidad de la teoría semántica.
Lo
que constituye a la lógica como tal, lo que la fundamenta, es su propio juego
como tal: el hecho místico de que existe. La lógica juega. Existe la razón como
existe el mundo. Ambos son hechos místicos. La autocrítica de la razón
planteándose cuestiones límites donde se pierde, muestra la realidad de la
sinrazón; la autodisolución del lenguaje, la realidad del silencio; la de la
lógica, lo místico. "Mis proposiciones aclaran algo, en cuanto el que me
entienda, las reconozca absurdas al final, cuando haya trepado por ellas -sobre
ellas- más allá de ellas" (6.54). Esa misma tensión constituye a la
lógica. Resumiendo. No pueden representarse:
1.
Las pseudoproposiciones lógicas.
La
forma lógica es lo que toda representación ha de tener en común con la realidad
representada para poder representarla. Las proposiciones pueden representar la
realidad entera, la totalidad de estados de cosas posibles. No pueden
representar lo que han de tener en común con los estados de cosas posibles, la
forma lógica. Para poder representar la forma lógica, las proposiciones habrían
de estar fuera de la lógica, fuera del mundo (4.12).
La
forma lógica se refleja en las proposiciones; éstas la expresan, la exhiben, la
muestran. Las proposiciones no pueden representar su forma lógica, sino que la
muestran. Esta doctrina implica la imposibilidad de dar sentido a las
proposiciones de la filosofía de la lógica, esto es, a aquellas proposiciones
que tratan de las propiedades lógicas del lenguaje y, en su caso, del mundo.
Las
proposiciones de la lógica no representan situación alguna. La lógica es
anterior al mundo. Los límites del mundo son también los límites de la lógica.
La lógica es trascendental. No hay más necesidad en el mundo que la lógica.
2.
Las pseudoproposiciones filosóficas.
Proposición
4.11 "La totalidad de las proposiciones verdaderas es la totalidad de las
ciencias de la naturaleza". 4.111: "La filosofía no es una de las
ciencias de la naturaleza. (La palabra "filosofía" debe referirse a
algo que está por encima o por debajo de las ciencias de la naturaleza, pero no
junto a ellas.)"
La
filosofía no es una ciencia natural. Su propósito no es representar lo que
acontece. La verdad filosófica como tal, aspira a estar más allá de la
experiencia. La mayor parte de las proposiciones de los filósofos son
sinsentidos (Wittgenstein recurre aquí al término unsinnig, y no meramente al
término más neutro, más desprovisto de carga valorativa, sinnlos, que hemos
visto utilizado para calificar las pseudoproposiciones lógicas. Las cuestiones
filosóficas no son cuestiones que se pueda intentar responder; lo único que
puede hacerse es establecer que son sinsentidos, originados en nuestro mal
entendimiento de la lógica del lenguaje. De aquí que la filosofía se convierta
en una actividad de clarificación de nuestros pensamientos. La filosofía
consiste en la aclaración de las proposiciones. Esto se hace poniendo límites a
lo que se puede pensar y por lo mismo a lo que no puede pensarse. Se trata de
pensar lo que puede ser pensado hasta llegar a sus límites, que serán los que
lo separen de lo que no puede ser pensado. Representando claramente lo que
puede decirse, la filosofía se refiere, negativamente, por así decirlo, a lo
indecible.
2.1.
Pseudoproposiciones acerca del sujeto.
"Los
límites del mundo son también los límites de la lógica" (5.61). Esta
proposición termina con estas palabras: "Lo que no podemos pensar, no
podemos pensarlo; lo que no podemos pensar, tampoco podemos decirlo." El
solipsismo no es viable "lo que el solipsismo quiere decir es del todo
correcto, sólo que no se puede decir, sino que se muestra a sí mismo"
(5.62). El solipsismo afirma que el mundo es mi mundo. El mundo es de cada cual
"el mundo y la vida son lo mismo" (5.621) La afirmación de que el
mundo es mi mundo no representa ningún hecho actual o posible, y por tanto, no
cumple con los requisitos del principio de representación isomórfica que ha de
cumplir toda proposición para tener sentido. "Que el mundo es mi mundo se
muestra a sí en que los límites del lenguaje (del único lenguaje que yo
entiendo) se refieren a los límites de mi mundo" (5.62).
El
yo del solipsismo es condición para que haya mundo, pero no forma parte del
mundo; es como un punto inextenso que coordina la realidad (5.64). Pero lo
único que tenemos es la propia realidad; por eso "el solipsismo, seguido
estrictamente, coincide con el realismo puro". Puesto que el solipsismo
exige un sujeto metafísico, y éste no es más que la condición para que haya
realidad, es la realidad lo único que al fin podemos representarnos, y el
solipsismo ha de dejar su sitio al realismo.
Del
yo filosófico no puede hablarse. El sujeto filosófico no es parte del mundo,
sino el límite del mundo; y esto quiere decir que es supuesto y condición
necesaria para que haya mundo. Por eso es un sujeto trascendental.
2.2.
Las pseudoproposiciones de ética, estética, religión.
"Todas
las proposiciones valen lo mismo" (6.4). Como descripciones de hechos
posibles, todos los cuales son igualmente contingentes y entre los cuales no
existe preeminencia alguna, no hay jerarquía ni diferencias de valor entre las
proposiciones. En el mundo todo es como es y ocurre como ocurre, por
consiguiente, no hay en él ningún valor, porque si lo hubiera, sólo por esto no
tendría valor (6.41).(Esto último es una forma paradójica de decir que
considerar el valor como parte del mundo equivale a convertirlo en hecho y
despojarlo de su condición de valor).
¿Qué
proposiciones podrían parecernos más valiosas que las demás, y por tanto,
superiores? 1º aquellas cuya verdad fuera necesaria. Son las
pseudoproposiciones lógicas:tautologías. No dicen nada. 2º aquellas que
declararan el sentido de los hechos, y que, por ello, estarían por encima de
las meras descripciones. Pero, por definición, cualquier intento de expresar el
sentido del mundo por medio del lenguaje debe infringir los requisitos del
principio de isomorfía, pues o bien el sentido de los hechos es parte del
mundo, en cuyo caso será un hecho más entre los hechos, y no se ve de qué modo
pueda dar sentido a los demás hechos, o bien el sentido está fuera del mundo, y
entonces el lenguaje no puede hablar de él.
No
puede haber proposiciones de ética. Las proposiciones éticas no describen hecho
alguno, sino que pretenden declarar el sentido del mundo. Pero las
proposiciones no pueden expresar nada que esté más alto que el nivel de los
hechos. "La ética es trascendental" (6.421). La ética también está en
el límite del mundo, es una condición necesaria para que haya vida. No hay
mundo sin valores morales, como no hay mundo sin lógica o sin sujeto.
"La
ética y la estética son lo mismo" (6.421). De nada de lo que da sentido a
la vida puede tratar el lenguaje. Lo religioso es lo místico "Hay
ciertamente lo inexpresable. Esto se muestra a sí mismo, es lo místico"
(6.522). Lo místico se muestra en un sentimiento.
Sobre
todo lo anterior no puede hablarse. No es que ciertos problemas no puedan
resolverse o contestarse determinadas preguntas. Es que tampoco el problema o
la pregunta tienen sentido en cuanto expresados lingüísticamente, porque
"si puede en general hacerse una pregunta, también es posible responderla"
(6.5). Por consiguiente, desde un punto de vista lingüístico, no hay problema.
La duda sólo puede existir cuando existe una pregunta, y ésta cuando hay una
respuesta, y ésta a su vez, cuando se puede decir algo (6.51). No hay más
preguntas con sentido que las preguntas científicas; es cierto que cuando éstas
han sido contestadas, los problemas vitales están sin tocar, pero como estos
problemas no constituyen propiamente preguntas, ya no hay más preguntas, y ésta
es la respuesta (6.52). La solución del problema de la vida consiste en la
disolución del problema (6.521).
5.
La filosofía como análisis del lenguaje.
Es
posible trazar un límite entre las proposiciones con sentido y las meras
combinaciones de signos sin sentido. Este límite puede trazarse en el lenguaje.
Una
segunda convicción acompaña a esa primera. La de haber encontrado en todos los
aspectos esenciales la solución final a los problemas. En lo que se refiere a
los problemas de la filosofía, la solución final consiste simplemente en esto:
"El
método correcto en filosofía sería en realidad el siguiente: no decir nada,
excepto lo que puede ser dicho, a saber, las proposiciones de la ciencia
natural -es decir, algo que nada tiene que ver con la filosofía- y entonces,
cuando quiera que alguien quisiese decir algo metafísico, demostrarle que había
dejado de dar significado a ciertos signos de sus proposiciones. Aunque esto no
sería satisfactorio para la otra persona -que no tendría la impresión de que le
estuviésemos enseñando filosofía- este método sería el único estrictamente
correcto." (6.53)
La
filosofía no es un saber sustantivo. No hay proposiciones filosóficas (4.112).
La totalidad de las proposiciones representa la totalidad del espacio lógico.
La totalidad de las proposiciones verdaderas constituye la ciencia natural
(4.11) La filosofía no es una de las ciencias naturales (4.111). Su función es
el esclarecimiento lógico del pensamiento, es decir, el análisis lógico del
lenguaje. La filosofía es análisis lógico de las proposiciones.
WITTGENSTEIN
II.
1.
Significado y uso en el segundo Wittgenstein.
La
idea básica de Wittgenstein en las "Investigaciones Filosóficas" es
que no hay nada común a todos los fenómenos lingüísticos en cuya virtud podamos
hablar de "lenguaje" y, por consiguiente que no ha lugar a una teoría
sobre la forma general de las proposiciones tal como la desarrolla en el
Tractatus. Lo que nos permite usar el término "lenguaje" para un
amplio conjunto de fenómenos no es que éstos tengan algo en común, sino que
están relacionados entre sí de muchas maneras distintas. Las partes del
lenguaje mantienen entre sí un cierto aire de relación familiar. Hay juegos de
lenguaje que mantienen entre sí unas determinadas relaciones no necesariamente
todos con todos que son unas relaciones familiares.
No
hay una función lingüística única que defina al lenguaje. El lenguaje es desde
el punto de vista de su función, un conjunto de actividades o usos que forman
una familia. Hay que sustituir la pregunta por el significado por la pregunta
por el uso.
¿Qué
es un juego lingüístico?. Maneras particulares reales o imaginarias de usar el
lenguaje, que tienden a mostrar cuáles son las reglas de un uso lingüístico.
Son modelos simplificados de aspectos concretos del lenguaje.
El
lenguaje es un instrumento, o, mejor, un conjunto de instrumentos: las
palabras, los conceptos, son instrumentos para jugar a una inmensa variedad de
juegos lingüísticos. Lo que cuenta es el uso que hacemos de esos instrumentos,
y para esto no basta fijarse únicamente en el instrumento, sino que hay que
atender también a las acciones que acompañan a la pronunciación de las
palabras, ya que hablar un lenguaje es parte de una actividad, de una forma de
vida. Lo fundamental aquí es que esas acciones nos van a revelar algo muy
importante: que el uso de las palabras en el lenguaje, en los juegos
lingüísticos, está sometido a reglas. Son las reglas las que nos permiten
hablar de corrección e incorrección en el uso del lenguaje, y las que asimismo
nos permiten prever el comportamiento lingüístico de los demás. Aunque esto no
significa que las reglas hayan de estar siempre perfectamente definidas ni que
cubran todos los casos.
Lo
fundamental son los varios usos que hacemos del lenguaje. Entre estos usos no
existe ninguna característica común, sino relaciones de índole diversa que
forman como una red. No hay lugar, pues, para una definición del lenguaje.
¿Pero sería posible hacer una tipología de los usos lingüísticos? No.
Wittgenstein se limita a dar ejemplos. Wittgenstein contesta haciendo alusión a
la variedad de los juegos de lenguaje. La unidad de análisis lingüístico es el
uso lingüístico y éste queda reflejado en el modelo que es el juego de
lenguaje. Lo que interesa es cuántas variedades de usos del lenguaje existen y
la respuesta es que innumerables y que no pueden limitarse a priori porque
están en proceso de cambio.
En
resumen, la nueva teoría del lenguaje de Wittgenstein se basa en la idea de que
lo importante no es una teoría de las proposiciones sino una descripción de los
usos lingüísticos. O lo que es lo mismo, propone sustituir la semántica por la
pragmática y por una pragmática empírica y vaga.
2.
La filosofía como descripción de los usos lingüísticos.
La
función de la filosofía es la función de investigación gramatical del lenguaje.
Investiga la filosofía la esencia del lenguaje.
Se
trata de aclarar aquellos equívocos y confusiones que conciernen al uso de las
palabras. El trabajo del filósofo es reunir recordatorios de cómo se usa el
lenguaje de la vida cotidiana con la finalidad de deshacer el equívoco, la
confusión, sobre la que descanse, en cada caso, el problema filosófico. De esta
manera, "la filosofía simplemente coloca todo delante, y ni explica ni
deduce nada". Todo está a la vista, puesto que se trata de lo que todos
hacemos a diario, los usos del lenguaje. No hay nada que explicar: "debe
desaparecer toda explicación y sustituirla sólo la descripción". En
filosofía no hay conclusiones que sacar, pues lo que se enuncia es lo que todo
el mundo admite; en consecuencia, tampoco hay nada que discutir en filosofía.
La filosofía no altera nada, puesto que no acrece nuestro conocimiento; la
filosofía deja todo tal como está, y no puede modificar nuestro uso del
lenguaje, ni tampoco suministrarle fundamento; en definitiva, únicamente puede
describirlo. El problema filosófico es un problema que se da en el lenguaje.
Los problemas filosóficos surgen cuando el lenguaje está de vacaciones, cuando
el lenguaje se mueve en el vacío, en lugar de funcionar; la filosofía
rectamente entendida es una tarea y esta tarea es una lucha contra el
embrujamiento del entendimiento por el lenguaje. La filosofía es una terapia.
Quien tiene un problema filosófico se encuentra como perdido y hay que
enseñarle el camino como se ayuda a una mosca a salir de una botella.