Rafael Echeverría
La agonía del Programa Metafísico
"Yo creo que hemos estado siendo partícipes de una transformación muy profunda, quizás de las más profundas que uno pueda concebir, una transformación que pienso pone en cuestión premisas fundamentales que hemos preservado durante cerca de 25 siglos. Sin embargo, ha sido una transformación que está tomando tiempo, que se inició ya hace algunos años, algún tiempo atrás, que no culmina del todo todavía, que no tiene un hito claro que la marque, porque es una caída dentro de Berlín, pero que pienso que va a cambiar por completo la faz de la tierra y la forma como convivimos los seres humanos. Yo creo, que estamos asistiendo a la clausura de un período fundamental de la historia de la humanidad, particularmente de la historia de occidente, lo que yo llamo la clausura del Programa Metafísico
Para entender lo que digo quiero hacer un poquito de historia, remontarme al siglo VI A. de C., cuando en función de la invención del alfabeto algunos hombres en el mundo griego empiezan a hacerse preguntas sin precedentes, comienzan a inaugurar la forma de encarar el mundo que no era habitual, comienzan a preguntarse por el principio, por los fundamentos de todo lo que existe, de la naturaleza. El primero que se lanza con preguntas insólitas fue Tales de Mileto, de la parte Jónica de Asia Menor del mundo griego, y Tales nos dice: “el principio de todo lo existente es el agua, todo viene del agua, el agua está presente en todo lo que existe”. y comienzan distintos griegos a dar respuestas diferentes. Y en ese dar respuestas distintas se produce súbitamente una gran confrontación. En el lado Oeste del mundo griego surge la respuesta extraña, la respuesta insólita surge Parménides, en el sur de Italia que dice, “el principio de todo lo existente es el ser, el ser es inmutable, el ser no cambia y lo que importa es entender el ser de lo existente, el cambio es una ilusión”. Desde el lado Este de ese mismo mundo griego se escucha otra respuesta, surge la voz de Heráclito que se enfrenta a la respuesta de Parménides y dice: “no señores, lo que es una ilusión es el ser, el fundamento de todo lo existente es el devenir, todo está en cambio constante, todo está en permanente transformación,” equipara a ese cambio con la imagen del fuego. Heráclito para nosotros es uno de los grandes sabios del mundo antiguo, contemporáneo de Buda, de Confusio, es el gran sabio occidental, nos dice: “el principio de todo lo existente es el logos”. En la época de Heráclito el logos significaba fundamentalmente el lenguaje, después se da una connotación distinta. Dice Heráclito: “el lenguaje es lo que transforma el caos, es lo que da el sentido”.
Los demás filósofos se preocupaban fundamentalmente de preguntarse por la raíz de todo lo existente en la naturaleza, del mundo exterior, Heráclito da un salto, nos confiesa que no solamente se ha preocupado por el principio fundamental de todo lo existente en la naturaleza, sino que ha indagado en su propia naturaleza y descubre cosas insólitas, entre ellas nos dice que nuestro carácter es nuestro destino, que los seres humanos tenemos la vida que corresponde a la forma de ser de cada uno, el destino está definido por nosotros mismos y al indagar en esta búsqueda de la naturaleza propia se sitúa en una respuesta fundamental de la que somos parte, la pregunta: cómo somos los seres humanos, qué nos caracteriza, por qué somos como somos, por qué nos diferenciamos de otros seres, qué es lo característico, esa confrontación queda así planteada y de alguna forma desarrollos posteriores tienden a desperfilarla.
En ese momento surge un personaje muy particular, de Atenas, en el corazón del mundo griego: Sócrates, que busca lo fundamental, entender lo que es el bien de bien, lo que es vivir de una manera adecuada para los seres humanos; es el primer filósofo de la vida, a los anteriores, la vida nos les interesaba mayormente, y cuando inaugura el camino que va a marcar de manera decisiva la historia de la humanidad, Sócrates tiene que escoger un camino, el camino de Parménides o el camino de Heráclito, y Sócrates escoge el camino de Parménides y, por lo tanto, comienza un conjunto de enseñanzas importante donde la noción del ser está en el centro. Hace varias aportes más, en ese ser busca las ideas abstractas universales que dan cuenta de él. Se compromete con la búsqueda de la verdad, revindica el pensamiento racional, sin embargo, será un discípulo de Sócrates: Platón quien va en lo fundamental a inaugurar lo que llamamos el Programa Metafísico, no lo inaugura Sócrates, lo inaugura Platón, que define los soportes fundamentales de la forma como hemos vivido en el mundo occidental.
Para Platón lo más importante, no es tanto el arte de la vida, es el conocimiento, es la razón, es la búsqueda de las ideas que constituyen para él la raíz de todo lo que existe y Platón inaugura la metafísica que será luego desarrollada por sus propios discípulos.
Aristóteles y la Metafísica, él plantea sus tres pilares: la noción de ser, la noción de verdad y la definición del ser humano como un ser racional, inaugura la Metafísica. Y si uno los lee, y se pregunta no solamente qué dicen. Si uno lee, por ejemplo, la Metafísica de Aristóteles y se pregunta no tanto qué se dice allí, sino contra quién está dicho lo que se dice allí, uno se da cuenta que está fundamentalmente escrita para demostrar que Heráclito estaba equivocado. Heráclito y los Sofistas, (de los Sofistas no tenemos tiempo de hablar ahora). La Metafísica busca mostrar que el camino de Heráclito es un camino errado, inadecuado y desde entonces, progresivamente ese Programa de Platón y Aristóteles comienza a conformar una forma particular de concebir al ser humano, la pregunta es: cómo somos fundamental y esencialmente, cuál es el ser que portamos, el eje central es: “somos seres racionales”. El lenguaje premisa fundamental de Heráclito es secundario, es la forma, es el instrumento, a través del cual el pensamiento, la razón, el conocimiento se manifiesta, se expresa, lo importante es la razón no el lenguaje, las demás dimensiones del ser humano, las emocionalidades, la corporalidad son despreciadas porque nos vinculan a otra dimensión más animal, por lo tanto menos humana, como si lo humano no influyera en la dimensión animal de la que somos portadores.
Friedrich Nietzsche
El Programa Metafísico tiene un poder inmenso, 24 siglos, en que muchos siguieron sus postulados, siguieron sus premisas. Pero, ya, en el siglo XIX, surge un ser muy particular, un filósofo mal interpretado, fuertemente tergiversado, él es consciente que está diciendo algo que sus contemporáneos no pueden entender, que se declara ser un filósofo póstumo, “a mí se me va a entender mucho después que yo muera, no les pido que sea entendido ahora”. En rigor no era un filósofo, era un especialista del lenguaje, era un filólogo, su especialidad eran las lenguas antiguas y por eso a partir de ella se conecta con el mundo griego y se da cuenta que ha llegado un nuevo momento en la historia de la humanidad, un nuevo Sócrates, un nuevo filósofo de la vida que se plantee el desafío que se planteó Sócrates, pero que esta vez no siga la senda de Parménides, sino que recupere el camino abandonado de Heráclito. Lo que yo hago se inscribe en la senda de este genial ermitaño que es Federico Nietzsche.
Cuesta mucho entender a Nietzsche, porque de partida dice muchas barbaridades, hay que saber perdonarlo muchas veces, para captar lo importante que es. Nietzsche nos dice: “lo más importante no es la pregunta por el ser de Parménides, lo importante es participar en la transformación de cada uno, no somos un ser dado, ni inmutable, somos seres en permanente transformación, donde cada cosa que hacemos nos limita, nos cambia, nos lleva a ser distintos y de eso hay que hacerse responsable porque podemos participar de este proceso, en el acto sagrado de nuestra propia creación”.
La verdad, dice Nietzsche, es un recurso que hemos inventado, pero en rigor sólo tenemos interpretaciones, interpretaciones que cambian con el tiempo como todo cambia. Incluso las respuestas que teníamos hechas, luego, descubrimos que eran insuficientes, que tenían errores”. Vivimos en mundos interpretativos y eso es una cosa importante porque sobre todo lo que dice Nietzsche, al poner en cuestión la noción de verdad, lo más importante no es que estamos postulando una tesis epistemológica sobre el conocimiento, estamos inaugurando una ética de la convivencia humana distinta. Porque el que se cree poseedor de la verdad tiende a despreciar al que piensa distinto, tiende a descalificarlo, tiende a invalidarlo y solamente cuando sospechamos que ninguno en este mundo es poseedor de la verdad, podemos tratarnos, mirarnos a la cara y convivir juntos desde el respeto.
Lo que Nietzsche procuró hacer, tanto como lo que hizo Sócrates es fundamentalmente una gran revolución en el dominio de la ética, en el sentido de la vida y de la convivencia humana, Nietzsche abre una senda importante, senda en la cual acontecen muchas cosas, senda en la cual se inscriben, por ejemplo, el pensamiento de un filósofo alemán: Heidegger (1889-1976) muy discutido a veces con fundamento, pero que tiene el gran mérito de decirnos, tenemos que replantearnos la pregunta que hemos dado por contestada durante muchos siglos, de cómo somos los seres humanos y a esa pregunta Heidegger la llama la pregunta ontológica. Heidegger sospecha ya cuando había dicho Nietzsche, lo había insinuado que el elemento central de la respuesta que hay que dar es el lenguaje.
La Filosofía del Lenguaje
El lenguaje dice Heidegger, “es la morada del ser”. Para el ser humano el lenguaje es central para entender cómo somos y, sin embargo, no logra una profundización mayor sobre el tema, sobre el lenguaje. Y sí, de otra parte, por otra gente que viene de otros lados que de repente comienza a sospechar que no solamente nos ha dado una respuesta insuficiente a la pregunta cómo somos los seres humanos, sino que hemos mal interpretado radicalmente el lenguaje, que somos herederos de lo que yo llamo de una visión contable del lenguaje. El lenguaje es básicamente un instrumento, un medio de expresión, de transmisión, de comunicación que nos permite dar cuenta, por eso decimos que es contable de lo que yo percibo, de lo que yo pienso, de lo que yo siento, pero que el lenguaje deja la realidad incólume, tal cual ella es, da cuenta de ella, la registra y la expresa y la transmite.
Es en Inglaterra, al comienzo de la década de los 50, que se inicia un movimiento importante en la Filosofía y que se va a conocer como la emergencia de la Filosofía del Lenguaje, donde justamente comienza a sospecharse que esa visión del lenguaje es estrecha, es cerrada, que yo cuando hablo no solamente describo pasivamente lo que allí existe, sino que cuando yo hablo tengo la posibilidad de transformar con mi palabra la verdad, que la palabra tiene un poder mágico transformador que habíamos desconocido ¿lo habíamos desconocido siempre?, yo creo que no, tenemos distintos indicios, que la cultura antigua egipcia se valoraba el papel de la palabra, sabemos que la expresión, del hebreo antiguo que se usaba en Judea, la tierra de los profetas, que sabían el poder de la palabra, que decía “avara ha d’avara” creo mientras hablo, la palabra transforma. Y yo sospecho que esa expresión “avara ha d’avara” nos volvió de otra forma, luego del cautiverio de judíos en Babilonia de 586 a 518 A. De C. fue tomada por los persas y la expresión persa: “abracadabra”, que te abre puertas, que te abre posibilidades, que redefine lo que es posible, es una expresión de esa original expresión arameo, “avara ha d’avara".
Lo sabíamos, en la tradición hebrea cristiana, está planteado con tanta fuerza el poder de la palabra, el poder del verbo, en el inicio la palabra fue logos. Dios crea el mundo con el poder de la palabra. “Hágase la luz”, dijo, y la luz se hizo. La palabra crea entidad y comienza a descubrirse, por tanto vuelvo atrás, hacia algunas décadas solamente que hemos desconocido el poder transformador del lenguaje, de la palabra, que cuando yo hablo no solamente describo lo que existe, sino que porque hablo hago que ciertas cosas pasen, transformo; cambio.
El primer filósofo del lenguaje Ludwig Wittgenstein, nos dice: “todo lenguaje es una forma de vida, aprender un lenguaje es aprender a vivir”. Poco tiempo después, una década después un filósofo nacido de Oxford, Austin nos dice: “la palabra es acción, yo con la palabra intervengo, modifico el curso de los acontecimientos, hago que pase lo que no me ha pasado, si yo no hubiera hablado”. Austin muere el año 62, y antes de morir, una periodista le pregunta: “Usted está diciendo que la palabra es acción ¿qué importancia tiene eso?”, él le responde: “¿importancia? yo creo que ninguna”. Pero, ustedes pueden haberse dado cuenta que sólo ahora estamos reconociendo la importancia de ese descubrimiento y estamos reconociendo cómo dimensiones fundamentales de la vida humana son entendibles por el poder transformador de la palabra. Pero, aquello, en lo que yo estoy comprometido no es la Filosofía del Lenguaje, el tema de la Filosofía del Lenguaje tenía como sujeto, como objeto fundamental el análisis del lenguaje, yo me defino por un espacio que he llamado el espacio de la Ontología del Lenguaje, donde los aportes que los filósofos del lenguaje han hecho junto con muchas otra gente, pensamos que dan claves fundamentales para entender cómo somos los seres humanos, y, responder en forma diferente a la pregunta, que nos define como esa forma particular de ser que nos caracteriza y decimos muchas cosas y decimos incluso la respuesta del lenguaje es insuficiente, porque el lenguaje siempre se da acompañado, siempre se da como parte de un binomio más amplio; más rico, las conversaciones.
Cuerpo, Lenguaje, Emociones
Cada vez que hablamos, entramos en conversaciones. El lenguaje es un ingrediente fundamental de toda conversación, pero no se da solo, se da siempre con otros ingredientes fundamentales que están presentes. En toda conversación planteamos hay tres ingredientes fundamentales, de hecho hay muchos más, pero el resto deriva, proviene de los tres que indico ahora: el lenguaje, la emocionalidad y la corporalidad. Se dan cuenta que estamos rescatando los muertos del programa metafísico: el lenguaje, la emocionalidad, la corporalidad, los elementos despreciados por los metafísicos, por lo tanto hay que colocarlos de nuevo en el centro y así como la metafísica tenía tres pilares fundamentales; el ser, la verdad y la razón, la propuesta que llamamos ontológica, que busca ponerlo en cuestión, que busca inaugurar una ética de la convivencia, de la existencia humana distinta dice: a los tres pilares de la metafísica, oponemos otros tres pilares. Al ser, oponemos el devenir, y, del devenir rescatamos la importancia de la acción, de la transformación, del cambio. A la verdad, oponemos la noción de observador, somos observadores distintos, ninguno es poseedor de la verdad, sólo tenemos interpretaciones de acuerdo al tipo de observador que somos y la pregunta frente a las interpretaciones no es cuál es la verdadera, sino cuál es la que nos permite vivir mejor, ser más efectivo, tener vidas más satisfactorias, establecer modalidades de convivencias más armónicas. Y a la razón, oponemos el lenguaje y de ahí emerge la noción de conversación. Y decimos si queremos entender como los seres humanos somos, preguntémonos por la forma como conversamos, nuestras conversaciones nos constituyen, somos nuestras conversaciones, yo soy y tengo la vida que tengo de acuerdo a como converso con los demás y como converso conmigo mismo, mi forma particular de ser, lo que llamo mi alma, cada uno tiene una forma particular de ser y, por tanto, en particular un alma, que está constituida de manera fundamental por nuestras conversaciones.
Nuestras conversaciones determinan lo que es posible para cada uno y lo que no es posible. Nuestras conversaciones determinan los niveles de efectividad y de inefectividad que alcanzamos en la vida. Nuestras conversaciones definen nuestras alegrías y nuestros sufrimientos, porque la alegría y el sufrimiento son fenómenos conversacionales. Sufrimos en función de lo que esperamos, de las expectativas que tenemos, de las imágenes que tenemos con respecto a cómo complacer el futuro y aquí aparece el lenguaje como un ingrediente fundamental y, por tanto, comenzamos a descubrir la nueva visión del ser humano.
Pero, yo quiero rescatar algo que no es suficientemente apreciado, éste no es un cambio como se dijo, a nivel de la teoría, éste no es un cambio a nivel de los conceptos, éste es un cambio a nivel de la ética, de las modalidades de relacionarnos con los demás y lo digo porque muchas veces las distinciones ontológicas se las utiliza en espacios metafísicos, en espacios impositivos, en espacios abusivos, carentes de respeto, mientras allí estén las estamos distorsionando, los estamos contaminando, estamos perdiendo lo más importante que ellas tienen, ellas inauguran un espacio ético diferente y los restantes espacios es el respeto, el respeto del otro como ser diferente, legítimo y en las distinciones no nos confundan, este espacio se define por su ética no por otra cosa.
¿Qué es el Ser Humano? Estamos en los umbrales de una nueva concepción de lo que significa el ser humano y yo creo que la concepción del ser humano es lo más importante que podemos establecer, porque a partir de ella definimos todo el resto, a partir de una determinada concepción del ser humano hacemos ciertas cosas, miramos el mundo de una cierta forma, miramos a los demás de una cierta forma, emprendemos proyectos distintos, damos respuestas a todo el resto de forma tributaria a la forma como nos concebimos, como somos, ya no hay algo más importante que indagar en la noción del ser humano que nos anima, que nos da sustento en todo lo que hacemos, por eso que esto es una transformación de una profundidad inmensa, que está dando sus primeros pasos, que lleva ya más de 100 años dando algunos pasos importantes, que no está terminada, que está inconclusa, que no está completa, que seguirá dando pasos, y donde como insisto lo fundamental es reconocer tanto el poder transformador generativo de la palabra y el lenguaje como de las conversaciones.
Como he dicho, los seres humanos tenemos algo en particular estamos en la vida no solamente para revelar cómo somos, para ser de acuerdo a un ser predeterminado con el que nacimos en el nacimiento, estamos aquí para encontrarnos, estamos en esta tierra con la gran responsabilidad de estar permanentemente diseñándonos, inventándonos, incluso cuando negamos la posibilidad de hacerlo, no tenemos alternativa. Hemos dicho la palabra transforma, la palabra genera, el lenguaje tiene una fuerza transformadora fundamental, que transforma ¿qué hacemos con el lenguaje?. Con el lenguaje construimos relaciones con los demás, no hay relación con otros que no requiera del lenguaje y no digo solamente de la oralidad, porque el lenguaje ocurre de múltiples otras formas, con el lenguaje yo logro establecer compromisos, acuerdos y, porque establezco compromisos y acuerdos con otros, logramos hacer juntos lo que ninguno podría hacer por cuenta propia o individualmente. El lenguaje nos ha convocado, yo estoy aquí porque alguien, dos personas, me hicieron una invitación y me trajeron, ustedes están aquí porque también hubo personas que los invitaron o porque algunos hicieron de invitadores. El lenguaje genera posibilidades, toda posibilidad surge de conversaciones, las posibilidades no están en el mundo exterior dando vueltas, las crean, las constituyen nuestras conversaciones y cuando me desespero porque siento que algo no es posible, sé que puedo abrir conversaciones que puedo tener el poder de demostrar posibilidades que no tenía.
Para los seres humanos lo que es posible resulta de lo que conversamos, con otros y con nosotros. Las conversaciones, el lenguaje genera mundos, construimos el mundo con nuestras conversaciones, decimos hágase una escuela y hacemos escuela, hágase una cátedra y hacemos una cátedra, hágase una empresa, hágase un país, y el país se hizo, y la escuela se hizo y la cátedra se hizo, con el lenguaje construimos el futuro, nos imaginamos lo que es posible, y orientamos las acciones hacia el logro de lo que hemos imaginado, nos permitimos leer fantasías, sueños, con el lenguaje estamos permanentemente construyendo los futuros distintos, pero con el lenguaje también construimos nuestras identidades. La mayoría de ustedes no me había visto, alguno posiblemente había leído mi libro y a partir de eso tenían alguna impresión quizás de cómo yo era, y ahora que me están viendo, me están viendo no solamente como escribo sino que me están mirando con una emocionalidad distinta, con mi corporalidad entera, y yo sé que mientras estoy hablando me estoy constituyendo ante ustedes en un ser que posiblemente antes no era y cada vez que uno de ustedes habla se constituye de una forma particular ante los demás y ante ustedes mismos. Nuestras conversaciones, lo que decimos habla de nosotros mismos, habla de muchas cosas, pero siempre, inevitablemente habla de nosotros mismos y escuchando a alguien empezamos a tener una idea de cómo esa persona es, creemos que no hay nada más importante para entender el género humano que el lenguaje de las conversaciones, creemos en el acto, el logos, el lenguaje estatuido a un lugar central para entender el mundo que observamos, que es un mundo siempre visto a través del lenguaje, es un mundo que lo vemos con el tamiz de las palabras que tenemos para dar sentido. Las palabras que usamos nos hacen ver mundos distintos, yo sin ciertas palabras hay cosas que no puedo ver, las palabras que aprendo me cambian el mundo, y no solamente las palabras, ese mundo que yo veo.
Todo ser humano cuando se para frente a él y lo observa, no solamente lo ve con el tamiz de sus palabras, de sus distinciones, también tomamos partido frente a ese mundo, si nos gusta o no nos gusta, es feo, es bello, es aburrido, es entretenido, vemos a alguien y le decimos es incompetente, es competente, es alegre, es triste, hacemos juicios sobre ese mundo y de acuerdo a los juicios que hacemos también vamos conformando mundos diferentes.
No hay un mundo, hay tantos mundos como seres humanos existen, porque cada ser humano tiene su diferencia, tiene su plena legitimidad, su autonomía, emite juicios sobre lo que observa diferente, constituimos mundos con las narrativas que tenemos, los seres humanos somos muy especiales, nos gusta contar cuentos, nos encanta escuchar cuentos. Yo les estoy contando un cuento, sólo un cuento, no es más que un cuento, no les estoy entregando la verdad, es esto simplemente un cuento. No solamente nos gusta contar cuentos, escuchar cuentos, muchas veces creemos los cuentos que contamos y vivimos de acuerdo a ellos, los cuentos nos constituyen.
Toda nuestra vida, nuestra existencia está plagada por el poder de las conversaciones, por el poder del lenguaje, por la emocionalidad que expresamos en esas conversaciones, porque yo podría estar hablando las mismas palabras con una emocionalidad muy distinta, estaríamos pensando cosas distintas, con una corporalidad muy distinta, estaríamos percibiendo cosas muy diferentes.
Se está inaugurando un cambio fundamental en el paradigma más importante que anima al ser humano que es la posesión que tenemos sobre nosotros mismos y que a veces no nos damos cuenta del cambio, de lo que se está viendo, de las nuevas aguas que se están abriendo, de la posibilidad de cruzar un continente diferente."...