"La filosofía no es el arte de consolar a los tontos ... su única tarea es la búsqueda de la verdad y destruir prejuicios."

El sentido de la historia: esperanza y utopía


Las filosofías de la historia

La pregunta por el sentido de la vida, puede responderse incardinando la propia vida en el fluir histórico. Las consecuencias serán por un lado, la inserción de la propia vida en la tradición que asegura la permanencia; y por otro, la apertura a la escatología, lo que permite dar un sentido hacia el futuro de nuestros propios actos. Las tensiones entre estas dos direcciones se dan en que la primera da el sentido ya hecho en el origen, y la segunda, que el sentido hay que construirlo. Esta tensión puede ser superada mediante la autentica idea de tradición como renovación constante. Desde este punto, el sentido de la vida se busca en un plazo diacrónico, concediendo importancia al tiempo.

Este sentido exige una noción lineal, abierta del tiempo, frente a la noción circular, cíclica, cerrada, propia de las culturas agrícolas. Un tiempo cíclico, se ajusta sin fisuras a los ritmos de la naturaleza; con la linealidad surge la irreversibilidad; historia supone la irreversibilidad, discontinuidad, heterogeneidad de los momentos.

Se asocia la noción de tiempo cíclico a la tradición griega y la lineal, histórico, con la judeo-cristiana. El judaísmo y el cristianismo ponen en escena la Creación, con tres momentos fundamentales, La Caída, la Redención y el Juicio Final. La noción de un bien inicial, perdido y recuperado gracias al sacrificio del hijo de Dios, restaura el sentido, y es el marco general de la filosofía de la historia de corte cristiano, que aun secularizada en algunas versiones del marxismo, y en todos los mesianismos religiosos o nacionalistas, se mantiene hasta nuestros días. La consideración de la historia como escenario de la lucha entre las potencias del bien y las del mal, con el triunfo final del bien, es una visión gnóstica arraigada en las tradiciones emancipatorias, religiosas o políticas.

En “La Ciudad de Dios” de San Agustín, la filosofía de la historia, es una teología de la historia que actúa como teodicea. Lo fundamental de esta concepción cristiana de la historia es que inserta la historia humana en un drama cósmico y sobrenatural en que el protagonista no es tanto el hombre como Dios, el cual interviene directamente en la historia, a través de la providencia.

Orígenes, reconciliaba la ciudad de Dios con la del diablo, mediante una apocatasis, en la que todo, volvía a Dios (teología política contemporánea).

Teologia política y filosofìa de la historia

En la Edad media y Moderna, el cristianismo desarrolla la filosofía de la historia cerca de la agustiniana. O. Freising elaboro la noción de la historia humana como tragedia de la redención animada por la esperanza en una época final en la que la historia concluye y se restituye el sentido.

En el SXVII, Bossuet, descubre la actuación de la providencia divina (renglones torcidos de Dios). El pesimismo histórico cede el paso a un optimismo esperanzado que reposa en la intervención divina en la historia humana.

Concepciones tradicionalistas Donoso Cortes, de Bonald y de Maistre, cuyo pensamiento surge en clave antirrevolucionaria, reivindicando la sumisión de la política a la teología y oponiéndose a toda secularización.

Los grandes teólogos contemporáneos: Bultmann, Metz, Moltman y Pannenberg, en la estela de Heidegger, proponen una visión existencial de la historia de desmitologizacion de la Biblia. Para Bultmann, lo más importante es el aspecto del significado que los acontecimientos tiene para nosotros. La historia es la del hombre concreto que abre paso hacia su propia identidad a través de la duda y la lucha.

Metz esta mas atento a la dimensión comúnitaria del sentido de la historia; defiende una teología narrativa centrada en la noción de recuerdo, defendiendo no solo la razón, sino el amor, la tristeza, el dolor, como fuentes de conocimiento. La razón es una razón histórica abierta a la libertad; la memoria de los vencidos, nos marca un límite para el sentido: hasta que no se redima toda la miseria humana no se podrá advenir un sentido pleno.

Teología de la esperanza de Moltman parte de la identificación entre Dios y su reino, supedita la obtención por parte de Dios de su condición de una manera plena, a la humanización definitiva del hombre; lo que supone que el sentido último depende del sentido que el hombre se va dando a si mismo en la historia.

Pannenberg defiende una interpretación universal de la historia en la línea de Hegel; las instituciones históricas están sometidas a la ley de la negatividad y precisamente en esta limitación de lo finito se manifiesta la presencia de lo infinito; la presencia de Dios en la historia se lleva a cabo de manera indirecta, confiriendo sentido a la realidad en su conjunto. La realidad es fragmentaria; el fundamento del sentido de la historia no es el hombre sino Dios y su filosofía de la historia es una teología de la historia que pone el fundamento de esta en la trascendencia.

Caffarena La necesidad moral no asegura la necesidad ontológica, contra lo que creían Leibniz y Kant. La posibilidad de la no existencia de Dios tiene consecuencias para la cuestión del sentido.

Dostoyevski, Kolakowski si Dios no existe, no solo todo esta permitido, sino que debemos ser mucho mas cuidadosos en nuestra actuación para evitar hacer el mal, ya que este no podrá ser nunca compensado ni redimido.

Esperanza y utopía

La filosofía de la historia de corte cristiano esta centrada en la noción de esperanza, virtud teologal, con la fe y la caridad; tiene un fundamento ontológico; es considerada algo utópico cuando no se comparte la confianza creyente. La utopía no existe para este ya que su felicidad, la plenitud de sentido, es Dios. La utopía nació del cristianismo liberal, humanista y erasmista de Moro, pretende instaurar el reino de Dios en la tierra y no esperar al juicio final.

La utopía, surge cuando se pretende adecuar las estructuras sociales terrenas a los anhelos de libertad y justicia que las grandes religiones y luego la tradición ilustrada ha hecho suyas. El bien y el sentido es un proyecto humano.

Marcuse funda la antropología de la esperanza de cuño materialista; pretende una fundamentación naturalista de la razón mediante una antropología de las pulsiones que distingue entre represión necesaria y represión sobrante, superando la visión pesimista de Freud. Para el autor, racional es aquella represión que de forma demostrable fomente las oportunidades de una vida mejor en una sociedad mejor; busca la reconciliación ultima de dicha razón con la sensibilidad, escisión que ha definido desde su origen la civilización occidental. El hombre no solo debe vivir en una sociedad distinta, sino incluso pensar y sentir de otra manera, a partir de una relación tecnológica distinta con la naturaleza.

Bloch La apertura de la realidad y de la historia se basa en sus nociones de frente (limite máximo hasta ahora alcanzado en el avance hacia el futuro), novum (apertura a la novedad, a lo aun no realizado) y ultimum (campo de la identidad final en la que se llegara a la reconciliación final, al Reino. Estas categorías, junto a la de horizonte, al conceder a la realidad la posibilidad de apertura hacia lo que aun no es, son la base de su optimismo. La esperanza en la utopía se fundamenta en la categoría de posibilidad.

La base de la acción humana, de la posibilidad, se encuentra en una noción dinámica de materia. La materia muestra una apertura utópica a lo aun no devenido; es una ética cósmica, por basarse en una materia dinámica y abierta a una perfección siempre inacabada. Ve una posición utópica, esperanzada en la consecución última del comúnismo.

Filosofía de la historia y sentido de la vida

La filosofía de la historia jamás podrá justificar completamente el sentido de la vida humana, que al final es individual.

La explicación de los hechos históricos no coincide con su justificación; que un hecho sea exigido para poder dar lugar a un gran bien histórico no lo justifica moralmente si dicho hecho es malo. La táctica no puede compensar la ética; a veces en las situaciones trágicas, es imposible actuar sin hacerse culpable; Dios pone el pecado entre el individuo y la acción que se le ha impuesto y en ese caso uno no puede sustraerse al pecado que sin embargo, sigue siendo necesario.

Kolakwski a veces no es contradictoria una situación en la que el comportamiento humano concreto debe ser valorado moralmente como negativo, pero haya de ser considerado como positivo respecto a su participación en el proceso histórico. El peligro de someter la ética a la historia de la filosofía reside, en sustituir totalmente los criterios morales por los criterios de la utilidad que el Demiurgo de la historia obtiene de nuestro obrar.