La filosofía y la ciencia nacen a la vez, en el siglo VI a. de C. en Grecia. Este nacimiento supuso el comienzo de la llamada racionalidad filosófico-científica (conocida como logos) que caracteriza a nuestra cultura.
El nacimiento de esta racionalidad suele conocerse con la expresión “el paso del mito al logos”, con la que se quiere indicar el salto que se dio respecto al modelo explicativo de la realidad que predominaba antes de la aparición del logos. A ese modelo explicativo se le llama mito.
Curiosamente, tanto mito como logos significan “palabra” o “discurso”. Sin embargo, el mito está más relacionado con los cuentos y es una narración simbólica y alegórica del origen del cosmos, de los dioses y de los seres humanos; el logos está más relacionado con el estudio y es el discurso de la razón acerca de la naturaleza y de la humanidad.
El mito.
Todas las culturas antiguas tienen historias mitológicas que intentan dar respuestas a las grandes preguntas sobre el surgimiento del mundo, etc. Estas historias suelen transmitirse oralmente y no buscan ser verdaderas, tienen una lógica distinta a la de lo verdadero y lo falso. En el caso de la cultura griega, los mitos se dividen en tres grandes bloques:
a) Los que narran el nacimiento del mundo (teogonías)
b) Los que narran historias de dioses.
c) Los que narran historias de héroes.
Los dioses griegos no tienen las características del dios de las religiones del libro (judaísmo, Islam y cristianismo) Son parecidos a los hombres, aunque son inmortales, representan fuerzas naturales, destrezas humanas y algunas virtudes. Sin embargo, quizá una de las cosas que más llama la atención de muchos de los dioses griegos es su inmoralidad; Zeus luchó contra su padre (que tampoco demostró llevarse demasiado bien con el suyo, porque le cortó los testículos con una hoz,) se casó con su hermana (algo que también había hecho su padre) y tuvo cerca de veinte amantes, mató a quien se oponía a sus caprichos, engañó para conseguir lo que quería… no es un ejemplo de moralidad.
En los mitos se concentraba la llamada religión olímpica. Esta religión comprendía una serie de ritos y tradiciones, pero la vinculación personal de los griegos con sus dioses no era demasiado estrecha. Sin duda, la inmoralidad de muchos de los dioses contribuyó a esto. Tan sólo Apolo y Atenea pueden considerarse dioses ejemplificantes.
Aunque en algunos mitos el curso de los acontecimientos parece que depende de la voluntad de los dioses (de por sí caprichosa o perversa) los griegos también creían que por encima de ellos se encontraba una fuerza desconocida aún más temible: el destino incognoscible.
La concepción antropológica que se extrae de los mitos griegos es pesimista. La vida es difícil, su curso puede depender del destino o del capricho de los dioses, que no son un ejemplo de vida moral; después de la muerte se encuentra el reino de Hades, un espacio donde las almas estaban condenadas a vivir una existencia mísera y oscura. Por todo esto, llama la atención que los griegos fuesen capaces de crear una ética separada de la religión y una cultura tan vitalista, a pesar de tener un fondo de creencias pesimistas.
El logos.
Estas explicaciones comenzaron a ser cuestionadas en el s. VI a. de C. en las colonias griegas de Jonia, Asia menor[1], probablemente porque el contacto con otras culturas había relativizado la propia opinión acerca de los relatos míticos. En sus circunstancias es normal plantearse que si cada cultura tiene unos mitos diferentes e incluso dentro de la misma cultura se presentan distintas versiones de ellos, en lugar de preguntarse cuál es la versión correcta, tal vez convenga pensar que todos ellos son igualmente falsos.
La explicación filosófico-científica surgió cuando se llegó a esta conclusión, a la vez que se empezó a pensar que los acontecimientos naturales debían explicarse según la necesidad, no según la arbitrariedad de los dioses. Se empezó a pensar que todo sucede de un modo ordenado (cosmos) no arbitrariamente (caos). Así, los primeros filósofos-científicos consideraron que tras los cambios aparentes subyace algo que permanece y que se puede conocer. Ellos comenzaron a pensar que el universo y el ser humano, junto con el resto de los seres vivos e inertes, forman un todo ordenado y regido por leyes naturales accesibles al entendimiento humano. El caos se convierte en cosmos.
El logos se caracteriza por situarse en un plano de racionalidad lógica, es decir, sus afirmaciones se pueden constatar o refutar. Es algo compartible por la razón de toda la humanidad, frente al particularismo del logos. El logos es un discurso abierto a la discusión y la crítica, es el intento de no quedarse en la mera superficialidad de los asuntos (sean los que sean).
¿Cómo se dio el paso?
La visión clásica, de W. Nestle, es que este paso se produjo rápidamente: primero estaba el mito y se dio una sustitución por el logos. La realidad se empezó a ver de una manera nueva. Sin embargo, esta visión ha sido muy criticada posteriormente. Actualmente se considera que el paso del mito al logos no se dio de un modo radical, tal vez sólo pueda hablarse de una aparición y asentamiento progresivos del pensamiento filosófico-científico frente a otro modo de explicación de la realidad que aún se mantiene en buena medida.
De hecho, el mito permaneció vivo durante toda la cultura griega. Incluso en Platón, el mito forma parte sustancial de su filosofía: entreverados con su filosofía aparecen continuamente mitos utilizados para explicar lo que no puede explicar con argumentos propiamente racionales. Aristóteles dicen que los que creen en mitos son de algún modo filósofos, porque también quieren saber. Tanto Platón como Aristóteles, además, le daban importancia a los sueños. Platón, por ejemplo, cuenta en el Critón cómo Sócrates soñó que moriría tres días después de un sueño; hablando con Critón, un amigo suyo que le dice que lo ajusticiarían dos día después, Sócrates le dice que él cree que será tres días después “-Me fundo en un sueño que he tenido esta noche. -¿Cuál ha sido el sueño? –Me pareció que una mujer muy bella, de buen aspecto, que llevaba vestidos blancos se acercó a mí, me llamó y me dijo: “Sócrates, al tercer día llegarás a la fértil Ptía[2]. –Extraño sueño- -A mí me parece muy claro, Critón[3].” Aristóteles escribió también una obra sobre la interpretación de los sueños. Incluso en el s. XVII científicos de la talla de Kepler[4] o Newton tenían concepciones de carácter claramente mítico[5].
[1] Son las costas de la actual Turquía.
[2] Ptía era la patria de Aquiles, el sitio adonde hay que volver. Sócrates consideraba que la vida era un tránsito.
[3] PLATÓN, Critón, 44a-b, Gredos, Madrid, 1981.
[4] Kepler tenía una concepción cuasi-mítica del sol.
[5] Newton escribió un extraño tratado que intentaba explicar el libro profético de Daniel, uno de los libros de La Biblia.